La Reconciliación de Todas las Cosas

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“Por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz, por Él reconciliar todas las cosas a Sí Mismo, por Él, digo, ya se trate de las cosas en la tierra o en el cielo.” (Colosenses 1:19-20)

Es un trabajo tan duro poder conciliar las doctrinas de los hombres – como el tormento eterno, la separación y la aniquilación eterna – con las palabras inspiradas por el Espíritu de Dios. La intención de Dios Todopoderoso, como se revela en las Sagradas Escrituras, siempre ha sido la de reconciliar todas las cosas Consigo Mismo. Y si bien las intenciones de los hombres no siempre se cumplen, no hay duda de que Dios no sólo es plenamente capaz de hacer lo que Le plazca, sino que no hay mayor poder que Su voluntad y el poder de Su resurrección, y no hay nadie más puro de corazón y motivos que Él. ¡Para Él, el único sabio Dios y Señor Jesucristo, sea la gloria y la alabanza por siempre!

Esta preeminencia les da poder a los hombres en el reino carnal y mundano.

¿Por qué, oh por qué, los hombres que profesan una creencia en Él en todo lugar y que promocionan la veracidad y el carácter sagrado de las Escrituras no habrían de publicar a los cuatro vientos con gran regocijo esta maravillosa verdad de Su plan para la reconciliación de todas las cosas? Una de las razones es porque tal verdad niega por completo cualquier mérito por parte de la humanidad, de la cual todos tienen necesidad de la reconciliación que no viene por los esfuerzos del hombre, sino sólo como un don de Dios. Los hombres religiosos (y todos hemos sido, de una u otra manera, religiosos) desean tener el primer lugar y decir que es a causa de lo que ELLOS hicieron que tienen favor, aunque acomoden la expresión en términos que la hagan parecer como que Le dan la gloria a Dios. Esta preeminencia les da poder a los hombres en el reino carnal y mundano y no Le da la gloria a Dios en absoluto, sólo al hombre.

Lo que la persona religiosa viene diciendo, en efecto, es lo siguiente: “Dios me ha salvado porque Él sabía que había algo bueno en mí. En cuanto a ti, Lo rechazaste porque Él ya lo sabía y había decidido que tú no eras apto para Su gracia y favor, y más bien mereces un castigo que no tiene fin (o simplemente serás aniquilado). Los pocos de nosotros que Lo aceptamos a Él daremos gracias en el Cielo porque no fuimos tan duros y perversos como para no alcanzar este estado que otros como tú no lograron.”

¿Habrá alguna idea que ensucie más completamente el Nombre de Dios y Su carácter que esa que Le atribuye todo poder y gracia a Él, pero que declara que Él relega a gran parte de Su creación a ser atormentados interminablemente? Afirmar que es puramente un don de gracia el que trae salvación, y todavía creer que Dios desea no sólo retener ese don de aquellos a quienes Él también podría concedérselo, sino que también opta por torturarlos durante tanto tiempo que un millón de años es solamente el comienzo, ¿no es algo locamente diabólico? Pensar que un Omnipotente Creador y Gobernante podrían traer criaturas a la existencia sabiendo, no digamos planificando, tal destino, es atribuirle a Él una insensibilidad y crueldad que es inimaginable. Para los hombres sí es imaginable porque, después de todo, ellos construyen esa idea. Por lo tanto, no sólo es imaginable sino que está documentada.

La única manera de salir de esta trampa diabólica es el Señor Jesucristo Mismo.

La idea de la aniquilación es ciertamente un fin más digerible, pero no es mucho mejor en cuanto a dar la gloria a Dios. Jesús dijo que “Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3:17). Como todos lo hemos escuchado: “Porque de tal manera amó Dios al mundo…” ¿Qué tan exitosa es la aniquilación como amor y salvación de parte de Aquél que es declarado el Dador y Sustentador de todas las cosas y de la vida misma? (¿Es eso lo que usted desea para sus seres queridos?) El Señor resucitado declara que Él tiene las llaves del infierno y de la muerte (Apocalipsis 1:18). Entonces, ¿cómo es que esas cosas tienen más poder que Él?

Volviendo a eso de que los hombres se escogen a sí mismos y asumen una posición superior en función de su capacidad intrínseca para recibir a Dios, el razonamiento lógico es que si ellos merecen o son capaces de ser guardados y favorecido por Dios, ¿quién es usted para no reconocerlos? Si representan o son parte de una organización que tiene esta posición especial, usted debe honrarlos a ellos; de lo contrario, su lugar de no-descanso final será el montón de escoria ardiendo. Usted debe validarlos a ellos si usted quiere la posibilidad de escapar de los horrores presentados o asumidos como provenientes del Creador todopoderoso.

Ahora, yo les digo que todos ustedes están atrapados por este razonamiento diabólico sea que ustedes estén en el grupo de los que creen adorar a Dios o en el de los que no dicen creer nada. Este razonamiento impregna el aire que ustedes respiran y su capacidad de reconocimiento, ya sea en positivo o negativo, dándole poder y honor sólo a la bestia de la santurronería religiosa del hombre. Hay una y sólo una manera de salir de esta trampa diabólica, y esa es el Señor Jesucristo Mismo. Si creemos en Él y continuamos en Su palabra entonces será como Él dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Para alabanza a Dios Todopoderoso, Sus pensamientos y caminos no son los pensamientos y caminos de los hombres. Como escribió Isaías: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será Mi Palabra que sale de Mi boca; no volverá a Mí vacía, antes hará lo que Yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:9-11)

“Hemos visto que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.”

¿Y qué dice Su Palabra?

“Todas las naciones que has hecho vendrán y adorarán delante de Ti, oh Señor, y glorificarán Tu Nombre” (Salmo 86:9).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.” (Juan 3:16-17)

“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.” (1 Juan 4:14)

“El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9)

“Todos los confines de la tierra se acordarán y se volverán al SEÑOR, y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti.” (Salmo 22:27)

“…dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el Cual se había propuesto en Sí Mismo; que en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, había de reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en el cielo, como las que están en la tierra, aun en Él.” (Efesios 1:9-10)

“…El Cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad… el Cual se entregó a Sí Mismo en rescate por todos, para ser testimonio a su debido tiempo.” (1 Timoteo 2:4,6)

“…para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:10-11)

Ahí tenemos no solamente las intenciones de Dios claramente establecidas, sino que Él también las presenta como hechos. Ahora, ¿cree usted que los hombres que estén gimiendo y rechinando los dientes estarán confesando a Jesucristo como Señor, para gloria de Dios? ¿Un forcejeo cósmica para arrancarles una confesión con los dientes apretados? De ninguna manera. Las Escrituras, inspiradas por el Espíritu de Dios, dicen: Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios (Señor), Dios habita en él, y él en Dios” (1 Juan 4:15). Y de nuevo, “Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios Le levantó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

De la creación se dice varias veces que “Dios vio que era bueno.”

“Nadie puede llamar a Jesús Señor, si no por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). No estamos hablando de adoración de labios aquí, la cual muchos dan (Mateo 15:8) pero que no glorifica a Dios. No, esto es real, inspirado del conocimiento de Dios de corazón. Todos vamos a saber Quién es Él y qué ha hecho Él. “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Señor,’ porque todos Me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande de ellos, dice el Señor. Porque Yo perdonaré su iniquidad y no Me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). Y de nuevo: “He aquí Él viene con las nubes, y todo ojo Le verá, y los que Le traspasaron y todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él. Así sea, Amén” (Apocalipsis 1:7).

Sí, habrá lamentación, pero con propósito santo para arrepentimiento, no dolor sobre dolor sobre dolor sin ninguna salida. “Porque la tierra será llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). Y, “Todos los confines de la tierra se acordarán y se volverán al Señor; y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti” (Salmo 22:27). Por favor, pregúntese qué tan completamente las aguas cubren el mar, o quién queda excluido cuando todos los linajes de las naciones y los confines de la tierra se están volviendo y adorando al Señor de los ejércitos.

Las Escrituras están llenas del registro dado por Dios sobre Su voluntad para la creación. Su carácter lo impregna todo, porque es conociendo Su carácter que también conocemos Su voluntad. El registro es desde el principio, como lo dijo Pedro, “…(el Señor Jesucristo) a Quien el Cielo debe recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de Sus santos profetas que han sido desde el principio del mundo” (Hechos 3:21).

Entonces, ¿qué se ha dicho, comenzando desde el principio? De la creación se dice varias veces que “vio Dios que era bueno.” Y cuando la hubo terminado (que concluyó con el hombre), se resume: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31).

Si no tuviéramos más testimonio que ese, ¿no lo dice todo ahí? ¿Cómo puede la creación denominarse buena si está destinada en gran parte a la destrucción y al tormento como fin? ¿Especialmente cuando el Creador es tan poderoso como para crear todas estas cosas, sabiéndolo  todo, existiendo más allá del espacio y el tiempo? Y ¿cómo puede esa imagen de derrota conciliarse con el registro de que, “lo dilatado de Su imperio y la paz no tendrán fin…” (Isaías 9: 7)?

El primer evento del hombre y la mujer registrado en las Escrituras es el pecado de Adán donde él desobedeció el mandamiento de Dios. Note en Génesis 3 que Adán no se arrepintió. Él culpó a Dios y a su esposa (“la mujer que  me diste”). ¿Mandó Dios a Adán a sentarse en un banquillo ardiente eterno para que pensara en lo que había hecho y con lo que había cargado a su progenie y a toda la creación? No, Él lo protegió físicamente (haciéndole túnicas de pieles) y espiritualmente (manteniéndolo lejos del árbol de la Vida en su estado caído).

De este Adán, Pablo escribe que a través de su ofensa la muerte reinó. Él prosigue diciendo que el don de la gracia por medio del segundo Adán, Jesucristo, es mayor que la condena del primero. “Porque ciertamente el juicio vino por uno para condenación, mas el don es de muchos pecados para justificación” (Romanos 5:16). ¿Qué es mayor, un pecado que somete a toda la humanidad a la maldición de desobediencia e independencia la cual viene por comer del árbol del conocimiento, o el acto de obediencia al entregar la vida que redime no sólo a Adán, sino a todos los pecadores después de él? El pez que se traga al otro pez es el mayor, ¿no? Igual es aquí.

¿Qué pasó con lo de que todo era bueno?

“Y por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden… Y cuando todas las cosas estén sujetas a Él… para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:21, 22, 23, 28). Si esto no lo abarca todo, ¿qué lo abarca? “Todo” y “todos” no incluye ¿qué o a quién? Y observe que todo se someterá a Él. Todos han estado en rebelión y han festejado el ser independientes de Dios. Todos serán sometidos. No por las tácticas de miedo de los hombres, sino por la experiencia del mal y de la revelación del Dios justo que vino como hombre y se entregó por nosotros para que tuviéramos vida. Entonces nosotros ya no comemos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, el cual trae muerte, sino que vivimos en y por el Árbol de la Vida, el Señor Jesucristo Quien dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53).

Además, el pecado y la caída de Adán no fue un descuido cósmico, como que si esta nueva criatura hecha a imagen de Dios le hubiese lanzado una llave de tubo a la obra de Dios. De ninguna manera. De Él se dice: “En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito de Aquél que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad…” (Efesios 1:11). Él está en control total. Los hombres tienen todo al revés. No somos nosotros, sino Él, Quien está totalmente a cargo. Y los hombres también tienen al revés lo de la caída de la creación. “Porque las criaturas fueron sujetadas a vanidad, no voluntariamente, sino por causa de Aquél que las sujetó en esperanza, porque las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de corrupción, en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (Romanos 8:20-21).

Moviéndonos desde Adán tenemos luego a Caín, que asesina a su hermano porque el sacrificio de su hermano fue aceptado por Dios y el suyo no. Caín fue religioso y precursor de los religiosos que apedrearían a los profetas y crucificarían a Cristo. ¿Y qué hizo Dios con Caín, lo desolló vivo? No, Él puso una marca sobre él para que pudiera vivir. Algunos podrían pensar que eso fue sólo como castigo, pero Caín también fundó una ciudad y tuvo descendencia. ¿Por qué tolerar al malhechor otro momento, si usted es todopoderoso? No, amigos, había propósito al guardar a Caín y no era para posponer una futura tortura. Los caminos de Dios son mucho más altos.

A partir de ahí la corrupción se extendió sobre la tierra y se llenó de violencia (de una palabra hebrea que significa “ganancia injusta”). ¿Suena familiar? Y el Señor dijo: “Voy a destruir a los hombres que he creado de sobre la faz de la tierra… porque Me arrepiento de haberlos hecho” (Génesis 6:7). ¿Qué pasó con lo de que todo era bueno? Si todo se hubiera detenido allí, esa sería una objeción legítima a lo que ya se ha dicho aquí. Sin embargo, la siguiente línea responde a todas: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Dios.”

Él elige a lo débil y necio para que se sepa que es Su poder.

La gracia es ¿qué cosa? ¿Ganada, sudada, descubierta, alcanzada? No, es un don de Dios. No fue Noé sino Dios que determinó salvar al hombre. Sí, Él estaba enojado y todavía lo está con los malos pensamientos e imaginaciones de los corazones. Él es tan grande que Él está dispuesto a soportarlo todo para la gloria de lo que Él ha creado y lo cual Él redime. Él dio gracia e hizo que un hombre cumpliera Su voluntad. Ese es el patrón a lo largo de la historia.

Así que Noé y su familia se salvan y todos los demás son destruidos en el diluvio, todos consignados al infierno para siempre, ¿verdad? Pero, ¿qué es esto que Pedro nos dice, lanzando al caos toda certeza de tal noción?

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.” (1 Pedro 3:18-20).

No estaban terminados del todo como los hombres enseñan.

“Por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas Consigo; así las que están en la tierra como las que están en el cielo” (Colosenses 1:19-20).

Por lo tanto Él predicó a los espíritus encarcelados.

Estoy convencido de que podríamos pasar el resto de nuestras vidas mirando cada versículo en la Biblia que refleja la voluntad de Dios y Su gracia. Eso muestra lo maravillosamente completo que es este tema. Necesariamente voy a seguir adelante y daré un ejemplo más.

Abraham fue llamado solo. Él fue el hombre elegido por Dios en el que todas las naciones serían bendecidas. Los hombres aman los números y se impresionados por ellos; Dios hace cosas que parecen tontas y débiles. Igual es en la actualidad. Es Su obra y gloria, no la del hombre. Él elige lo pequeño, lo débil y lo necio para que se sapa que es Su poder y no el del hombre.

Dios, viendo cómo Abraham fue bendecido por Él, decidió contarle a Abraham que Él iba a destruir Sodoma y Gomorra. Abraham, preocupado por su sobrino, Lot, preguntó: “¿Destruirás también al justo con el impío?” (Génesis 18:23). La pregunta era retórica. Lot, como Noé, halló gracia delante de Él (es la obra de Dios) y fue librado, mientras que las ciudades fueron destruidas por el fuego del cielo. De este evento Judas escribe: “…Como Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que ellos, habiéndose dado a la fornicación e ido en pos de carne extraña, fueron puestas por ejemplo; sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7). Eso significa que fueron destruidos por el fuego y ahora están quemando en el infierno, para siempre, ¿correcto?

Dios se deleita en el juicio; ¿por qué? ¿Para poder ver a la gente retorcerse en tormento?

Incorrecto. Cuando el fuego consume todo lo que puede ser consumido, ha quemado eternamente, o para siempre. Si yo quemo un pedazo de papel para siempre, el tiempo involucrado es breve. Los calificadores de eterno y para siempre abordan la minuciosidad del trabajo, no el tiempo de duración. Esto se demuestra por las palabras del Señor Jesús mismo.

Y tú, Capernaum, que hasta el cielo eres levantada, hasta el infierno serás derribada; porque si en Sodoma hubiesen sido hechos los milagros hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo, que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:23-24 RVG).

Si el Señor hubiese hecho en Sodoma lo que hizo en Capernaum, ellos se habrían arrepentido. ¿Cómo puede alguien decir que si el arrepentimiento es posible para alguien (y el Señor no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento, según 2 Pedro 3:9), Él aun así consignaría a los pecadores, los cuales se podrían salvar, a una condición de tormento sin fin? Es simple: no se puede decir eso.

Esto se confirma en la segunda parte de la Escritura que está en negrita, que será más tolerable en el día del juicio para Sodoma que para aquellos que rechazaron al Señor después de ver sus grandes obras, y todavía no creyeron. La razón por qué el juicio puede ser más tolerable para algunos es que el juicio es para corrección, y por lo tanto es impuesto en diversos grados, según sea necesario. Ustedes que tienen hijos y los disciplinan, no lo hacen con un enfoque único para todos, sino que tratan de adaptar el castigo a la necesidad de cada niño para que puedan aprender. Ustedes, que son pecadores, aunque hechos a imagen de Dios, ¿creen que Él lo hace diferente?

Déjeme hacerle unas preguntas muy sencillas: ¿Si usted pudiera planear tener 20 hijos, amándolos a todos, sabiendo que sólo uno podría vivir para tener paz y prosperidad, mientras que los otros 19 arderían para siempre en terrible tormento, llorando, gritando, retorciéndose infinitamente, ¿tendría usted a esos niños? Y ¿podría estar en paz usted con ese único, sabiendo que los otros 19 están sufriendo horriblemente cuando usted primeramente podría haber tomado la decisión de no tenerlos? ¿Podría ese uno ser capaz de disfrutar total satisfacción y placer con usted? ¿Le agradaría a usted que ese uno sí pudiera olvidarse completamente de aquellos que seguirían existiendo en tormento? Yo sin duda sé cuál sería mi respuesta. Ahora, usted puede decir: “Bueno, eso es lógico. La lógica no es el camino por el cual juzgamos estas cosas.” Yo no estoy de acuerdo. Dios nos ha dado nuestra mente y nos ha dado la capacidad del razonamiento, la cual puede ser pura y efectiva sólo cuando es limpiada y enseñada por Él. Sin embargo, nosotros le ofrecemos a usted no sólo razón, sino el testimonio de las Escrituras.

El Señor Jesucristo murió por nosotros cuando todavía éramos Sus enemigos.

¿Por qué Dios se deleita en el juicio? ¿Para poder ver a la gente asándose y retorciéndose en tormento? Dios no permita que alguien piense que sí. Él nos dice: “Apártate del mal, y practica el bien;
así vivirás para siempre. Porque el Señor ama la justicia…” (Salmo 37: 27-28). Él ama el juicio porque el fin del mismo es la justicia, la paz, la alegría, la vida eterna. Ese es el testimonio entero de las Escrituras.

“Den gracias al SEÑOR por Su misericordia y por Sus maravillas para con los hijos de los hombres.” (Salmo 107:8,15,31)

Son sólo los hombres que guardan rencor en contra de su prójimo por los males que les han hecho (sea en realidad, o incluso sólo percibidos) quienes piensan en términos de tormento y de un castigo sin fin. No es Dios; eso nunca entró en Su mente. Eso es totalmente contrario a Su naturaleza. El Señor Jesucristo murió por nosotros cuando todavía éramos Sus enemigos. Esa es Su naturaleza. Un hombre podría dar su vida por un amigo querido o familiar, “pero Dios muestra Su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Él no murió por los justos.

Los religiosos santurrones aborrecen escuchar que Dios va a restituir todas las cosas. Les ofende. Les quita su sentido de importancia, recompensa, sacrificio y venganza contra quienes se les han opuesto. La restitución niega sus obras (recuerde a Caín). Ellos exclaman: “Entonces no importa lo que uno haga si todo el mundo va a ser salvo.” Ahí mismo se descubren ellos solos de que no tienen corazón por lo que es correcto, no tienen aprecio de que lo que está bien tiene su propia recompensa, lo cual Dios quiere que sepamos y que vivamos por ello. Y a la inversa, no reconocen que el mal también tiene sus recompensas, tan seguro como que el sol se pone en el occidente. “No os engañéis, Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Gálatas 6:7).

Al final todos vamos a conocer a Dios. Sabremos que Él gobierna sobre todas las cosas, en todo momento, con completa soberanía. Todo es obra Suya. Si nos quejamos de nuestra vida es contra Él que nos quejamos. Llevado a un nivel superior, nosotros veremos, y ya vemos, que todo ha sido para bien, que Él quiso todo para bien y no para mal, y todos vamos a levantar nuestras voces para alabarlo.

Paul

Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero

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