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El bautismo en el Espíritu Santo* es un evento muy importante, de hecho, crucial en la vida de un verdadero creyente en el Señor Jesucristo.
Igual que ocurre con muchas, si no todas, las enseñanzas y testimonios de las Escrituras, hay una confusión horrible acerca de todos los aspectos de esta enseñanza. Hombres inicuos e ignorantes tuercen las Escrituras para su propia destrucción; ellos, o no reciben el Espíritu de Dios para nada, o reciben otros espíritus del reino de las tinieblas creyendo que han recibido al Espíritu Santo.
Con el bautismo en el Espíritu Santo viene el bautismo de fuego.
Los otros espíritus son falsos, por supuesto. Hay un falso Espíritu Santo, espíritus religiosos que fingen adoración y alabanza, y espíritus que seducen a las personas para que crean que se han acercado más a Dios. Estas personas experimentan varias sensaciones placenteras, emociones y dones falsos tales como visiones, lenguas, profecía, palabra de conocimiento, don de fe, de sanidad y de hacer milagros. Todos estos dones existen en la iglesia verdadera, pero también pueden ser falsificados por la iglesia falsa.
Aparte de estas falsedades, muchos espíritus vienen a atar, a engañar y a destruir. La gente recibe “la unción” de risa, temblores, gritos, convulsiones, adivinación y muchas otras clases de espíritus en diversas formas. Una de las principales formas en que reciben estos espíritus es cuando oran presumiblemente para recibir al Espíritu Santo o algún don del Espíritu. Esta puede ser una oración que el individuo hace en privado, pero también puede haber imposición de manos por otros que tienen espíritus religiosos malvados (espíritus que falsifican a Dios, aspectos de Él o la adoración a Él) y que vienen en el Nombre del Señor Jesucristo.
La verdad del asunto es que son raros y pocos los que de verdad tienen el Espíritu de Cristo, y aun a menos les ha concedido Dios impartir, a través de la oración o de la predicación, el don del Espíritu de Santo a otros. Vivimos en un tiempo horrible con toda una confusión y falsificación religiosa. Sólo los que sean sinceros y que de verdad se hayan arrepentido delante de Dios prevalecerán para recibir al Espíritu Santo.
Que sea una advertencia para el lector: Con el bautismo en el Espíritu Santo viene el bautismo de fuego. Dios es fuego consumidor; El empezará a purgarlo a usted, a tratar con su naturaleza de pecado hasta que ya no esté en oposición a Él. “Todo hombre será salado con fuego,” dijo Jesús.
Este no es un viaje de placer, sino un camino de sufrimiento y de dolor. (No se dejen engañar por los falsos que prometen algo diferente). Sin embargo, cuando el Señor haya terminado, usted quedará muy, pero muy contento.
Déjeme aclararle algunas cosas:
Hay sólo un Dios, un Señor, una fe, un bautismo. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo es el Espíritu del Hijo y es el Espíritu del Padre. No hay tal cosa como recibir el Espíritu de Cristo y luego el Espíritu Santo. El Espíritu Santo y Jesucristo son la Misma Persona. Hay Un sólo Dios, manifestado en tres oficios o funciones, pero no tres personas.
Sin embargo, simplemente creer que hay un sólo Dios, no es garantía de que uno está bien delante de Dios o de que Dios lo ha aceptado a uno. Como dice Santiago: “Tú crees que Dios es uno; bien haces: los demonios también creen, y tiemblan.” (Santiago 2:19). Satanás también sabe que hay un solo Dios, no una trinidad.
Se enseña que uno recibe a Jesús en su corazón o en su vida al momento de la conversión, y que ya no hay más que recibir. La lógica de eso enseña que, si tú tienes al Señor Jesucristo en ti, ¿qué necesidad tienes de otra experiencia, si El es todo lo que hay? ¡Cuán cierto es! El problema es que esta verdad está mal aplicada. Yo no conozco a nadie que haya entrado en relación con el Señor Jesús simplemente aceptándole a Él como Salvador. Ese es un engaño diabólico de los más insidiosos, porque da una falsa esperanza y seguridad a la víctima.
Nosotros no estamos en la posición de aceptar o rechazar a Jesús como Salvador como si tuviéramos algún tipo de autoridad. ¡¿Quiénes creemos que somos?! En lugar de eso, debemos reconocer y someternos a Jesucristo como SEÑOR, en todo, completamente. Sólo entonces nos salvará Él, es decir, será nuestro Señor (aunque es imposible someterse a Él como Señor sin Su gracia salvadora).
Muchos han sido engañados por evangelistas y predicadores (algunos famosos) en creer que han comenzado una nueva vida en Cristo, pero ellos sólo han pasado por un cambio psicológico. Algunos hasta han hecho cambios impresionantes en sus estilos de vida (en varios niveles); también lo han logrado muchas personas de otras religiones que no confiesan a Cristo. El punto es que el arrepentimiento de todo pecado y el sometimiento a Jesucristo como Señor son primordiales. Para eso se requiere de fe genuina, no simplemente de una formula verbal.
Hay quienes creen que han experimentado la llenura del Espíritu Santo cuando lo que han experimentado sólo ha sido el arrepentimiento. El arrepentimiento en sí es un evento que cambia la vida. Con el arrepentimiento viene un cambio significante e innegable en la vida de alguien que se arrepiente. (Aquí les estoy dando el beneficio de la duda a algunos que han experimentado algo).
Antes de experimentar el bautismo del Espíritu Santo, yo realmente no creía que ya hubiera recibido el Espíritu Santo, aunque el arrepentimiento había cambiado mi vida en muchos aspectos en forma dramática. Me dijeron que yo tenía el Espíritu de Cristo cuando me convertí, pero el Señor, silenciosa y tiernamente, me urgía a seguir adelante a pesar de los que me trataban de convencer de lo contrario, y Él me guió a recibir Su Espíritu como año y medio después.
El verdadero penitente no es engañado en creer que tiene más de lo que en verdad tiene; avanzará a recibir el Espíritu, sabiendo dentro de sí que hay más. Por lo tanto, yo sospecharía que aquellos que insisten en que lo tienen todo, cuando es claro que no tienen al Espíritu, no son genuinos penitentes para empezar.
Contrario a lo que los hombres enseñan, uno no recibe el Espíritu Santo inmediatamente que uno se arrepiente o se convierte.
La Biblia es clara:
En el día del Señor, los discípulos se habían arrepentido, pero no fueron bautizados en el Espíritu Santo hasta el día de Pentecostés. Un argumento que algunos usarían es que el Espíritu Santo no había sido enviado hasta el día de Pentecostés, y que por eso no podían recibirlo antes.
Entonces aquí tenemos otro ejemplo:
En Hechos 8, Felipe les predicaba a los samaritanos que se habían arrepentido, creído y bautizado en agua. Fueron liberados de demonios y se regocijaron. Pero Pedro y Juan tuvieron que venir e imponerles manos para que pudieran recibir el don del Espíritu Santo, “porque Él [no ‘eso’ como algunos se refieren a Dios] no había caído sobre ellos: solamente habían sido bautizados en el Nombre del Señor Jesús.”
Claramente hubo dos eventos espirituales involucrados aquí para los samaritanos. Primero, ellos experimentaron el arrepentimiento, y luego, recibieron al Espíritu. Y aunque Felipe estaba lleno de fe y del Espíritu Santo, no le fue dado que el impusiera manos sobre los samaritanos para que recibieran al Espíritu Santo. Pedro y Juan tuvieron que hacerlo.
Cornelio recibió al Espíritu cuando ya vivía en rectitud y arrepentimiento.
Otro ejemplo:
En hechos 9, Saulo confesó a Jesús como Señor (no Salvador), y tres días después, él recibió al Espíritu mediante la imposición de manos de Ananías. Otra vez aquí vemos dos eventos separados, uno de arrepentimiento o conversión, y el otro del recibimiento del Espíritu.
Comúnmente se argumenta que sólo los apóstoles tenían la comisión de imponer manos en la gente para que recibieran al Espíritu, y que por eso lo hicieron así con los samaritanos. Pero ¡Ananías no era uno de los apóstoles, por lo menos no se dice eso! Entonces es falso ese argumento contra la validez de recibir hoy al Espíritu. Este argumento de los que se oponen implica que si sólo los apóstoles ponían manos sobre la gente para que recibieran al Espíritu, hoy no hay experiencias aparte de la conversión (asumiendo que ya no hay apóstoles – la Biblia no dice que no los haya).
En Hechos 10, se describe a Cornelio como un hombre que se había arrepentido antes de recibir al Espíritu. Muchos creyentes profesantes deberían avergonzarse con la conducta de Cornelio antes de su Bautismo. Mire esto: “Un hombre devoto, y que temía a Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas a la gente y que siempre oraba a Dios.”
El ayunaba, tenía visiones, se dirigía a Dios como Señor, fue reconocido por el ángel del Señor, fue obediente por fe (pues envió a hombres a Hope inmediatamente), reverenció a un hombre de Dios (Pedro), y era ferviente en todas las cosas de Dios. (Para los que no creen que Cornelio se había arrepentido, ¿cómo quedan al compararse con él? Ya viviendo una vida en arrepentimiento, Cornelio recibió al Espíritu. Y se necesitó el ministerio de otro para que él recibiera; él no podía hacerlo por sí mismo.
Otro ejemplo:
En Hechos 19, años después de haberse arrepentido, los discípulos efesios recibieron al Espíritu Santo por la imposición de manos de Pablo.
Con los ejemplos anteriores estoy mostrando que hay un segundo paso en el andar espiritual con Dios, registrado por más de dos o tres testigos en las Escrituras. (Y todavía hay un tercer paso – lea Los Tres Niveles y mi testimonio).
Para algunos debe ser difícil aceptar el hecho de que porque no han recibido el bautismo del Espíritu, no tienen al Espíritu. Ellos pueden decir: “Yo sé que tengo el Espíritu porque sé que me he arrepentido.” A esto las Escrituras responden: El Espíritu está CON uno (si uno de verdad se ha arrepentido), pero viene a morar DENTRO de uno, cuando uno es bautizado en el Espíritu Santo (Juan 14:17).
Hay quienes dicen que en la conversión (arrepentimiento), Cristo viene a morar DENTRO de uno, y que cuando es bautizado en el Espíritu Santo, el Espíritu viene SOBRE esa persona. ¡Tonterías! Si Cristo está DENTRO de mí, ¿para qué lo voy a tener también ARRIBA o SOBRE mí? ¿Podrá El estar más cerca de mí que cuando está DENTRO de mí?
El nuevo nacimiento y recibir al espíritu son una misma cosa.
Están también los que dicen que con la conversión, recibimos el Espíritu de Cristo y que con el bautismo en el Espíritu Santo, recibimos al Espíritu Santo, diferenciando las dos experiencias. Pero ya hemos dicho que no hay dos.
También se argumenta que el bautismo en el Espíritu Santo es una unción para algún ministerio especial. Aunque sí es una unción porque Dios viene a hacer Su morada en uno, no es una unción para el ministerio, porque las Escrituras señalan que algunos son ungidos para el ministerio mucho después de que haber recibido el Espíritu. Pablo y Bernabé son ejemplos de eso (Hechos 13:2-4).
Otro ejemplo es cuando los siete hombres escogidos para servir en asuntos terrenales ya habían sido llenos del Espíritu Santo cuando los santos los eligieron (de hecho, ese fue uno de los requisitos para la elección), y los apóstoles les impusieron las manos para ese ministerio (Hechos 6:1-6). También, Pablo instruyó a Timoteo que no descuidara el don que le había sido dado mediante profecía por la imposición de manos del presbiterio (1 Timoteo 4:14). Timoteo era el hijo de Pablo en la fe, nacido del Espíritu a través de Pablo antes de ser ungido para su llamado (1 Timoteo 1:2).
Eso ahora nos trae a otro término usado para el recibimiento del Espíritu, un término controversial debido a la falsa doctrina que prevalece hoy:
Timoteo era NACIDO DE NUEVO como hijo en la fe, es decir, era bautizado en el Espíritu Santo por el ministerio de Pablo (y luego fue ungido por el presbítero para su ministerio de evangelista). El nuevo nacimiento y el recibimiento del Espíritu son una sola cosa.
Jesús dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No te maravilles que yo diga que te es necesario nacer de nuevo.” (Juan 3:6-7).
Después que yo me arrepentí y recibí una nueva porción de vida, tuve más entendimiento en las cosas de Dios, a diferencia de antes, pero todavía no podía ver el Reino de Dios, y no entré en él hasta que recibí al Espíritu.
¿Cuáles son las evidencias de haber recibido al Espíritu? Antes que todo, esto lo debe revelar el Señor. Por apariencias externas, no se puede saber. Frutos de arrepentimiento y una vida cambiada confesando a Jesucristo como Señor pueden hacernos creer que alguien tiene el Espíritu (y también está el falso que imita al verdadero). Pero bajo el discernimiento de Dios, aquí están algunos indicadores:
Habrá un hambre genuina por, y verdadero disfrute de, la verdad de las Escrituras. Las Escrituras cobrarán vida casi instantáneamente para quien haya recibido al Espíritu. Vendrán las revelaciones; la Biblia se abrirá para el lector, no necesariamente en todas las cosas, pero en algunas o en muchas.
Se manifestarán los dones, como se registra en 1 Corintios 12. Estos dones deben ser juzgados por otros (ancianos) para ver si son de Dios o si son cosas falsas, emocionales o imaginarias.
Uno entenderá las cosas del Espíritu. Cuando acababa de arrepentirme, yo conocía la Ley, pero no al Espíritu; sabía cómo repartir tratados y testificar, pero ignoraba totalmente lo de ser guiado por el Espíritu. Fui seducido o engañado por varias trampas y obras religiosas externas, por no tener discernimiento. No podía juzgar las cosas del Espíritu, y yo, por lo tanto no podía distinguir entre lo falso de lo verdadero.
Me sentía abrumado por todo lo que yo pensaba que debía digerir para adquirir conocimiento y verdad. ¿Dónde debía buscarlo? Con sólo una vida y sólo parte de la misma, ¿cuáles de los millones de libros debía leer, dónde, cuándo, cómo? Y de esos, ¿Qué debía yo creer con miles de voces contradiciéndose unas con otras en Nombre de la Verdad? ¿Calvin o Arminio? ¿Lutero o Zwingli? ¿Billy Graham o Jimmy Swaggart? ¿Los pentecostales o los bautistas?
Empecé a discernir entre el bien y el mal, entre lo religiosos y lo real.
Luego fui bautizado en el Espíritu Santo. ¡Eso era! ¡Fui libre, libre, libre! El conocimiento de la verdad estaba dentro de mí. Como dice:
“Pero ustedes tienen la unción del Santo, y saben todas las cosas.” (1 Juan 2:20)
“Pero la unción que vosotros habéis recibido de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe; sino que como la unción misma os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, y así como os ha enseñado, vosotros permaneceréis en Él.” (1 Juan 2:27)
Yo tiré todos los libros excepto la Biblia, y desde ese momento pasé horas y horas en Ella. Empecé a discernir entre el bien y el mal, entre lo religioso y lo real, entre las obras de las tinieblas en el Nombre de Jesús y la obra de Dios, entre las obras de los hombres y la obra de Dios, entre lo que la Biblia realmente dice y lo que los hombres dicen que dice, entre las doctrinas de demonios y las doctrina de Cristo. El Señor me reveló la levadura de los fariseos esparcida por todas partes en el “cristianismo.”
¡Uno oirá la voz de Dios! Cuando yo recibí al Espíritu, lo oí hablarme personalmente. Él no estaba hablándome a “mi corazón” como lo dirían algunos profesores de fe ilusoria. ¡Él me hablaba! No eran sólo impresiones o sentimientos. Era: ¡“Así dice el Señor”! El no sólo estaba dándome algunos versículos de la Biblia, aunque también estaban incluidos; me hablaba personal y directamente. También Él me hablaba a través de otros de vez en cuando según Él lo decidía, a través de profecía, visiones, lenguas, palabra de conocimiento y palabra de sabiduría. En resumen, el Señor se volvió real.
El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Él da testimonio de otros a nosotros, y de nosotros a otros, es decir, a los que son Suyos.
Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios. El Señor nos estaba guiando ahora y nosotros lo sabíamos. El nos guiaba tanto consciente como inconscientemente, pero más esto último. A menudo no nos dábamos cuenta hasta después del hecho, cuando los eventos o la revelación ocurría demostrado que El nos había guiado. Ahora, 34 años más tarde, sabemos que Dios es soberano y que Él dirige.
Conozco a los que tienen el Espíritu y a los que no lo tienen. Conozco a quienes son Suyos y a quienes no lo son cuando me oyen o no me oyen, cuando me entienden en las cosas básicas de Dios o no.
“Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.” (1 Juan 4:5-6)
Juan citó a Jesús:
“¿Por qué no entendéis Mi lenguaje? Porque no podéis escuchar Mi Palabra… Y porque Yo os digo la verdad, no Me creéis… El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por eso no las oís vosotros, porque no sois de Dios.” (Juan 8:43-47)
Juan también dijo:
“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo.” (1 Juan 4:2-3)
Si la gente me recibe en el Señor, yo sé que son de Dios, porque yo vengo en Su Nombre, hablando de acuerdo a Su voluntad. Si ellos no disciernen el cuerpo del Señor, si ellos no dicen, “Bendito el que viene en el Nombre del Señor,” no son de Dios, es así de simple.
Jesús dijo, “Por sus frutos los conoceréis.”
Aquí está algo que los falsos usan como un garrote adornado y acolchonado (muy fino) para golpear y desacreditar a los verdaderos. Esperan que los verdaderos se presenten igual que los falsos con los cuales ellos están familiarizados. En Gálatas, leemos que el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. La iglesia ramera (la religión formal hecha por el hombre) ama especialmente la primera palabra, “amor.” En Proverbios 7:18, la Misteriosa Gran Babilonia, la ramera, la mujer extraña, dice: “Ven, embriaguémonos de amor.” Hollywood predica su propio concepto del amor. El mundo ama lo suyo, dijo Jesús.
Vea nuestra sección False Love – Satan’s Last Stronghold.
El amor que se ve en el cristianismo nominal es el amor del mundo (esa clase de amor). Las sonrisas son baratas, darse la mano es fácil, las adulaciones se disfrutan tanto por quienes las dan como por quienes las reciben; citar Escrituras y testificar trae admiración y respeto, y posiblemente recompensa. Decir, “Amo a Jesús” impresiona. Pero Jesús dice: “El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que Me ama.” (Juan 14:21). Uno que de verdad ama a Jesús no anda diciendo, “Te amo Jesús.” No lo dice puesto que eso sería jactancioso; quien lo ama, no se jacta de eso.
¿Quién tiene el fruto del Espíritu? Sólo se conocen por el Espíritu.
A Jesús se le llama Príncipe de paz; pero ¿podríamos decir eso de Aquél que se conoce como Varón de dolores, experimentado en quebranto, de quien los hombres escondieron sus rostros (Isaías 53:1-5)? Rara vez se menciona que Jesús se regocijó, pero varias veces que se enojó, se frustró, lloró. ¿Le faltaba gozo a Él? Lector, la vida de un santo está escondida en Cristo – el fruto del Espíritu está escondido para el ojo carnal; mas la ramera exhibe lo carnal, diciendo que es lo verdadero; ella engaña al simple y al ignorante.
Pero dígannos, ustedes que consideran tener el fruto del Espíritu y que pueden discernirlo en otros: ¿Guardan ustedes los mandamientos en la forma que ni el joven rico podía? ¿Hay verdad en ustedes? Ustedes citan Gálatas 5:22-23, pero ¿dónde queda Efesios 5:9-10? “Porque el fruto del Espíritu es en todo bondad, justicia y verdad: comprobando lo que es aceptable,” no al hombre, sino “al Señor.” Lea cuidadosamente y repetidamente Efesios 5:1-18, y verá que allí el “vino” es el que da la ramera. ¿Quién tiene el fruto del Espíritu? Uno sólo puede conocerlos por el Espíritu, y no por las apariencias.
Para los que hasta aquí han podido hacer a un lado sus doctrinas favoritas, ideas preconcebidas y prejuicios mientras han leído lo que se ha escrito aquí, venimos a esta pregunta tan importante: ¿CÓMO RECIBO EL ESPIRITU DE DIOS? o ¿CÓMO NAZCO DE NUEVO? Note que Jesús nunca le dio instrucciones específicas a Nicodemo. Creo que esto sucede así porque la pregunta no es realmente la correcta. Más bien debe ser: ¿LE AGRADARÁ A DIOS DARME SU SANTO ESPÍRITU?
Si es así, el “cómo” dependerá sólo de Él, como sucedió en los casos que se describen en Hechos. A Él le corresponde decidir el tiempo, el lugar, y los medios. El es soberano. Dios reina y determina todas las cosas, haciéndolo todo de acuerdo al consejo de Su propia voluntad.
Sin embargo, voy a señalar algunas condiciones cruciales que deben estar presentes para que uno reciba al Espíritu Santo. No hay fórmula más que un corazón íntegro. Aquí están esas condiciones de acuerdo a las Escrituras, las cuales garantizarán que reciba el Espíritu de Dios. Cuando mi esposa y yo lo recibimos, oramos por los lineamientos trazados por R.A. Torrey en un folleto titulado “El Bautismo del Espíritu Santo.”
Aquí las tienen:
Arrepiéntase. Apártese de todo pecado. El primer mandamiento en los evangelios es, “Arrepentíos.” Reconozca y confiese cada pecado, sea un pecado cometido, una acción omitida, un pecado de actitud, en palabra, en hecho, en deseo o en pensamiento.
La Restitución debe hacerse completa y razonablemente satisfactoria para con la persona ofendida. En muchos casos, una simple disculpa no es suficiente. ¿Qué de sus pérdidas de bienes, paz mental, libertad, o bienestar en general? Por la Ley, Dios ordenaba que en algunos casos se compensara cuatro veces lo afectado. ¡Cuán por encima de la ley de los hombres está la Ley de Dios! Si usted espera recibir a Dios, más vale que se prepare para Su Ley santa.
Confiese. No es suficiente susurrarle algo a Dios. Si sus pecados han sido públicos, entonces el arrepentimiento y la confesión deben ser públicos. Si usted avergonzó a alguien indebidamente en público sin causa alguna, usted debe arreglarse en público, voluntariamente. Confiésele otros pecados a un hombre de Dios, así como le confesaban los pecados a Juan el Bautista o a las personas apropiadas. Si en su corazón usted le ha ocultado un adulterio a su esposa, usted debe confesárselo a ella – específicamente.
La confesión de pecados siempre debe ser específica –nada de, “he sido deshonesto.” ¿Cómo ha sido deshonesto? ¿Por qué? ¿Con quién? ¿En qué? ¿Cuándo y dónde? Sea genuino, sea íntegro. Usted no podrá engañar a Dios; no podrá satisfacer a un Dios Santo y Perfecto con cuestiones a medias o con hipocresía. Así usted sólo podrá desagradarlo a Él y posiblemente atraerá ira en vez de bendición.
Perdone. Usted debe perdonar a quienes lo hayan ofendido; si no, a usted no se le perdonarán sus ofensas, las cuales son todas contra Dios y contra su prójimo.
Vuélvase al Señor Jesucristo. ¿Acaso no ha sucedido que muchas personas del mundo han dejado de fumar o de beber o de decir malas palabras? ¿No se han enderezado algunos después de salir de prisión o pagar multas? ¿No hay quienes han tenido cambios impresionantes en sus estilos de vida al cambiarse de religión o aceptar otra religión que no requiere creer en Jesucristo? ¡Claro que sí! Pero si lo que usted busca es que el Espíritu de Dios more en usted, es al Señor Jesucristo a quien usted debe acudir en arrepentimiento. Solamente Jesucristo es Señor de señores, Salvador y Dios Mismo. Sólo Él puso su vida por nosotros y la volvió a tomar para poder Él como Dios venir y habitar dentro de los que le reciben –no sólo como Salvador, sino como Señor.
Cuando nos sometemos a Él como Señor, Él nos salva. Esta noción de “aceptar” a Jesús como Salvador personal es una herejía diabólica. Es un engaño que fomenta una falsa seguridad y falsa creencia. La primera cosa que dijo Saulo en su conversión no fue, “Jesús, te acepto en mi corazón como mi Salvador,” sino, “¿Quién eres, Señor?” y, “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?”
La primera declaración dice: “Jesús, que se haga mi voluntad. Yo quiero obtener.” La otra declaración dice: “Señor Jesús, que se haga Tu voluntad; me someto a Ti; te temo a Ti; mi vida ya no es mía sino Tuya.” La primera declaración es el fruto de un rebelde religioso que se justifica a sí mismo, quien toma el Nombre del Señor en vano, bebiendo condenación para sí mismo y convirtiéndose en una vasija para que otros beban con el mismo fin. Se convierten en blasfemos hijos del infierno, la maldad con falsa virtud. Todo tiene que ver con la motivación, y Dios mira el corazón.
Entonces, para recibir al Espíritu Santo, uno debe primero someterse al Señor Jesucristo en arrepentimiento, y no en el engaño de “aceptarlo” como Salvador.
Identifíquese con el Señor Jesucristo.
Aunque hemos aprendido que el bautismo en agua ya no es necesario en este gran Día del Señor, igual que la circuncisión y otras prácticas y ritos llegaron a su final en otras edades, lo que simboliza la inmersión en agua no sólo es necesario, sino que es una obra del Señor en el alma del creyente. Todo creyente llega a decir: “Donde Tú vayas, yo iré, aun hasta la muerte si es necesario.” Y eso debe ocurrir de una u otra forma. Todos debemos morir para seguirle a Él.
Obedezca.
Debemos estar preparados para hacer lo que se requiera de nosotros. Ya no podemos conservar la tonta noción de que nuestra vida nos pertenece. Aun antes de creer, no era nuestra. Todas las cosas son Suyas y punto. Debemos aceptar esto completamente. Debemos dejar todo lo que se interpone entre nosotros y el Señor.
Al comprometerse usted con el Señor, inmediatamente el mundo, el diablo y su propio yo se opondrán. Su familia se volverá contra usted, así como sus amigos y otros asociados religiosos, incluyendo su iglesia. Usted se sorprenderá mucho al ver que los que profesan a Cristo se convertirán en sus enemigos. Usted descubrirá qué pocos amigos tenía en realidad, y que nada es como parece. ¿Está usted preparado(a) para eso?
No sólo debe dejarse el pecado, sino que hay cosas buenas que deben quedar atrás –madre, padre, cónyuge, hijos, hermanos, hermanas, amigos, tierras, casas, sueños, aspiraciones, riquezas, derechos y vocaciones. Todo debe quedar atrás. Pablo dijo que él lo había perdido todo y que lo contaba por basura por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, su Señor.
Existe la noción perversa de que Jesús lo hizo todo por nosotros, y que todo lo que tenemos que hacer es creerlo. Pero la Biblia claramente enseña que debemos seguirle a Él fuera de la ciudad, fuera de la puerta; debemos dejarlo todo, no sólo en teoría o en forma intelectual, sino en la realidad. Somos llamados a tomar nuestra cruz y morir a nosotros mismos, o sea a ya no vivir para agradarnos a nosotros mismos haciendo lo que nos conviene sólo a nosotros.
Prepárese para sufrir persecución.
“Todos los que quieran obedecer al Señor Jesucristo sufrirán persecución.” (2 Timoteo 3:12).
Casi ningún “creyente” profesante sufre pérdida o persecución. Eso sólo tiene una explicación. Ellos no tienen la vida que dicen tener en Cristo. En gran parte, aunque algunos aspectos pueden variar, ellos siguen sus vidas como de costumbre, con familias, amigos, empleos, clubes y toda clase de entretenimientos. Aun sus iglesias permanecen muy cómodas en este mundo.
“Quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda su vida por Mi causa la hallará.” (Mateo 16:25)
¿Hay algo en su vida, tan bueno como parezca, que sea más importante que Dios para usted? ¿Honestamente? Si es así, usted no será bautizado con Su Espíritu. ¿Qué comunión tiene Dios con los ídolos?
Tenga un intenso deseo.
Dios vomita de su boca a los tibios; Él no honra al de corazón a medias. “Me buscarán y me encontrarán si me buscan de todo corazón,” dice Dios en Jeremías. La Ley es absoluta; no hay excepciones.
La viuda que buscaba justicia habría fracasado si no hubiera persistido fervientemente (Lucas 18:1-8). Igual es con todos nosotros para quien se dijo la parábola. Estime los costos y prepárese para pagarlos, porque tendrá que pagarlos. Esto no es una invitación a un picnic, sino a su cruz y a su tumba. Después de esto, sin embargo, están la resurrección y la gloria, una recompensa segura para todos los que venzan hasta el final.
Pida.
“Ustedes no tienen porque no piden,” dijo Santiago (4:2).
Jesús dijo: “Si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre Celestial les dará el Espíritu Santo a cuantos se lo pidan?” (Lucas 11:13)
Pedimos con el corazón, no con los labios. He sabido de algunos que piden el Espíritu Santo, pero no reciben nada o reciben demonios más bien. Aunque algunos parecen estar pidiendo algo bueno, en realidad están pidiendo algo malo.
Un predicador estadounidense vino a Winnipeg predicando “sanidad y salvación.” Un amigo mío fue y miró a este predicador orando para que las piernas de una persona se emparejaran mientras la persona estaba sentada en una silla con una pierna extendida más larga que la otra. Se miró como que la pierna corta le creció al largo de la otra. Como mi amigo se maravilló de esto, el predicador le preguntó si él quería poder hacer cosas así. (¿No le recuerda eso a Simón el mago en Hechos 8, aunque sin el elemento del dinero? Sólo que este predicador, contrario a Pedro, estaba bastante dispuesto a vender sus poderes al recoger las ofrendas.)
Uno pide con el corazón, y es el corazón el que obtiene la respuesta.
Mi amigo saltó ante esta posibilidad; el predicador le impuso las manos para que fuera lleno del Espíritu Santo. Mi amigo “cayó en el Espíritu”; cayó al suelo rodando en éxtasis por lo que fueron, o pareció, horas. El hablaba de rebosar de amor para todos, lleno de gozo y de paz.
Después de esto, queridos lectores, él se convirtió en un hombre de Satanás. El había vendido su alma al diablo en términos muy reales. El no estaba buscando al Señor Jesucristo, sino poder, gloria y fama (como lo buscó Judas), lo cual él supuso que este predicador poseía, él hablaba de y alababa a Jesús (sí, los hombres de Satanás alaban a Jesús, y en voz alta, también. Con sonrisas y manos alzadas -¿No dijo Jesús, “En vano, me adoran de labios pero su corazón está lejos de Mi”?).
El oró en lenguas, profetizó e impuso manos sobre la gente para sanidad y liberación de demonios. El pastoreaba una iglesia y viajaba con otros predicadores, predicando con ellos. Pero él era un hombre de Satanás, completamente, oponiéndose al Señor Jesucristo mientras parecía amarle y servirle a Él. Uno pide con el corazón, y es el corazón el que obtiene la respuesta.
Crea.
“Si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dadivas a su hijos, ¿Cuánto más su Padre Celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?” (Lucas 11:13)
En 1 Juan 5:14-15 leemos: “Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.”
Jesús dijo: “Si puedes creer, todo es posible para el que cree.”
Todas las cosas de Dios son por fe. Sin fe es imposible agradar a Dios. Los que buscan señales, recibirán señales, pero no de Dios, Quien no da más señales que la que Él ya dijo. Otras señales son del diablo, para los impíos.
Consideraciones Adicionales
¿Son las lenguas la evidencia de haber recibido al Espíritu?
Hay quienes enseñan que el don de lenguas es la evidencia de haber recibido al Espíritu de Dios. No es así. Aunque las lenguas se registran como manifestaciones en el día de Pentecostés para los 120, no ocurrió así cuando Cornelio y los de su casa recibieron al Espíritu, ni con los discípulos de Éfeso en Hechos 19, no se registran lenguas para los 3,000 de Hechos 2, ni con Saulo (Pablo) cuando recibió al Espíritu por Ananías, o con los samaritanos de Hechos 8 cuando creyeron por Felipe y recibieron al Espíritu por Pedro y Juan.
De los efesios en Hechos 19, no sólo se dice que recibieron lenguas sino también profecía. Cuando ocurrió el Pentecostés, Pedro testificó que el evento era el cumplimiento de la profecía de Joel; aunque Joel menciona sueños, visiones y profecía (todas muestras del derramamiento Espíritu Santo), él no mencionó lenguas. Si las lenguas fueran la señal del derramamiento del Espíritu de Dios, uno esperaría que se mencionara.
No estoy diciendo que un creyente nunca hablará en lenguas. Tarde o temprano todos los que sean bautizados con el Espíritu Santo orarán u hablarán en lenguas, y todos los otros dones se manifestarán según le plazca al Espíritu. Entonces, ¿Por qué Dios escogería las lenguas como la señal de autenticidad, y no otro don más importante?
Persevere Hasta el Fin
Pablo dijo: “Ahora, si un hombre no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.” (Romanos 8:9)
Por lo tanto usted puede concluir que yo estoy diciendo que si uno no es bautizado en el Espíritu Santo, ese no es de Cristo. ¡Es verdad! Si un creyente no avanza a recibir al Espíritu, toda creencia o arrepentimiento hasta ese punto es de poco valor. De poco valor, digo, porque sí hay valor en dejar el cigarrillo y las botellas si uno no es salvo. “Pero el que persevere hasta el final será salvo.” (Mateo 24:13).
El arrepentimiento es el primer paso para la salvación, un prerrequisito absoluto para recibir el Espíritu. Se dice que Dios da el Espíritu Santo (es decir, El se imparte EL mismo, se entrega El mismo) a quienes le obedecen (Hechos 5:32). Los discípulos no recibieron al Espíritu antes de la resurrección de Cristo. ¿Entonces no le pertenecían a Él? Sí y no. Si ellos se hubieran apartado sin recibir al Espíritu como le pasó a Judas y a los otros setenta, ninguno habría sido Suyo nunca. Ellos debían continuar.
Pero los discípulos fueron escogidos – ellos se arrepintieron, y obedecieron en fe. Otros creyeron, pero su creencia fue en vano. Lea Juan 2:23-24; 7:2-10; 7:31; 8:30-59; 12:42-43; Hechos 8:13-23; 1 Corintios 15:2.
Con estos testimonios de las Escrituras, uno puede ver que creer no es tan simple como lo hacen ver los impostores, engañando a las almas simples. La salvación comienza con el arrepentimiento, pero uno no es salvo a menos que reciba el Espíritu de Cristo y proceda de allí hasta el final.
Conclusión
El mundo está lleno de obras de hombres en el Nombre del Señor Jesucristo, y todas son abominación para El. Todos los que participan de esas obras sufrirán, a menos que se arrepientan y sean liberados. La ira de Dios está sobre todas las organizaciones, cultos, edificios, proyectos, cruzadas y las actividades religiosas de las iglesias que presumen servirle a Él. Lea: Cristianismo Falso, Las Verdaderas Marcas de un Culto (Secta) y Mystery’s Message.
No asuma que su interpretación de lo que yo digo aquí es correcta. En muchos casos, seguramente no lo será. Se requiere la revelación de Dios y que dialoguemos para poder entender aun las ideas más simples.
Dios es quien hace la obra.
“Porque Dios es el que produce en ustedes así el querer como el hacer por Su buena voluntad.” (Filipenses 2:13)
Él es quien llama y escoge. Que se haga Su voluntad y no la nuestra. ¡Amén!
Víctor Hafichuk
* También las Escrituras lo identifican como “La Promesa del Padre” (Lucas 24:49; Hechos 1:14), “el Espíritu Santo haya venido sobre” (Hechos 1:8; 19:6), “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4), “el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38), “recibieron al Espíritu Santo” (Hechos 8:15-17), “el Espíritu Santo que cayó sobre” (Hechos 10:44), y “por el Espíritu somos bautizados (sumergidos, incluidos) en el Cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12:13).
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero