Print Friendly, PDF & Email

La Oración

AfrikaansChinese – EnglishRomanianSpanish

El fundamento de la oración es nuestro caminar con Dios. De hecho, caminar con Dios es oración. Cuando yo camino con Dios, no simplemente estoy usando mis piernas espirituales; estoy teniendo comunión con Dios a través de mi boca, mente, corazón, alma y espíritu, al creerle y obedecerle a Él.

La oración es el proceso de tener comunión con Dios.

Si nosotros creemos y obedecemos, caminamos en luz y tenemos comunión con Él, porque Él es la Luz. Orar es tener comunión con el Señor Jesucristo. Yo sólo puedo caminar con Él si estoy de acuerdo con Él. Si difiero con Dios en cualquier asunto, soy yo quien necesita ser corregido, porque en Él no hay tinieblas, ni falta de conocimiento o de sabiduría. Al caminar yo con Él, Él enseña, disciplina y castiga, y la sangre de Jesucristo me limpia de todo pecado.

La oración no sólo se trata de pedirle cosas a Dios; es mucho más que eso. Es la acción o proceso de comunicarse con Dios, hablar con Él, reconocer Su presencia y familiarizarse con Él y con Su Reino, el Reino de los Cielos. Es muy parecido a conocerse bien con otra persona, excepto que con una reverencia y temor que uno no siente con la gente. A Dios no se le puede tomar a la ligera.

El primer mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”

Jesús dijo: “El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ése es el que Me ama; y el que Me ama será amado por Mi Padre; y Yo lo amaré y Me manifestaré a él.” (Juan 14:21)

Dios solamente escucha a quienes son verdaderos adoradores de Él.

Si yo amo a Dios, haré lo que Él dice. Si yo hago lo que Él dice, Él se manifestará a mí. De otra manera, ¿cómo puedo caminar con Él? ¿Qué significa que Él se manifieste a mí sino que Él me va a escuchar y a responderme? Y si Él se manifiesta a mí porque lo amo a Él y guardo Sus mandamientos, ¿no me va a responder también y me concederá las peticiones que yo le haga a Él? Si me equivoco en mis peticiones, ¿no me va a corregir y a librarme Él? ¿Le dará Él a Su hijo pequeño unas tijeras si el niño se las pide (Lucas 11:9-13)? Pero Él es fiel y Sus promesas son seguras, y Él siempre me concederá lo que le pida o necesite de acuerdo a Su amor hacia mí.

Dios no oye a pecadores. Él solamente escucha a quienes son verdaderos adoradores de Él, los que le adoran en espíritu y en verdad, no con obras religiosas o con la justicias de ellos mismos (Lucas 18:10-14). Si yo vengo a Dios, debo saber que yo soy indigno, y que no puedo recibir nada de Él excepto por Su misericordia y porque es Su voluntad dármelo.

Nunca podemos hacer algo por Dios separados de Él. Jesús, el Mismo Hijo de Dios dijo: “Sin el Padre, el Hijo no puede hacer nada” (Juan 5:19), contrario a muchos auto-proclamados ayudadores de Dios que dicen: “Sin mí, el Padre no puede hacer nada.” Creerle y obedecerle a Él es adorarle en espíritu y en verdad, y Él es el Autor y Consumador de nuestra fe.

Si creemos y obedecemos, nuestra vida de oración estará arreglada.

En cuanto a lo de hacer peticiones, aquí hay algunos puntos que señalar (aunque si usted cree y obedece, todo lo demás se atenderá automáticamente):

Dios espera que pidamos algunas veces (Mateo 7:7; Santiago 4:2). Digo “algunas veces” porque Él me ha concedido muchas cosas las cuales yo no he pedido.

Debemos pedir creyendo que recibiremos. Esto no es asunto de poder de la voluntad o concentración sino un testimonio espiritual interior, una seguridad y paz de que lo que pedimos es Su voluntad y, por lo tanto, está hecho (1 Juan 4:14:15). Esto es fe. Lea Santiago 1:5-8.

Debe haber una motivación correcta al pedir. Si le pedimos algo a Dios con motivaciones egoístas, no recibiremos nada. Lea Santiago 4:1-4. Muchas peticiones pueden parecer buenas en la superficie, pero Dios conoce los corazones. Yo puedo orar por la salvación de un ser querido, no porque genuinamente yo quiera verlo salvo, en Cristo, sino porque no estoy dispuesto a dejarlo por causa de Cristo. Esto nos regresa a nuestro fundamento de la oración, es decir, a nuestro andar con Dios. ¿Le estamos obedeciendo? Si creemos y obedecemos, nuestra vida de oración estará arreglada automáticamente.

Debemos ser fervientes. Las oraciones con lágrimas y ferviente clamor son las oraciones que Él oye. Lea Santiago 5:16-18. No hablo del tipo de ferviente clamor y lágrimas que los pentecostales y otros tienen fama de producir. Esos son los caminos de los adoradores de Baal, quienes piensan que ellos pueden hacer bajar a Dios del Cielo con sus hipócritas imitaciones de sinceridad y fervor. Estoy hablando de un quebrantamiento interior que no necesariamente se manifiesta en términos externos que puedan evocarse. Dios no hace caso de los corazones a medias.

Dios trata los asuntos reales. Él no reconoce asuntos que a juicio Suyo son sin importancia, aunque podrían ser importantes para quien está pidiendo.

Necesitamos aprender a reconocer las respuestas cuando las obtenemos. Una oración puede haber sido respondida, aunque pudiera parecer que no.

Debemos estar limpios de pecado cuando nos acercamos a Dios esperando que Él nos oiga. Necesitamos caminar en Su justicia, no en la propia, y en obediencia. Dios no oye a pecadores (Juan 9:31). Jesús dijo: “Y Aquél que Me envió está conmigo; no Me ha dejado solo, porque Yo siempre hago lo que Le agrada” (Juan 8:29). El Señor nos aconseja que estemos bien con nuestros hermanos en Cristo, o con cualquier otra persona igualmente, antes de acercarnos a Él en adoración y en oración (Mateo 5:23-24).

Debemos tener el derecho (no por nosotros mismos) de pedir lo que pedimos. Puede ser la voluntad de Dios sanarme o bautizarme en Su Espíritu, pero ¿será necesariamente Su voluntad responderme directamente? Nos dice Santiago, “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia y que oren por él….” Si alguno tiene el don de sanidad, se requerirá que él ministre el don a otros, y otros pueden disponer de esa persona en el Señor.

Si oramos como debemos, pedimos de acuerdo con la voluntad de Dios y creemos que Él nos ha oído y que responderá, entonces debemos darle gracias a Él por habernos oído y concedido nuestras peticiones (Filipenses 4:6). En muchos casos usted se encontrará automáticamente regocijándose y dándole gracias por la seguridad que usted habrá recibido. Sin embargo, en tiempos de prueba, usted podría tener que hacer un esfuerzo por dar gracias.

Habrá tiempos cuando usted no se sienta agradecido, pero dé gracias de todos modos. ¿Será eso hipocresía? No si usted genuinamente quiere dar gracias y estar agradecido, aunque usted no se sienta así. Nosotros hemos aprendido que cuando apretamos los dientes en tiempos difíciles y le damos gracias a Dios (“En todo dad gracias, porque esa es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” – 1 Tes. 5:18), aunque no estemos agradecidos, pronto llegamos a estar agradecidos. Vemos el propósito de nuestros sufrimientos en los frutos que resultan en mejoría para nosotros. Agradezca a Dios, y usted verá, a su debido tiempo, la razón para el agradecimiento. En otras palabras, usted estará agradecido.

Saber cómo orar es caminar con Dios diariamente en todas las cosas.

A menudo, aun antes que la oración sea respondida, Dios nos concede sentir agradecimiento cuando le damos gracias. Es uno de Sus muchos milagros. Muchas veces encontramos fuerzas para seguir adelante simplemente agradeciendo a Dios por las circunstancias que nos parecen tan difíciles y desagradables. Descubrimos que nuestras mayores maldiciones son nuestras mayores bendiciones, si tan solo nos sometemos a la voluntad y soberanía de Dios y confiamos en Él.

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar (Lucas 11:1), Él les dio un ejemplo (no una oración enlatada). Él no solamente les dio “El Padre Nuestro,” pues este ejemplo también se encuentra en medio de un discurso en Mateo capítulos 5, 6 y 7. Todo este discurso describe muy bien el caminar con Dios. De nuevo, saber orar es caminar con Dios diariamente en todas las cosas. Estos 3 capítulos de Mateo son la respuesta del Señor a Sus discípulos quienes le pidieron que les enseñara a orar. Lucas solamente incluyó una porción de lo que escribió Mateo. Estos hombres escribieron según les fue dado de acuerdo con la guianza del Espíritu de Dios. Cada Evangelio da una porción, y los cuatro Evangelios juntos dan la suma de lo que Dios ordenó para nosotros. Lea Mateo capítulos 5, 6 y 7.

¿A quién debemos orar? ¡Tanta confusión hay por allí que hasta tengo que responder a tal pregunta! Olvídese de la idea de la trinidad. Y por esta declaración los religiosos en ciertos círculos me condenan como hereje. Yo le oro al Señor. ¿Quién es el Señor? Jesucristo. Isaías dice que Él es también nuestro Padre (Isaías 9:6). Solamente hay un Señor (Efesios 4:5). Órele a Él como lo hago yo y como lo hace Esteban (Hechos 7:59-60). Cuando yo lo oigo a Él, sólo oigo una voz, no tres, ¡y es la voz del Señor!

El corazón rebelde busca evitar la sumisión.

¿Qué hay de lo de recibir el Espíritu? Lucas dice que Dios le dará Su Espíritu Santo a quienes se lo pidan. Pero el pedir por sí solo, como ya lo hemos visto, no siempre es suficiente. ¿No cree usted que Felipe con gusto habría impartido el Espíritu a los samaritanos si hubiera podido (Hechos 8:6-17)? ¿Por qué no pidieron por sí mismos los samaritanos? Pedro y Juan, al oír que los samaritanos no habían recibido, vinieron y les impusieron manos para que recibieran el Espíritu. Dios tiene Su orden de las cosas.

A los cristianos nominales religiosos les gusta hablar del sacerdocio del creyente; ellos atesoran su independencia y dicen que ellos pueden ir al Padre directamente, sin la mediación de nadie más. Esta es una reacción exagerada a la tiranía de la Iglesia Católica, la cual abusó y pervirtió principios de la verdad para sus propios fines. También es la reacción de un corazón rebelde que busca evitar la sumisión y no desea reconocer que necesita de otro, especialmente, y en esencia, de Dios Mismo, irónicamente.

Y ¿qué hay de la imposición de manos al orar? Los ancianos oraban por los enfermos, Pedro y Juan impusieron manos sobre los samaritanos, Pablo puso manos sobre los efesios para que recibieran el Espíritu, Jairo le pidió a Jesús que pusiera manos sobre su hija, y Pablo le recordó a Timoteo del don impartido a él por la imposición de manos por parte de los ancianos. Obviamente Dios no prohibió dicha práctica, aunque no siempre se requería. Jesús no les puso las manos a todos los que Él sanó. Cornelio y los gentiles recibieron el Espíritu sin que se les pusieran las manos, aunque Pedro tuvo que venir y predicarles a ellos. Pero Dios guía a Sus siervos como Él quiere y entonces ellos hacen lo necesario.

Se nos amonesta a ser reverentes y no descuidados en la presencia de Dios.

La oración (peticiones) a menudo, no siempre, es inspirada por Dios. Yo pido porque se me concede pedir y, si es así, voy a recibir. La pregunta es: “¿Es mi petición o es Dios diciéndome que pida?” Esto lo aprendemos por el Espíritu de Dios. Si es una petición de la carne (la cual siempre es contraria a Dios), no será respondida, o si es respondida, lo lamentaremos, igual que los israelitas cuando desearon carne y Dios se las dio, destruyéndolos mientras aun la tenían en sus bocas. De nuevo, volvemos al punto del andar con Dios.

Salomón nos amonesta en Eclesiastés que seamos sobrios, reverentes y no presurosos o descuidados en la presencia de Dios. Lea Eclesiastés 5:1-7.

Fíjese, aunque yo he dicho que no recibiremos una respuesta de Dios a menos que nuestra motivación sea correcta, le acabo de dar un ejemplo cuando los israelitas recibieron de Dios su petición, aun cuando pidieron desde sus propios deseos. Muchos murieron al recibir lo que pidieron. Tenga cuidado con lo que le pide a Dios, especialmente si usted es insistente. Él podría dárselo, y usted podría lamentarlo.

Dios hace Su voluntad a pesar de nuestras peticiones egoístas.

Los israelitas pidieron un rey que los gobernara, igual que las demás naciones, y dios le dio rey. Dios y Samuel se dolieron con esta petición, pero Dios no solamente les dio un rey, sino que Jesucristo llegó a ser conocido como el hijo de uno de esos reyes, David (Mateo 9:27; 12:23; 15:22; 20:30). Entonces aquí esta un ejemplo de cómo Dios reina sobre todo y hace Su voluntad a pesar de nosotros y de nuestras peticiones egoístas. ¿Quién podrá entender?

Pablo dice: “De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquél que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios” (Romanos 8:26-27).

Al desmentir la doctrina de tres Dioses o de una trinidad, uno nunca encuentra en las Escrituras donde diga: “Este es el Padre hablando,” o, “Este es el Espíritu hablando,” sino que uno encuentra al Señor Jesucristo identificándose a Saulo de Tarso (Hechos 9) y a Juan en Apocalipsis (Apocalipsis 1:8, 11,18). A través del Viejo Testamento, dice: “Así dice el Señor.” Pablo dice que en el Viejo Testamento era Cristo la Roca y a Quien los israelitas tentaron en el desierto (1 Corintios 10:4,9). Era Dios, era el Señor; era Jesús Cuyo Nombre es Admirable, Consejero, Príncipe de Paz, pero también Padre Eterno, el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin.

Yo solía tener una lista de oración que repasaba cada día de la semana, una y otra vez… hasta que fuera respondida. Esas oraciones no eran respondidas en muchos o en la mayoría de los casos. Yo era un pagano orando repetitivamente. ¿Está usted haciendo lo mismo? ¿No cree usted que Dios, Quien hizo el oído para oír, es muy capaz de oír? Pero usted repite lo mismo una y otra vez solamente por una razón: ¡Usted no cree! Usted no cree que Él oiga, y usted no cree que Él vaya a responder. Las oraciones repetitivas no son oraciones inspiradas por Dios, por supuesto, porque Dios no es tonto como para estar repitiéndose lo mismo una y otra vez como si Él no existiera o como si Él fuera alguien terco y desatento.

El oído de Dios está siempre abierto para los que son Suyos.

“Pero ¿qué hay de la viuda inoportuna (Lucas 18) y Daniel (Daniel 10) quienes insistieron?” se preguntará usted. La respuesta es que Jesús lo dejó bastante claro que nadie sería escuchado por sus muchas palabras. Pero estos fueron escuchados, así que debe ser por otra razón más que la repetición. Jesús no se equivoca, y tampoco las Escrituras.

Fe y persistencia es la respuesta. Esa mujer no se desanimaba. Ella tenía fe. Daniel tenía fe. Él no seguía pidiendo lo mismo. Él simplemente se mantenía firme en su petición. También está escrito que la demora en la respuesta no fue porque Daniel tuviera que seguir pidiendo, sino porque Gabriel fue estorbado por adversarios. La petición de Daniel fue oída el primer día que la hizo. ¿Por qué? Porque él era un hombre muy amado por Dios. Él caminaba con Dios. Él obedecía y creía. El oído de Dios siempre está abierto para los que son Suyos. La viuda confiaba en la justicia. Dios es justo; Él nunca le va a negar la justicia a nadie.

Es importante saber que Dios nos ama y que Él está deseoso de concedernos los deseos de nuestro corazón (Salmo 37:4). Si usted tiene hijos, ¿no desea darles buenas cosas (Lucas 11:13)? Si usted no tiene hijos, por lo menos usted ha sido hijo. ¿No ha experimentado usted el deseo de sus padres de darle buenas cosas? Si no, Dios desea hacerlo (Mateo 7:11; Lucas 12:32; Romanos 8:32). Dios es amor. Y nosotros experimentamos Su amor al caminar con Él, lo cual es la oración.

Víctor Hafichuk

Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero

Haga clic AQUÍ para ver todos los artículos disponibles en español.

Subscribe
Notify of
0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments

Provide your email if you would like to receive periodic correspondence from us.



0
You can leave a comment herex
()
x