¡Shalom, Ingrid, y a todos los demás incluidos!
No puedo dejar este tema sin decirles nada más a ustedes al respecto. Quiero que oren sobre esto y le pidan al Señor que les guarde y les guíe. Si yo me equivoco, que Dios me perdone y los libre a ustedes. Que Él pueda iluminarles y revelarles mi corazón, si está bien o si está mal.
El Señor Jamás me ha reprendido por diezmar. Más bien, me ha bendecido.
Cuando me convertí en creyente por primera vez, yo tenía grandes deudas que por años había tratado de controlar en todas las formas, desde el mismo momento que empecé a ganar dinero y que compré un carro y una casa. El mismo año en que me convertí, mis deudas fueron limpiadas y me compré un auto nuevo, el modelo que yo deseaba, sin esforzarme por conseguirlo, pagado de contado.
Ese año, yo había dado mis diezmos en la iglesia a la que asistía, la décima parte de mi ingreso bruto antes de las deducciones (un diezmo significa “un décimo”). Me fue dado hacer esto; dado, digo, porque cerca de mí había muchos que no estaban dando ni por cerca lo que yo daba. Sin embargo, yo era el nuevo creyente entre muchos fieles a la iglesia que presumían aconsejarme y nutrirme. Así que tal vez a ellos no les había sido dado.
También, yo estaba dando lo que se consideraba apenas lo mínimo. Yo me sorprendía de que posiblemente otros estuvieran dando menos; yo suponía que ellos, como “creyentes maduros,” estarían dando más. Tal vez algunos o muchos de ellos lo hacían. Eso no lo sé.
Ahora bien, podría ser que en ese año mi casa se ordenó en lo financiero porque yo me había arrepentido, y no porque yo estuviera diezmando. Ciertamente, dar el diezmo habría sido vano sin arrepentimiento, así como cualquier otra obra, aunque fuera muy buena en sí misma. Pero en Su guianza, el Señor nunca me reprendió por diezmar. Más bien, Él me bendijo y me permitió, o me enseñó, que yo estaba siendo recompensado por dar. Yo nunca lo dudé.
Al año siguiente, yo seguí diezmando y Él me proveyó, sin meterme en más deudas, aunque yo no estaba trabajando sino que estaba en el instituto Bíblico. (La deuda no es provisión sino una condición o circunstancia que a menudo resulta de la falta de provisión.) Un día yo tenía que pagar la renta… setenta dólares (eso fue en 1974, por una pequeña habitación para soltero). No tenía nada de dinero. Recibí en el correo un regalo de cincuenta dólares por mi cumpleaños 28 y Marilyn (mi futura esposa entonces) vino a visitarme y me regaló veinte dólares. (Yo no le había dicho que necesitaba dinero para la renta.) ¡Cabal! Setenta dólares, precisamente, y pude pagar la renta justo a tiempo.
A finales de ese año, Marilyn y yo nos casamos. Al año siguiente decidimos dar el veinte por ciento. Teníamos pocos ingresos; fuimos a Europa (incluyendo Bruselas) en un viaje de tres meses y medio con Operación Movilización, trabajamos por unos meses con iglesias y yo sólo trabajé por algunos meses con mi jefe anterior. Tuvimos suficiente provisión, sin faltarnos nada.
¿A quién le dábamos nuestro diezmo? Se lo dábamos al Señor.
Luego en 1976, decidimos dar el cincuenta por ciento de nuestro ingreso. Ese año había ganado, creo yo, 3,800 dólares. Dimos la mitad de eso. Andábamos un buen carro… un Volkswagen Variant 1973, manejando muchas millas diarias, vivíamos en una casa de dos años en el campo, comíamos como reyes y ¡teníamos todo lo que podíamos desear! ¡Nunca carecimos de nada!
¿A quién le dábamos el diezmo? Se lo dábamos al Señor. ¿Pero cómo o a través de qué canales? Le dábamos a Oral Roberts, a Jimmy Swaggart, a Billy Graham, a Visión Mundial y a Operación Movilización (con quienes fuimos a Europa en 1975), y probablemente a otros. En este tiempo, nosotros no nos iríamos en esas direcciones, pero en aquel tiempo no sabíamos otra cosa mejor, siendo jóvenes en el Espíritu. Sin embargo, el Señor no nos reprendió, y no nos negó ninguna cosa buena. En nuestras conciencias, le estábamos dando a Él. Él no nos enfatizó dónde debíamos dar, solamente que debíamos dar, y que deberíamos esforzarnos por aprender dónde y cuánto dar.
¿Qué íbamos a hacer al año siguiente? ¿Daríamos más que el año anterior? ¿Lo mismo? ¿Menos? ¿Setenta, ochenta, noventa por ciento? Se lo preguntábamos al Señor. En ese tiempo se nos mostró que todo lo que teníamos era del Señor… todo. Nuestras vidas eran Suyas, y nada de lo que considerábamos nuestro era nuestro solamente. Todo era Suyo. Si le pertenecían nuestras vidas, ¡cuánto más todo lo relacionado con las mismas!
Ese año, dimos según fuimos guiados. No diezmamos más. Vino un predicador a nuestro pueblo en 1977 (Dauphin, Manitoba) para hacer reuniones de carpa. En ese tiempo estábamos rebuscándonos con centavos, viviendo en un viejo apartamento, la pesadilla de Dauphin, Manitoba. A la gente le daba pena identificarse con nosotros por esa razón, aparte del hecho de que estábamos profesando abiertamente que éramos creyentes en Cristo. Yo le di un pago de mi sueldo entero a ese predicador. Él quedó muy agradecido, y él tenía necesidades de las que nosotros ni sabíamos. Se llamaba John Poepke, de Michigan. Nosotros dimos gracias.
Desde ese día en adelante, no volvimos a andar juntando centavos sino que nuestra cuenta bancaria empezó a crecer, aunque mi ingreso era mínimo. Pronto vendría el día en que usáramos ese dinero para viajar a Israel, por mandato del Señor, para liberar a un alma de sus problemas, un alma con quienes ustedes han tenido el gozo de comunicarse hasta hoy. Él se ha convertido en nuestro amigo, y no sólo un amigo, sino un hermano y colaborador en Cristo.
Conocimos a Paul en Israel en 1979. Él dejó a su esposa y todo lo que tenía con ella, por obedecer a Dios. Por lo tanto, financieramente, aunque salía con sus necesidades, él tenía poco y vivió en pobreza hasta 1987 cuando él comenzó a darnos el diezmo en el Señor. Entonces el Señor comenzó a bendecirlo financieramente, de modo que en poco tiempo él se convirtió en uno de los más exitosos vendedores de máquinas de negocios en Montana. Él diezmaba generosamente y el Señor le dio a él generosamente. Por un tiempo, él reaccionó en amargura contra el Señor, se fue por su camino, dejó de dar y volvió a tener poco o nada. Él puede contarles más al respecto.
Cuando mi hermano y su familia con seis hijos vinieron de Toronto a Lethbridge para someterse a mí en el Señor, ellos no tenían nada, y quiero decir nada. Tenían una vieja van, oxidándose (como muchos carros del este), con el tablero y la tapicería destruidos, un pequeño y viejo remolque deshaciéndose, la mitad de las cajas con pañales desechables, y la otra mitad con todas sus pertenencias muy humildes. Él, su esposa y sus hijos andaban en harapos, los niños enfermos. En Toronto, él había trabajado por siete dólares la hora como carpintero, mientras otros trabajaban por treinta, y ni siquiera los clientes le estaban pagando. Él tenía seis meses de renta atrasados en su casucha en los barrios de Toronto.
El diezmo debe darse por pura fe, sin esperar recompensa.
Cuando ellos llegaron aquí a estar bajo nuestras alas, comenzaron a aprender a vivir, a diezmar de sus ingresos y a manejar negocios, etc. Muy pronto ellos prosperaron en muchas formas. Para hacerles corta la historia, eventualmente ellos se apartaron del Señor, pero al irse, tenían más que cuando se volvieron hacia Él.
Cuando ellos dejaron de darnos los diezmos a nosotros, el Señor dejó de darles negocios e ingresos a ellos; en el momento que daban (y a veces fue casi literalmente en el momento), el Señor les proveía. En otros tiempos cuando dejaban de diezmar, el Señor no les cortaba los negocios, pero nunca les ajustaba, ¡sin importar cuánto ganaran! Sus cuentas por pagar siempre se comían sus ingresos. Así es como funciona. Uno puede entenderlo en el papel, pero los resultados son bastante misteriosos.
Los Benson podrían contarles su propia historia.
Sí, estas son breves historias sobre nuestros diezmos. El diezmo debe darse por pura fe, sin esperar ganancia, sin esperar ningún tipo de recompensa. En efecto, se trata de un sacrificio, sin esperanzas de recuperarlo.
El diezmo es un reconocimiento de la soberanía de Dios, de que Él es el proveedor de todas las cosas. Es un honor hacia Él, un acto de fe en el que declaramos, “Sí, el Señor es mi Proveedor en todas las cosas. Él es capaz de proveer lo que sea que yo necesite o desee. Deseo honrarlo a Él con la sustancia que sólo Él me ha dado. No ha sido ni mi jefe, ni la caridad, ni el gobierno, ni mis propias habilidades y astucia, ni mi educación, ni mis padres, ni nada ni nadie más que el Señor Quien me ha dado todo lo que tengo, y Él está por encima de todas las cosas.”
Es un reconocimiento de que valoramos lo espiritual más que lo físico, lo celestial más que lo terrenal, y de que deseamos decirles a quienes el Señor ha enviado para ministrarnos las cosas espirituales, “Bendito el que viene en el Nombre de Señor,” no sólo de labios, sino con nuestras propias vidas, incluyendo nuestra sustancia terrenal. (Sin embargo, tengan en mente que el Señor prefiere la obediencia antes que el sacrificio.)
¿Dónde debes dar? Nosotros somos el alfolí, si puedes recibir eso. ¿Necesitamos nosotros tu dinero? No en el sentido que podría pensarse. En verdad, nosotros tenemos más que suficiente, mucho más que tú. Tú tienes muy poco, en realidad. Tú eres viuda, viviendo con una pensión de viuda. Pero ahí tenemos en los Evangelios la historia de la viuda que dio sus dos blancas, y a quien el Señor aprobó por lo que dio, no por el dinero, sino por su fe.
Yo sí creo, de acuerdo con Malaquías 3:8-12 (léelo por favor), que el Señor tiene guardada una bendición para ti, una gran bendición, en lo que creas y respondas a estas verdades que ahora escribo en esta carta para testimonio a todos. Si estoy equivocado, que el Señor lo muestre. De hecho, si estoy equivocado, y en maldad, que Él me destruya. Yo no tengo placer en recibir tus diezmos sólo por el dinero, y si así fuera, en algún lugar escondido en mi corazón, que Él me destruya, digo, que Él me destruya completamente. Si estoy equivocado, ya me desprecio a mí mismo por la sola posibilidad de estar equivocado en esto. Pero estas son las cosas que he entendido ahora, de la manera que las entiendo, y no puedo hacer otra cosa.
Digo estas cosas para todos aquellos que tienen oídos para oír y corazones para obedecer. Que el Señor les bendiga y les dé un discernimiento seguro, entendimiento y fe, para actuar sabiamente y no en necedad. Amén.
No nos permitamos ni por un momento adorar a mamón. Adoremos al Dios verdadero.
A propósito, yo dije que nosotros somos el alfolí, nuestro ministerio aquí entre los que creen. En verdad, estamos viendo suceder varias cosas aquí, por las cuales un día habrá provisión para algunas o para muchas cosas, así como la hay aun ahora, para aquellos a quienes el Señor escoja. ¿No han participado ya de esa abundancia muchos de ustedes, aunque sea sólo en parte? Tú, Lois, Trevor y Mark, ¿no es así? Tú, Paul, ¿no es así? ¡Sí, es verdad! Y habría habido gran provisión para otros también si hubieran creído. ¿Recuerdan “El Arnés del Señor”? Para los que se han sometido a ese arnés, ha habido gran provisión, pero para quienes han escogido su propia libertad, gran necesidad.
Que Dios nos permita siempre caminar en la verdad, no engañados como muchos, atraídos por la concupiscencia de sus apetitos carnales, engañando y siendo engañados, destruyéndose a sí mismos. No adoremos a mamón ni por un momento. Adoremos al Dios verdadero, al Creador de todas las cosas, Quien se entregó a Sí mismo por nosotros gratuitamente. Adorémosle a Él en Espíritu y en verdad, así como Él lo requiere de nosotros. Amén.
Por favor lee las siguientes Escrituras: Malaquías 3:8-12; 2 Corintios Capítulos 8 y 9; 1 Timoteo 5:17-18; Lucas 21:1-4; Deuteronomio 16:17; Romanos 12:8; 1 Corintios 16:2; Levítico 14:30; Esdras 2:69; Génesis 14:20; 28:22; Levítico 27:30; 2 Crónicas 31:5.
Hay muchos más versículos sobre el diezmo, las ofrendas, los sacrificios y las dádivas. Con que leas estos pasajes es suficiente por ahora, y si tú deseas buscar otros, por favor hazlo.
Él sabía que era a Él a Quien le dábamos. Al hacerlo así, nunca nos faltó nada.
Desde los principios de mi juventud espiritual, el Señor me enseñó a traerle los diezmos y las ofrendas a Él. Mientras que Él nos bendecía cuando dábamos, Él nunca nos reprendió por diezmar y traer ofrendas, no, ni una sola vez. Sí, inicialmente fue dentro, por y a través de los sistemas de iglesia que Él lo hizo. (Los sistemas de iglesia tienen cosas verdaderas.) Pero yo fui grandemente bendecido por medio del diezmo, y aunque le dimos a personas y organizaciones a quienes no les daríamos hoy, habiendo sido inmaduros e ignorantes en ese tiempo, el Señor honró esos diezmos y esas ofrendas, bendiciéndonos, financieramente y de otras formas. Él sabía que le estábamos dando a Él. Al hacerlo así, nunca nos faltó nada.
En su momento, nosotros aconsejamos a otros a hacer lo mismo. Ellos también fueron bendecidos en muchas formas. Cuando daban en fe, eran bendecidos, pero cuando retenían, no les iba bien. Paul and Lois podrían contarles sus propias historias sobre este tema, aunque yo podría darte una perspectiva sobre ellos que tal vez ellos no podrían dar.
Algunos enseñan hoy que igual que el Templo y el sacerdocio levítico, los diezmos terminaron. El pueblo les traía ofrendas y diezmos a los sacerdotes y así se sostenían ellos en su servicio en el Tabernáculo y en el Templo hasta el día de Jesucristo cuando esas cosas dejaron de ser. Sin embargo, si los diezmos y las ofrendas perdieron su validez, ¿por qué el Señor nos ha bendecido a nosotros y a otros al continuar con los mismos?
Por otra parte, los diezmos no estaban limitados a la observancia del sistema religioso de Dios en el Viejo Testamento. Miles de años antes, Caín y Abel trajeron sacrificios a Dios; Noé, dice allí, trajo ofrendas quemadas. Abraham dio un décimo (diezmo) a Melquisedec, mucho antes del Tabernáculo y antes que fuera instituido el sacerdocio. También Jacob hizo pacto con el Señor de darle el diezmo de todo lo que recibiera si Dios estaba con él. No tengo duda de que Dios estaba con él, no dudo que Jacob lo sabía, y no tengo duda de que Jacob haya cumplido con su voto. Entonces vemos que el diezmo no se limitaba a la existencia del sacerdocio levítico que vino después de Abraham y de Jacob.
Si el sacerdocio de Melquisedec continúa, el acto de diezmar también continúa.
El Nuevo Testamento hace silencio, hasta donde yo veo, sobre el tema de los diezmos. Sí habla de ofrendas, de apoyar a los ministerios, exhortando a quienes son ministrados a que honren con su sustancia a aquellos que los ministran. También habla de ayudar a los hermanos cuando estaban en necesidad, como cuando los hermanos en Jerusalén pasaban por una hambruna. En el libro de Hechos vemos también que había viudas con necesidad de que la iglesia las apoyara, lo cual ocurría siempre y cuando ellas anduvieran en santidad, que fueran de buena reputación y que ministraran para las necesidades de otros y que estuvieran muy mayores como para sostenerse solas. También se habla de limosnas, es decir, de dar a los pobres en general, creo yo.
Cuando digo, “creo yo,” parece haber dudas en mi mente sobre si había que darles a todos y a cada uno de los pobres. A los que estaban en el Señor, a los hermanos, ciertamente hay que ayudarlos. También, no tengo duda de que a los que no están en el Señor, igualmente hay que ayudarlos en algunos casos, pero siendo guiados por el Señor.
Hay casos en los que no hay que darles nada a algunos, sea porque el Señor está haciendo algo con ellos y podríamos estar interfiriendo, o por otra razón. Por supuesto, eso también se aplica a aparentes creyentes, como fue el caso contigo y con Pascal, Ingrid. Allí estaban sucediendo algunas cosas que nos detenían de dar como podíamos haberlo hecho. Ahora ya sabemos por qué.
Hay un lugar en el Nuevo Testamento donde los diezmos se mencionan hasta cierto punto. Es donde se menciona que Abraham dio los diezmos a Melquisedec. Ahora, Jesús es conocido como sacerdote según el orden de Melquisedec. Mi conclusión, aunque no pueda garantizarla, es que si Melquisedec recibió los diezmos, aunque no era un sacerdote levita, el diezmar no se limitaba al sacerdocio levítico. Y si el sacerdocio de Melquisedec continúa hasta hoy, y así es, debemos considerar que el acto de diezmar también continúa.
Nosotros somos llamados a poner nuestras vidas y dar.
Entonces surge la pregunta de quién es Melquisedec y cómo es que debe ser honrado, si es que será honrado, con los diezmos. Creo que Melquisedec está en Jesucristo, o, como testifica la Biblia, Jesús es un Sacerdote según el orden de Melquisedec. Los que están en Cristo y en el sacerdocio son parte de Melquisedec. ¿Significa eso que todos los creyentes? Tal vez sí. ¿O significa que algunos escogidos son llamados como sacerdotes y ministros para el resto del Cuerpo de Cristo?
Si nos vamos a la tipología del Viejo Testamento, había doce tribus en Israel, pero una tribu recibía los diezmos y las ofrendas de las demás. Creo que el mismo principio se aplica en nuestra posición presente como lo menciono más adelante en esta carta. Los diezmos y las ofrendas son para los ministros, así como Abraham dio su diezmo a un sacerdote, y así como el pueblo traía de su sustancia a los apóstoles, poniéndolo a sus pies.
Yo creo que en el Cuerpo, están los que han sido escogidos para ministrar al resto del Cuerpo en asuntos espirituales (Efesios 4:11-16; 1 Timoteo 5:17,18), que el resto del Cuerpo debe honrar a quienes han sido puestos en autoridad sobre ellos, tanto en palabra como en hechos, espiritual y físicamente (incluyendo financieramente), según el Señor guíe y provea.
En cuanto al Cuerpo de Cristo como un todo, es para ministrar al resto del mundo, a los incrédulos, según Dios inspire, ordene, dirija, conceda hacer, pero nosotros no requerimos nada del mundo en ningún momento excepto en asuntos mundanales como en los negocios. Tampoco está el mundo obligado para con nosotros en cuanto a lo espiritual. Somos llamados a poner nuestras vidas y a dar. Cuando ellos crean, ellos nos honrarán, en todas las formas.
Un problema que existe, al igual que en todos los asuntos, es que siempre existe lo falso así como lo verdadero. Están los que enseñan falsedad sobre el tema, y requieren que otros les den a ellos cuando claramente no tienen el derecho a recibir. Ellos no tienen nada que ver con el Señor Jesucristo.
Igualmente, aquellos que son legítimos están para ministrar no por lucro sucio, sino porque han sido enviados a hacerlo, sin requerir ningún pago, confiando en el Señor que Él les provea. Y Él lo hace; Él de verdad lo hace. Él es fiel y les paga verdaderos salarios a Sus siervos, y abundantes más allá de la imaginación.
A Dios no le agrada que los sacrificios se hagan donde a uno le dé la gana.
Sin embargo, todos podemos caer o desviarnos buscando y sirviendo a mamón. Dios me libre de escribirle estas cosas a cualquier persona con la motivación secreta de ganancia financiera. Es por eso que todo este tiempo yo he vacilado en decirles cualquier cosa a ustedes. Que el Señor juzgue estas cosas y nos libre a ambos de ofenderle a Él y más bien nos conceda glorificarlo a Él en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.
En verdad, yo no necesito su dinero, pero tal vez ustedes necesiten honrar al Señor con su sustancia, en cualquier forma que tengan capacidad. El Señor les mostrará lo que es bueno y correcto.
Una cosa más: Hay Escrituras que nos instruyen diciendo que Dios no se agrada de que los sacrificios se hagan donde a uno le dé la gana, sino que deben hacerse en el lugar que Él escogiere. Deberíamos escudriñar esas Escrituras y especificarlas para ustedes, y así lo haremos, Dios mediante: Deuteronomio 12:13-14, 17-18, 26:2.
Creo que sería productivo si tú discutieras estas cosas con Paul y Lois, con Mark y Trevor. Quizás a ellos se les conceda decirte cosas que puedan confirmar o negar lo que he estado diciendo. Aun ahora me siento renuente, aunque hoy finalmente aquí lo tienes, a hablar de este asunto.
Todos necesitan considerar esta enseñanza. Y creo que acabo de recibir del Señor que yo he estado reteniendo esta enseñanza sin una buena razón, y que al hablarla para todos los interesados, el Señor abrirá las ventanas de los Cielos y derramará una bendición al movernos nosotros en obediencia. Si hay algún culpable aquí, ese soy yo, por no hablar como debí hacerlo hace mucho tiempo. Con las duras experiencias y las revelaciones que yo he tenido sobre mí mismo en cuanto al dinero, he estado muy renuente. Si les he hecho daño, por favor perdónenme.
Que el Señor les conceda sabiduría en todo este asunto.
Víctor Hafichuk
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero