English – Chinese – German – Spanish
Dice el salmista: “En cuanto a las obras de los hombres, por la palabra de Tus labios, yo me he guardado de los caminos de los violentos” (Salmo 17:4).
Cuando fui católico, yo nunca oí de una oración por la salvación de alguien que estuviera vivo en la tierra. La única oración por la salvación de las almas que yo había oído era la oración por los muertos que supuestamente estaban en un lugar llamado “el Purgatorio.” Aun allí, un laico no podía orar por ellos con alguna eficacia. Era la costumbre (y nos enseñaron que necesaria) tener una misa, o varias, conducidas por un sacerdote a favor de los que estaban sufriendo, las almas que habían partido. También era costumbre (y sin duda que necesario en muchos casos, si no en todos) pagarle al sacerdote por esos servicios.
¿Tenían los pecados de las almas que habían partido poco que ver con su sufrimiento?
¡Imagínese eso! Mejor aún, piense en ello sobriamente y con raciocinio, y lo mejor de todo – ¡ore al respecto! Aquí tenemos a personas que han muerto y supuestamente han ido a un lugar llamado “Purgatorio.” Digo, supuestamente, desde luego, porque nadie en la Iglesia Católica realmente sabían dónde iban las almas fallecidas, si al Cielo, al Infierno o al Purgatorio, o al supuesto Limbo. (El Purgatorio era un lugar de gran sufrimiento para expiar los pecados de uno en la tierra, con tal que esos pecados no fueran demasiado serios. El sufriente estaría en varios niveles, y eso podía tomar unos años, siglos o más, dependiendo de qué tan “mala” fuera la persona, pero también dependiendo de la intensidad y fidelidad con que orara alguien en la tierra por su liberación de ese lugar de tormento y purgación.)
¿Podía un pecador salir del Purgatorio, asumiendo que él fuera tan afortunado como para no ir directamente al Infierno para siempre si se pagaba suficiente dinero por él y se decían suficientes misas? ¿Dependía la extensión del término e intensidad del sufrimiento en el Purgatorio de lo que hicieran los amigos, familiares y sacerdotes en la tierra? ¿Tenían los pecados de las almas que habían partido poco que ver con su sufrimiento, si los sacerdotes católicos decidían algo diferente aquí en la tierra?
En ese caso, ¿podía un hombre malvado, aunque adinerado, hacer arreglos para que se les pagaran grandes lingotes de oro a varios sacerdotes por muchas misas después de su partida para asegurar su pronta liberación del Purgatorio (el lugar de fuego purgador literal)? ¡No se ría! ¡Yo he oído y leído que sí lo hacen! Y, con este tipo de doctrina anti-Cristo y anti-Bíblica, ¿por qué no podrían los hombres no regenerados salir con toda clase de ángulos e inventos para comerse su pastel y a la vez seguirlo conservando?
Por supuesto, si las almas iban al Cielo originalmente, no había necesidad de orar por ellos. Tal vez si iban al Cielo y fueron lo suficientemente buenos o santos para ser canonizados como santos por la Iglesia Católica, uno podría eventualmente orarles a ellos. Sin embargo, el proceso de canonización era tan lento que esos gloriosos santos proclamados por la Iglesia Católica estarían esperando tal vez décadas antes de que una oración les “llegara” a ellos para que supuestamente ellos pudieran responder. ¡Qué vergonzosa pérdida! La gente tal vez tendría entonces que conformarse con orarle a Dios.
Ahora si el fallecido miembro de la familia estuviera en el Cielo, y no hubiese necesidad de que la Iglesia Católica tuviera vigilias de oración y misas por él o ella, no habría dinero en eso para la Iglesia o el sacerdote. Con tales desalentadores en la mezcla, no hace falta decir que no era aconsejable para la Iglesia Católica que muchos de sus adherentes que morían fueran al Cielo. Esto dio como resultado la doctrina de “Nadie es perfecto” (contraria al mandamiento del Señor en Mateo 5:48), o por lo menos, casi nadie – ellos necesitaban unos cuantos santos, proclamados así por la Iglesia, para exaltar a la organización y demostrar el alegado poder que los sacerdotes tenían delante de Dios glorificando y canonizando santos. Ellos usurpan la autoridad espiritual temporal en la tierra coronando reyes, y la autoridad espiritual en el Cielo canonizando santos.
Este favorable poder causaría asombro en el pueblo, quienes luego creerían la mentira de que los sacerdotes podían oficiar misas y coaccionar o persuadir a Dios para que ignorara el pecado y tirara la baraja: “Tarjeta – Avance a la Salida; tome $200.” En un lado de esta locura, imagínese hacer las cosas bien en esta vida, luego Dios toma una carta de suerte en el otro mundo, y ahora esa alma tiene que pagar el doble por el servicio de calor en el Purgatorio.
¿Es Bíblicamente correcto orar por la salvación de los vivos?
Yo he estado severamente en desacuerdo. Al pensar en estas cosas, me di cuenta que el mundo cristiano presumiblemente basado en la Biblia tiene doctrinas que son a menudo idénticas o cercanas a las de la Iglesia Católica. Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de cómo todas las iglesias cristianas nominales organizadas y formales son iguales (Dios me lo dijo en 1975 y yo lo he venido viendo desde entonces).
En su mayoría, los evangélicos no creen en la oración por los muertos, y ellos tienen razón en eso; es un error. Pero, ¿es la enseñanza de la oración por la salvación de los que están vivos aquí en la tierra Bíblicamente correcta? ¿Es la voluntad de Dios? Cuando yo me convertí a Cristo en 1973, los evangélicos inmediatamente me enseñaron que yo debía orar por la gente para que se salvara – por mi familia, amigos, asociados, y casi todos con quienes yo tuviera algo que ver.
¿Cuántas veces o por cuánto tiempo debía yo orar por ellos? La respuesta fue que hasta que ellos fueran salvos o hasta que yo tuviera alguna seguridad de que mis oraciones habían sido contestadas, independientemente de lo que yo mirara externamente en las vidas de esas personas por quienes oraba.
Mi lista de oración crecía a diario, y yo tenía que orar por más tiempo.
Teóricamente, yo podía estar orando por algunos, sino por todos, por el resto de mi vida (o la de ellos). Encontré que mi lista de oración crecía a diario, y cuanto más larga se hacía, más tiempo tenía yo que orar, a menos que yo desarrollara algún tipo de combo como hacen los televangelistas que arman cerros de cartas de peticiones – ah, de súplicas – como de un metro de altos, les ponen las manos, gritan, claman y hacen suficientes gestos para que Dios oiga, y de eso se trataba; el trabajo estaba hecho a favor de cientos, sino es que miles, con una estrategia de oración rápida y eficiente – algo así como poner una sustancial cantidad de explosivos en el punto correcto y volar al enemigo de un solo en vez de sacarlo con balas, uno por uno.
Se han escrito muchos libros sobre la oración intercesora (la cual es válida, si es piadosa) y sobre la oración por la salvación de otros (para la cual yo no encuentro apoyo Bíblico alguno).
Recuerdo particularmente el libro de un misionero en India, Praying Hyde, y cómo él gastó impresionante cantidad de energía y tiempo en vigilias de agonizante oración diurna y nocturna, tanto así que, en su muerte, se descubrió que su corazón físico se había torcido dentro de su cuerpo por la intensidad de su vida de oración.
O me quedaba despierto y oraba o me dormía. Yo no podía hacer ambas cosas.
Yo aspiraba a ser otro como ese hombre, no es que yo quisiera morir o terminar con un ataque al corazón, pero yo quería ver las almas cayendo arrepentidas a mis pies, como reportó él haber experimentado varias veces, supuestamente por causa de su efectiva vida de oración. Después de más o menos una hora, ya tarde en la noche, yo apenas podía quedarme despierto, y si de algún modo lograba orar tarde, yo me sentía algo incapaz de cumplir con mis deberes al día siguiente. O me quedaba despierto y oraba o me dormía. Yo no podía hacer las dos cosas a la vez. Tampoco veía una sola persona salvarse en ese tiempo, hasta donde yo sé.
¿Era de Dios Hyde? ¿Fue su historia algo para Dios? ¿Tal vez ese fue su llamado pero no el mío? ¿Tal vez él prevaleció mientras que yo fracasé? ¿Tal vez ese tipo de cosas sucedían solamente en tierras paganas? ¿Tal vez él tenía fe y yo no, o yo tenía pecado en mi vida y él no? ¿Tal vez Dios lo amaba más a él? Honestamente yo no sabía la respuesta a ninguna de estas preguntas.
Echemos un vistazo a las Escrituras sobre este asunto de orar por la salvación de las almas, nuestra maravillosa fuente autoritativa de consejo de Dios, por medio de la cual podemos responder nuestras preguntas y ser hechos libres por la Verdad.
Hace muchos años, yo llegué a la conclusión de que el consejo de orar por los vivos para que entren al Reino de los Cielos es un pariente cercano de orar por la gente que está en el Purgatorio Católico. (Digo “Católico” porque es la doctrina peculiar de ellos, no de la Biblia, y, en realidad, no existe tal lugar como ellos lo imaginan, aunque sí existe un estado o lugar para purgar nuestros pecados, por medio de fuego espiritual, y no por fuego literal, y aquí, en el presente, no en la otra vida solamente. Además, ningún hombre puede orar o comprar un alma para que salga de allí.)
Las Escrituras nos fueron iluminadas para que conociéramos la verdad.
Si esta enseñanza de la oración por las almas para que sean salvas es un error, entonces se cumplen las palabras que habló Jesús a los religiosos, a los que enseñan tal doctrina, diciéndoles:
“¡Ay de vosotros también, intérpretes de la Ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.” (Lucas 11:46 RVR)
Orar por otros era una carga insoportable para mí. Algo no estaba bien. Además, yo ni encontré ni oí de alguien más que lo hiciera con la misma frecuencia, fervor o consistencia. Entonces, cuando nosotros recibimos el Espíritu Santo el 1 de enero de 1975, las Escrituras nos fueron iluminadas para que conociéramos la verdad sobre este asunto, así como sobre cualquier otro que nos inquietara.
Las Escrituras dicen:
“La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16 RVR)
¿Sabemos nosotros por quién debemos orar?
Si orar eficazmente y fervientemente por las almas les trae salvación, si es así de simple, ¿por qué Le dijo Jesús al Padre:
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que Me diste; porque Tuyos son” (Juan 17:9 RVR) ?
Aparentemente, Su oración fue selectiva. ¿Sabemos nosotros por quién debemos orar?
“Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y predica el Reino de Dios.” (Lucas 9:60 RVG)
Si Cristo les ordena a Sus seguidores que dejen atrás a los espiritualmente muertos, ¿quiénes son los hombres para enseñarnos que debemos seguir anhelándolos en oración?
Para defender la doctrina de la oración por la salvación de otros, sus proponentes relacionan el tiempo de intercesión de Abraham por su sobrino y su familia, quienes vivían en Sodoma, una de las ciudades consideradas para la destrucción según Dios (lea Génesis 18:16-33).
¿Destruiría el Señor al justo junto con los impíos?
Pero consideremos ciertas palabras que Abraham Le habló a Dios en ese tiempo. Él dijo:
“Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de Ti el hacer tal cosa, que hagas morir al justo con el impío y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:23-25 RVG)
“Entonces respondió el SEÑOR: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor de ellos” (verso 26).
Ahora hágase usted esta pregunta: ¿Destruiría el Señor al justo con los impíos? Abraham, el amigo de Dios, el padre de todos los de la fe, había aprendido el carácter y los caminos de Dios. Él sabía que, por naturaleza, Dios es un Dios justo y Él no destruiría a los justos con los malvados. Así lo dijo Abraham. ¿Habría Dios destruido a Lot y a su familia entonces si Abraham no hubiese hablado con Dios? ¿Habría ido Dios en contra de Su propia naturaleza por falta de oración intercesora? Seamos razonables; la pregunta es retórica.
Si Abraham fue un tan efectivo “guerrero de oración intercesora,” y si la oración puede traer un alma a Dios, ¿por qué no oró él para que Agar, Ismael y otros entraran el Reino? ¿Por qué no por sus enemigos a los que él persiguió para rescatar a Lot (Génesis 14)? Dios tenía un plan para todos estos y las oraciones en blanco nunca son válidas.
Uno, Abraham no salvó a Lot y a su familia; Dios lo hizo. Dos, Abraham no estaba orando por la salvación espiritual de las almas, sino que estaba preocupado por la liberación física, lo cual es muy diferente. A menudo hemos orado por el bienestar físico y espiritual de la gente, pero no oramos antojadizamente por la salvación de las almas, presumiendo que si simplemente pedimos por su salvación con frecuencia o con más fuerza, ellos serán salvos – Dios será movido, de hecho coaccionado, a salvarlos. Si Él se moviera así, nosotros tendríamos que ser tenidos por altamente irresponsables por no orar por alguien y por todos todo el tiempo, ¿no lo cree usted? No deberíamos gastar un solo segundo en ninguna otra actividad menos valiosa, y ¿qué podría ser más valioso que un alma venga a Cristo?
Moisés es usado como otro prominente ejemplo de hombres que interceden por otros:
Éxodo 32:30-33 LBLA
(30) Y sucedió que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, y yo ahora voy a subir al SEÑOR, quizá pueda hacer expiación por vuestro pecado.
(31) Entonces volvió Moisés al SEÑOR y dijo: ¡Ay!, este pueblo ha cometido un gran pecado: se ha hecho un dios de oro.
(32) Pero ahora, si es Tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito.
(33) Y el SEÑOR dijo a Moisés: Al que haya pecado contra Mí, lo borraré de Mi libro.
Dios le estaba diciendo a Moisés que Él no pasaría por alto el mal.
Así como con la conversación de Abraham con Dios acerca de Lot, así las semillas santas de corrección están en esta conversación de Moisés y el Señor contra la creencia de que orar por la salvación de otros sea válido delante de Dios. Su voluntad y Su Palabra son establecidas, tal como Jesús dijo que ni una iota ni una tilde de la Ley serían alteradas, pues Su Ley es la expresión de Su naturaleza. Dios ha dicho: “Yo no cambio” (Malaquías 3:6). “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre” (Hebreos 13:8).
Lo que Dios le estaba diciendo a Moisés era que Él no pasaría por alto el mal, sin importar cuánto uno podría estar rogando delante de Él.
Esta idea de imponerse sobre la voluntad de otro, sea la del hombre o la de Dios, es maldad. A nosotros los humanos nos gusta creer que podemos ganarle en poder a otros hombres e influenciar a Dios como nos plazca, de una u otra forma. Aun si pensamos que es para bien, ¿quiénes somos nosotros para saber y entender todas las cosas que podemos jugar y negociar con las almas de los hombres? ¿No es esto presunción y arrogancia? Nosotros vemos por nuestro telescopio, miramos una estrella, y asumimos que entendemos las relaciones del universo (y todos sus componentes) con esa estrella. ¡Qué ingenuos y tontos somos nosotros en nuestra sabiduría carnal y orgullo!
¿Qué de David, el Rey de Israel? Él fue un hombre “conforme al corazón de Dios” y Jesús llegó a ser conocido como su hijo, el “Hijo de David.” ¿Por qué David no pudo orar para que todos sus hijos como Absalón, Adonías y Amnón, entraran al Reino? ¿Por qué fueron todos ellos destruidos? Usted diría: “Eso fue en el Viejo Testamento; el Reino no estaba disponible aún.” Usted está equivocado si dice eso. ¿A dónde fueron llevados Enoc y Elías? ¿Con quiénes y dónde se encontró Jesús en el monte donde Él se transfiguró? ¿No estaba allí Moisés? ¿No era allí el Cielo? ¿No estaba Dios en Su trono? ¿No lo vio allí en visión Isaías? Pero si el Reino aún no estaba disponible, y la oración podía influenciar poderosamente el curso de la gente, aunque estos hijos no fueron salvos, ¿no se podía, por lo menos, orar para que ellos estuvieran en armonía con Salomón? Pero no funciona así.
Todos los hombres tienen un tiempo y un lugar señalado, para bien o para mal.
Un ejemplo común de oración intercesora que se da sería indudablemente el de Jesús. Aparte del ejemplo que ya di de Su oración y palabras que contradicen esta cargante doctrina, considere que Él dijo una vez:
“La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a Su mies.” (Lucas 10:2 RVG)
Tal vez esto podría ser contado como oración por la salvación de las almas. Aun así, no era por almas específicas, y en ninguna parte enseñó Él que podíamos orar para que la gente entrara al Reino. Aun si, en respuesta a la oración, los obreros fueran enviados a predicar, no había garantía de que todos los que oyeran la verdad creerían.
Si la sola oración por otros pudiera salvarlos, ¿cómo es que Jesús falló con Judas? Pero Jesús no fracasó. Judas estaba predestinado a ese papel, como se profetizó en las Escrituras, como lo están todos los hombres. El punto es que todos los hombres tienen un tiempo y un lugar señalado, para bien o para mal, y nadie puede anular lo que ha de suceder.
¿Libre albedrío? No existe tal cosa. Lea la Doctrina Diabólica: El Hombre Tiene Libre Albedrío y vea nuestra sección Free Will. Si el lector cree en el libre albedrío y en orar para que otros entren al Reino, ¿no hay una contradicción allí? Sí, uno podría argumentar que se puede orar por ellos, pero que depende de ellos decidir. Pero si no hay libre albedrío, entonces Dios reina y decide qué va a pasar con cada uno, de acuerdo con Su mente y sabiduría. ¿Por qué molestarse entonces en orar si no es una oración del Espíritu, Quien no guía a orar en vano? Dios no valora las oraciones presuntuosas de la carne; esas son abominación a Él. Eso es lo que Él piensa de las oraciones antojadizas por la salvación de las almas.
¿No fueron las oraciones de Jesús suficientes para Dios? ¿Qué salió mal?
Considere también que, de todas las multitudes a quienes Jesús les predicó, aproximadamente 500 personas llegaron a creer para el tiempo de Pentecostés. Después de Pentecostés, miles creyeron, ¿pero creyeron todos? La gran mayoría de judíos rechazaron las Buenas Nuevas. ¿No fueron las oraciones de Jesús suficientes para Dios? ¿Qué salió mal? ¿Por qué, después de la Vida Perfecta en la tierra, con mucho ayuno, ferviente oración, milagros, y perfecta sabiduría, fueron los frutos aparentemente tan escasos?
¿No será que el Señor no estaba orando como los hombres enseñan, sino como Él enseñó? Él oró por los Suyos, por los que Le fueron dados a Él, de quienes Él dijo:
“Y ésta es la voluntad del Padre que Me envió: Que de todo lo que Me ha dado, no pierda Yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” (Juan 6:36 RVG)
“Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que Me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre.” (Juan 10:28-29 RVG)
¡Entonces hay reposo para el alma que cree!
Hay una gran diferencia entre los santos y los prosélitos.
También tenemos confirmación del Hermano Pablo de que esta era la misma voluntad de Dios, pues él escribió:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en vosotros mismos, que en parte el endurecimiento ha acontecido a Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles… Porque como también vosotros en otro tiempo no creísteis a Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos; así también éstos ahora no han creído, para que por la misericordia de vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios encerró a todos en incredulidad, para tener misericordia de todos.” (Romanos 11:25, 30-32 RVG)
Si la vida perfecta del Señor produjo tan pocos conversos en ese tiempo, ¿qué podríamos nosotros esperar de las nuestras? Oh, sí, podemos ganar muchos prosélitos, igual que los fariseos ganaban adeptos, pero estamos hablando de almas salvas y no de almas atrapadas. Hay una gran diferencia entre los santos y los prosélitos, entre los cristianos hechos por Dios y los cristianos hechos por los hombres. Pocos son los primeros y muchos los otros; pocos toman el camino angosto pero muchos toman el camino ancho. Lea la Doctrina Diabólica: “Aceptar” a Jesús Como Su Salvador Personal.
El punto es que la salvación es iniciada por la obra de Dios y no por la nuestra. No se dio ninguna idea o instrucción sobre el imponerse a la voluntad de alguien o hacerlo que él o ella fuera salvo (recibiera a Cristo) por medio de la oración. ¿Sabemos nosotros por quién debemos orar o al menos cómo? Sobre este asunto, las Escrituras son claras como el cristal:
“Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27 RVG)
Aquí vemos que se menciona la oración intercesora, de que depende de Dios y no de nosotros, y aun aquí también, aunque se menciona la oración por los santos, no se menciona la oración por la salvación de los pecadores.
No es nuestro poder personal salvar las almas.
¿Qué de las historias que oímos sobre cómo alguna madre oró fielmente por un hijo rebelde, quien finalmente llegó a creer? Hay por lo menos tres puntos a considerar aquí: Uno, ¿es verdadera la historia? Dos, ¿fue la conversión verdadera o falsa, de las cuales hay muchas muy impresionantes? Tres, aun si fue una conversión genuina, ¿puede alguien honestamente decir que fue por las oraciones de la madre que se logró el milagro? El punto aquí es que aunque podemos confiar en el fiel testimonio de las Escrituras, no podemos confiar en nuestro juicio y apariencia externa. Aunque podemos verdaderamente haber experimentado eventos, nuestras interpretaciones son erradas si no son inspiradas por Dios y en concordancia con la Palabra de Dios.
¿Puede una esposa orar, por la salvación del esposo incrédulo o vice-versa, con la seguridad de que, algún día, el cónyuge será salvo? Considere lo que Pablo dijo:
“Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Corintios 7:16 RVR)
No está en nuestro poder personal salvar almas, lo cual nos lleva a otra importante pregunta: ¿Por qué habríamos de orar por nuestros enemigos y los unos por los otros sino por salvación? La Biblia dice que debemos orar por todos los hombres (1 Timoteo 2:1). La respuesta es que se trata primordialmente de nuestra relación con Dios y nuestras actitudes hacia los demás. El propósito principal de la oración por los demás es llevarnos a ver las cosas como Dios las ve, desarrollar actitudes y perspectivas de acuerdo con la voluntad de Dios y no la nuestra. La oración es tanto para el que ora como para aquel por quien se ora.
Él llama a todos los que quieran hacer Su voluntad a dejar sus familias.
Recuerdo que yo oraba a diario por mi familia cuando me convertí por primera vez. Yo quería verlos salvos y que entraran en el gozo, la libertad y la vida que Dios me había dado. Pero cuando recibimos el Espíritu, Dios me mostró que yo estaba siendo egoísta. Él me hizo saber que si de verdad me iba a identificar con Él, Sus prioridades serían las mías. Él me mostró que, teniendo Su Espíritu y siendo Su hijo, a mí me importarían todas las almas igual que le importaban a Él, y que las conexiones de carne y sangre no serían el factor determinante.
En realidad, Él llama a todos los que quieran hacer Su voluntad a dejar sus familias, sus más cercanos y más amados. ¿Cómo puede uno dejarlos y a la vez orar intensa e incesantemente por la salvación de ellos? No podemos cambiarles el significado a las palabras para acomodarlas a nuestras doctrinas y deseos. No podemos cambiar la voluntad de Dios.
Tampoco podemos cambiar las Escrituras para acomodarlas a nuestras ideas y voluntades carnales, pero los hombres hacen eso todo el tiempo, leyendo en Ellas lo que no está allí. La doctrina de orar por la salvación de las almas es una de las mayores cargas que llevan los evangélicos en los sistemas de iglesias. Es una doctrina diabólica diseñada para glorificar a quienes la enseñan. Enseñarles a otros a orar en esa forma sugiere que quienes lo enseñan también lo hacen, sin jactarse abiertamente de ello. La implicación es, “¿Miran qué espiritual, qué parecido a Cristo soy yo, al enseñarles a orar por la salvación de otros? Espero que crean que yo lo hago todo el tiempo.” Quienes así enseñan, rara vez viven su enseñanza. De nuevo:
“¡Ay de vosotros también, intérpretes de la Ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.” (Lucas 11:46 RVR)
Es la justicia de Dios y no la del hombre, Su gracia, no el esfuerzo del hombre.
Los que hacen lo que enseñan, se glorifican a sí mismos en grandes obras, pero esas obras no son grandes delante de Dios. Todas esas obras serán quemadas. Quienes oran por la salvación de los incrédulos tienen gran necesidad de ser salvos ellos mismos.
Reconozco que si estoy equivocado en lo que estoy diciendo, yo sería responsable de desalentar a la gente que ora por la salvación de otros, lo cual sería un asunto grave de verdad para Dios y para el hombre, pero que otros me demuestren mi error por el Espíritu de Dios, por las Escrituras y mediante justa razón. Si lo hicieran, yo esperaría cambiar por gracia de Dios. Yo no creo estar equivocado en lo absoluto.
Si usted escudriña las Escrituras sobre este asunto, usted verá que Dios manda que Su pueblo no ore por ciertos pecadores, porque esas personas han abusado el privilegio que Él les dio:
Jeremías 7:11-20 LBLA
(11) ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por Mi Nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, Yo Mismo lo he visto, declara el SEÑOR.
(12) Ahora pues, id a Mi lugar en Silo, donde al principio hice morar Mi Nombre, y ved lo que hice con él a causa de la maldad de Mi pueblo Israel.
(13) Y ahora, por cuanto habéis hecho todas estas obras–declara el SEÑOR– y a pesar de que os hablé desde temprano y hablando sin cesar, no oísteis; os llamé, pero no respondisteis,
(14) haré con la casa que es llamada por Mi Nombre, en la cual confiáis, y al lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo.
(15) Y os echaré de Mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín.
(16) En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni intercedas ante Mí, porque no te oiré.
(17) ¿No ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
(18) Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres preparan la masa para hacer tortas a la reina del cielo, y derraman libaciones a otros dioses para ofenderme.
(19) ¿Me ofenden a Mí?–declara el SEÑOR– ¿No es a sí mismos que se ofenden para su propia vergüenza?
(20) Por tanto, así dice el Señor DIOS: He aquí, Mi ira y Mi furor serán derramados sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre el fruto de la tierra; arderá y no se apagará.
Y no permita que nadie le diga que eso es el “Viejo Testamento” y que ya no es aplicable. Jesús citó esta misma Escritura cuando les dio vuelta a las mesas de los cambistas en el Templo, el mismo Templo que fue destruido en una generación, tal como Él lo profetizó. Y nosotros sabemos que Dios no envía destrucción a los que andan en fe (el ejemplo de Sodoma dado anteriormente).
Los apóstoles también nos dijeron que los hombres se pondrían peor, no mejor, rebelándose contra Dios y blasfemando el Nombre del Hijo de Dios que ellos presumen honrar, engañando y siendo engañados. Ellos no dijeron que se orara por estas personas, porque el juicio de Dios para ellos debe correr su curso:
Ezequiel 9:9-10 LBLA
(9) Entonces me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversión; porque dicen: “El SEÑOR ha abandonado la tierra, el SEÑOR nada ve.”
(10) Mas en cuanto a Mí, tampoco Mi ojo tendrá piedad, ni Yo perdonaré, sino que haré recaer su conducta sobre sus cabezas.
En la raíz de lo que enseñan las Escrituras sobre la oración está la libertadora verdad de que se trata de la justicia de Dios y no la del hombre, de la gracia de Dios y no del esfuerzo del hombre.
Víctor Hafichuk
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero