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La gran mayoría de cristianos profesantes no tienen ni idea acerca de la verdadera naturaleza y esencia de la gracia, aunque casi todos usan esa palabra. Generalmente la tratan como un concepto de razonable imaginación; un bonito cuento de hadas para creer; una teoría o doctrina establecida, sin condiciones, sin resultar en cambios de vida; o más a menudo, el favor inmerecido de Dios que viene independientemente de su estado espiritual, estilo de vida y actitud, excepto que profesan fe en Cristo.
Muchos la ven como quedar libres de la Ley de Dios; confunden la iniquidad (vivir sin ley) con la gracia.
Aprenda algo ahora acerca de la verdadera gracia, dinámica y eficaz, quizás y así lo deseo, si es necesario, para la salvación de su alma, a través de la Palabra de Verdad y la fe resultante.
La gracia es el don de Dios – la habilidad, el poder y la libertad no sólo para saber, creer, o hablar, sino para hacer lo que es correcto y bueno a los ojos de Dios. Sin esa gracia, no tenemos poder.
La gracia no cubre por encima ni deja intacto el poder del pecado intacto.
Efesios 2:4-10 RVG
(4) Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
(5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
(6) y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar con Él, en lugares celestiales en Cristo Jesús;
(7) para mostrar en las edades venideras las abundantes riquezas de Su gracia, en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús
(8) Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios;
(9) no por obras, para que nadie se gloríe.
(10) Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
La gracia no cubre por encima ni deja intacto el poder del pecado, dando libertad a que el mal continúe, como erróneamente creen e insisten los hijos de iniquidad que siguen esclavizados por el pecado – “No podemos evitar pecar.” Más bien la gracia es la que vence al mal. La gracia rompe el poder del pecado; neutraliza su tiranía:
“Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos. Y la ley entró para que el pecado abundase; pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:19-20 RVG).
Cristo no vino a quitar la Ley sino a quitar el pecado.
Aquí tienen las valientes palabras del apóstol Juan acerca de los santos y el pecado:
“El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no peca, porque su simiente permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo; todo el que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.” (1 Juan 3:8-10 RVG)
“Todo el que es nacido de Dios no peca.” Esa es la realidad de la obra de la gracia, o Juan está equivocado o está mintiendo, o alguien ha “trastocado la Biblia” (una excusa común para ignorar lo que ella dice). Pero los verdaderos creyentes saben que lo que Juan dice es verdad. ¿Habla Juan del estado de sólo unos cuantos creyentes selectos? ¿No habla él de todos los verdaderos creyentes? Los pecadores no han conocido esta victoria. Como esta libertad es extraña para ellos, no saben ni que existe, pero sí existe, y nosotros estamos aquí para decírselo, puesto que nosotros conocemos la gracia de Dios.
“Porque la predicación de la cruz es locura a los que se pierden; pero a nosotros los salvos, es poder de Dios.” (1 Corintios 1:18 RVG)
Los extraviados e ignorantes dicen, “Dios ha quitado la ley,” creyendo que la gracia es la remoción de la Ley y sus exigencias. Cristo no vino a quitar la ley sino el pecado. Él no murió para excusar al pecador sino para libertarlo del poder del pecado.
La gracia quita la inhabilidad de la persona para cumplir con lo requerido.
El perdón no es un permiso para continuar en pecado. El perdón exige una cesación de la ofensa. La misericordia no se trata de ignorar el pecado continuo o a los pecadores deliberados. La misericordia dice: “Me abstendré de las consecuencias, con la esperanza de que ya no actúes como para merecerlas.” Como Jesús le dijo a la mujer adúltera, a quien Él perdonó: “Vete y no peques más” (Juan 8). Al paralítico a quien Él sanó, le dijo: “No peques más, no sea que una cosa peor te acontezca” (Juan 5:14). Esa es la parte de la gracia de Dios. La gracia prosigue con darle poder al pecador para arrepentirse y para cambiar de ser un pecador a ser santo, sin esperar virtud por parte del pecador, algo que él nunca había tenido, para empezar.
La gracia no quita el requerimiento, quitando la ley de Dios, lo cual preferiría en su pecado el hombre carnal (él no puede guardar u obedecer la ley y, de hecho, no tiene ningún deseo de hacerlo). Eso sería como enviar a un estudiante al siguiente grado porque no pudo pasar el grado en que estaba. ¿Tiene sentido eso? Más bien, la gracia quita la inhabilidad de la persona de cumplir con lo requerido; la gracia provee tanto el deseo como la habilidad de vivir en santidad. Es parecido a enseñarle y entrenar al estudiante para que pueda pasar al siguiente nivel. ¿Tiene sentido eso?
Es una vergüenza y una farsa asumir que Dios haya quitado Su Ley porque se perciba que Él es tierno, complaciente, tolerante, amable, perdonador, comprensivo y compasivo. El pecador, en su malvada imaginación, ha formado su propio dios, a su propia semejanza, para excusarse del perfecto requerimiento de la Ley de Dios, la cual a él, como hombre de este mundo, le parece repugnante. Aunque Dios puede ser y a menudo es todas las cosas que he mencionado, Él también es Dios de perfecta justicia, y no va a tolerar el pecado:
“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente en los que cayeron; más la bondad para contigo, si permaneciereis en Su bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.” (Romanos 11:22 RVG)
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7 RVG)
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla desde el cielo.” (Hebreos 12:25 RVG)
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gracia, por la cual sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.” (Hebreos 12:28-29 RVG)
Estos son aspectos del carácter de Dios, el cual los que no tienen la gracia no están dispuestos a considerar. Lea La Ira de Dios (disponible en español).
El cumplimiento de la Ley de Dios es nuestra liberación de la esclavitud del pecado.
La Ley no se va a ir sólo porque la ignoren, la menosprecien o la desobedezcan, igual que la gravedad o las tinieblas tampoco se van cuando las ignoramos. Ignore la gravedad y las tinieblas y ¿qué sucede? Tropezamos y caemos, eventualmente hasta podemos morir.
La Ley es la esencia de la naturaleza de Dios. Es estable; es una expresión de Su carácter. “Yo soy el Señor. Yo no cambio.” La Ley fue dada para que sepamos por qué estamos destituidos de Su gloria. El cumplimiento de la Ley de Dios en nosotros es nuestra liberación de la esclavitud del pecado. Se requiere un cambio de naturaleza, el cual para nosotros es imposible efectuar. Solamente mediante la gracia pueden ocurrir estas cosas.
Una de muchas maneras en que podemos comparar la aplicación de la Ley de Dios a nosotros sería como cuando un doctor toma rayos X y nos muestra que tenemos un tumor canceroso. ¿Será la solución quemar la lámina de los rayos X o destruir la máquina de rayos X? ¿Se curará así el cáncer? Es igual con el pecador. Dios no se deshace de la Ley que revela la corrupción. La única solución verdadera es neutralizar la corrupción. Eso es precisamente lo que hace la gracia.
Quitar la Ley sería en vano y aun estaríamos en nuestros pecados. Sería semejante a desconectar el cable de la luz del “Aceite” que nos indica en el tablero que al motor le falta aceite, creyendo que entonces podremos seguir conduciendo. ¡Qué evangelio tan destructivo el que se predica hoy! “¡Jesús desconectó la luz del ‘Aceite’ para nosotros! ¿No es Él maravilloso? ¡Podemos seguir manejando! ¡Pan comido! ¡Después de todo, llegaremos a nuestro destino; gloria a Dios! exclaman ellos en su ignorancia de lo que significa la gracia, mientras siguen conduciendo en sus pecados para destrucción propia. El falso evangelio les da falsas esperanzas. Vea El Mensaje de la Misteriosa (disponible sólo en inglés).
Los proponentes del falso evangelio dicen que ya no estamos bajo la Ley, especialmente cuando son confrontados con que han quebrantado alguno de los mandamientos, como el segundo sobre las imágenes, o el Cuarto sobre guardar el sábado. Ellos citan:
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14 RVG)
La gracia no es ausencia de la Ley; la gracia es el poder para cumplir y guardar la Ley.
Ellos dejan de poner atención al siguiente versículo:
“¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis; ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:15-16 RVG)
Debemos entender que el pecado es el rompimiento de la Ley, y esa Ley nunca es quitada, ni dice la Biblia en ninguna parte que sea quitada. La gracia no es la ausencia de la Ley; la gracia es el poder para cumplir y guardar la Ley. Pablo dijo:
“¿Entonces invalidamos la ley por la fe? ¡En ninguna manera! Antes bien, confirmamos la Ley.” (Romanos 3:31 RVG)
¿Es Dios (Jesús) el único que debe guardar Su propia Ley? ¡Qué pensamiento tan tonto y perverso!
Estos que argumentan por una falsa gracia, podrán admitir hasta el punto de que los mandamientos que condenan el asesinato o el robo o el adulterio aún son válidos. Ellos también reconocen que el Primer Mandamiento sigue en total vigencia. ¿Cómo es entonces que ellos escogen y seleccionan? ¿Qué les da la perversa inspiración para hacerlo así? Ellos han sido cegados por las maquinaciones de los hombres.
La iglesia católica quiere imágenes, entonces cambian la Ley de Dios. Quieren los domingos para honrar al dios sol, entonces cambian la Ley de Dios. Luego excusan sus pecados diciendo que ahora estamos bajo la gracia y no bajo la Ley. Y los evangélicos siguen a la ramera, siendo hijas y madre, prostituyéndose delante de Dios, destruyéndose a sí mismos. De éstos, Judas dice:
“Porque ciertos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes fueron ordenados para esta condenación, hombres impíos, que cambian la gracia de nuestro Dios en libertinaje, negando al único Señor Dios, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Judas 1:4 RVG)
¿Podrán ellos escapar su necedad y determinación de agradarse a sí mismos? Judas continúa:
“Ahora quiero recordaros, aunque ya definitivamente lo sepáis todo, que el Señor, habiendo salvado al pueblo de la tierra de Egipto, destruyó después a los que no creyeron. Y a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día. Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, a semejanza de aquéllos, puesto que ellas se corrompieron y siguieron carne extraña, son exhibidas como ejemplo al sufrir el castigo del fuego eterno.” (Judas 1:5-7 RVG)
Jesucristo pagó el precio por nuestro pecado – quitando el pecado.
Por inspiración del Espíritu de Dios, Judas continúa su descripción de los que buscan la iniquidad y ser libres de Su Ley:
Judas 1:8-13 RVG
(8) No obstante, de la misma manera también estos hombres, soñando, mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las majestades angélicas.
(9) Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
(10) Mas éstos blasfeman las cosas que no entienden, y las cosas que como animales irracionales conocen por instinto, por estas cosas son ellos destruidos.
(11) ¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y por lucro se lanzaron al error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré.
(12) Estos son escollos ocultos en vuestros ágapes, cuando banquetean con vosotros sin temor, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua llevadas por los vientos, árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
(13) son olas furiosas del mar, que arrojan como espuma su propia vergüenza; estrellas errantes para quienes la oscuridad de las tinieblas ha sido reservada para siempre.
“Pero, ¿no pagó Jesús el precio completo? ¿No lo hizo Él todo por nosotros?” argumentan ellos.
Sí, Él pagó el precio por nuestro pecado – quitando el pecado:
“Pero ahora en la consumación de los siglos, se presentó una sola vez por el sacrificio de Sí mismo para quitar el pecado.” (Hebreos 9:26 RVG)
Este “quitar” debe ser una experiencia; de otro modo, no tiene ningún valor. Su pecado debe ser quitado, hasta que ya no exista allí. La gracia no es una teoría o simplemente un evento histórico de hace 2,000 años. La gracia es la realidad de un cambio de vida que se experimenta, aquí y ahora:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17 RVG)
No es simplemente un asunto de hablar por hablar, sino de caminar en lo que se habla.
La gracia no consiste en que Su sangre le haga un blanqueado al pecado. La gracia es una erradicación total del pecado. Un Dios santo no puede tolerar el pecado en ninguna medida o nivel. Pecado es pecado. Dios es un Dios santo:
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios; no sea que brotando alguna raíz de amargura, os perturbe, y por ella muchos sean contaminados; que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por un bocado vendió su primogenitura.” (Hebreos 12:14-16 RVG)
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el Cielo es perfecto.” (Mateo 5:48 RVG)
“Por lo cual, amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia que seáis hallados de Él en paz, sin mácula y sin reprensión.” (2 Pedro 3:14 RVG)
Hay quienes creen que van a echar mano del favor de Dios simplemente sabiendo y diciendo las cosas correctas. Ellos no consideran una exigencia para ellos la vida recta que a ellos les parece imposible vivir. No es simplemente un asunto de hablar por hablar, sino de caminar en lo que se habla:
“Porque el Reino de Dios no consiste en palabras sino en poder” (1 Corintios 4:20 RVG)
“Por lo cual, dejad toda inmundicia y superfluidad de malicia, y recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Mas sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego se olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta Ley de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (Santiago 1:21-25 RVG)
¿No dejan claro estas Escrituras que no se trata de simple membresía de y asistencia a una iglesia, estudio Bíblico, oración, ayuno, evangelización, diezmos y otras actividades religiosas, sino de un cambio de corazón, una transformación interior, una liberación del poder del pecado?
“Porque no es judío el que lo es por fuera; ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en el interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; cuya alabanza no es de los hombres, sino de Dios.” (Romanos 2:28-29 RVG)
Muchos hacen todas las obras religiosas que he mencionado, pero nunca han experimentado la gracia de Dios. Ellos son como quienes cuelgan manzanas en un álamo para mostrar que tiene frutos para Dios. Ellos trabajan para demostrar que tienen la gracia, sin darse cuenta que así pisotean la sangre de Cristo derramada por ellos.
Los hombres sin la gracia hacen lo que les agrada a ellos. Los que tienen la gracia agradan a Dios.
¿Acaso no testifican los escritores de la Biblia que la gracia de Dios no se gana ni se logra por obras? ¿No hablan ellos de la posibilidad de tener la capacidad de vivir en rectitud por la voluntad y el poder de Dios en vez de por sí mismos? ¿No están diciendo los profetas que debemos ser manzanos, los cuales, por naturaleza, producen fruto? Esto sólo es posible por gracia.
Podríamos quedar como un álamo tratando de producir manzanas, o como un manzano que produce manzanas porque es todo lo que puede hacer. Lo primero es el esfuerzo del hombre mientras que lo otro es la obra de Dios. El uno es pretensioso mientras que el otro es real; uno tiene forma religiosa pero el otro tiene la realidad espiritual. Uno tiene las palabras, pero el otro tiene tanto las palabras como las acciones.
El falso puede parecer que da fruto en cualquier tiempo, pero el verdadero produce fruto solamente en su tiempo. La gracia tiene un tiempo; las obras se dan en cualquier tiempo y no tienen algún tiempo específico. Jesús les dijo a sus hermanos incrédulos:
“Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha venido; mas vuestro tiempo siempre está presto. No puede el mundo aborreceros a vosotros, mas a Mí me aborrece, porque Yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a esta fiesta; Yo no subo todavía a esta fiesta, porque Mi tiempo aún no se ha cumplido.” (Juan 7:6-8 RVG)
Los hombres sin la gracia hacen lo que les agrada a ellos. Los que tienen la gracia agradan a Dios.
La gracia no es el deseo de ser religioso. La gracia no son las obras religiosas. La gracia no es un asunto externo solamente. La gracia produce un cambio de naturaleza. Por gracia, uno se arrepiente, nace de nuevo, y recibe una nueva mente y un nuevo corazón, con nueva dirección, nuevos deseos, perspectivas y aspiraciones. A su debido tiempo, solamente por gracia, esa naturaleza interior empieza a manifestar los frutos de manera espontánea. La carreta permanece detrás del caballo y no frente a él.
Quienes presumen tener el poder de vivir rectamente y de guardar la Ley de Dios, necesariamente, se van a desilusionar, por no darse cuenta que confiaron en sus obras, en su propio poder y en su propia justicia, la cual es inútil.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2 Corintios 4:6-7 RVG)
Lea Cristianismo Falso y La Iniquidad.
El hecho de que alguien esté enfermo no significa que a él o a ella le falte la gracia.
Muchos, si no es que la mayoría, confunden la debilidad y la enfermedad con el pecado, llamándole “pecado” a algo que no es pecado, lo cual puede ser tan dañino como tratar al pecado como si no lo fuera (porque cualquier mentira puede conducir al pecado, el cual lleva a la muerte). Pero la enfermedad es necesaria para que la gracia de Dios trabaje como Él lo decida. Pablo llegó a aprender esta maravillosa verdad:
“Y para que no me enaltezca desmedidamente por la grandeza de las revelaciones, me es dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera. Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí; y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por lo cual me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso.” (2 Corintios 12:7-10 RVG)
El hecho de que alguien tenga una enfermedad no significa que a él o a ella le falte la gracia. La enfermedad no es pecado. Está allí para evitar el pecado. En otras palabras, la enfermedad es parte de la gracia de Dios.
Aquí está lo que el apóstol Pablo dijo acerca de la gracia:
“Porque la palabra de la promesa es ésta: ‘A este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.’ Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (aunque aún no habían nacido sus hijos, ni habían hecho bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras de la Ley sino por el que llama), le fue dicho a ella: ‘El mayor servirá al menor.’ Como está escrito: ‘A Jacob amé; más a Esaú aborrecí.’ ¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡En ninguna manera! Porque a Moisés dice: ‘Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia; y Me compadeceré del que Yo Me compadezca.’ Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Romanos 9:9-16 RVG)
Debemos creer y obedecer las cosas que Dios requiere de nosotros día a día.
La gracia significa que nuestra vida y salvación están totalmente en las manos de Dios. Sin embargo, hay una advertencia, algo aparentemente contradictorio que confunde a los que no tienen la gracia de Dios:
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación, con temor y temblor, porque es Dios el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por Su buena voluntad.” (Filipenses 2:12-13 RVG)
Si “es Dios Quien obra en nosotros tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad,” una obra de pura gracia, puesto que Dios lo hace, entonces ¿cómo es que nosotros debemos “ocuparnos en nuestra salvación – con temor y temblor”?
El ejemplo de Pablo, para entender un poco más:
“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que da el crecimiento.” (1 Corintios 3:6-7 RVG)
¿Cómo plantamos y regamos? ¿Cómo nos ocupamos? Lo hacemos creyendo y obedeciendo las cosas que Dios requiere de nosotros día a día. Nosotros ejercitamos lo que Dios libremente nos ha dado.
¿Es importante plantar y regar? Por supuesto que sí. Sin eso, no hay planta. Pero lo que debemos aceptar es que nosotros no hacemos que la planta crezca en su naturaleza. Por lo tanto, si un rosal recibe agua y crece, nosotros no somos los arquitectos ni de las espinas ni de las rosas. Esas vienen naturalmente con la planta, la cual solamente Dios puede crear. Una planta tampoco puede determinar cuál será su naturaleza y destino.
Mis enemigos (y aun mis amigos) dicen que yo soy espinoso. Tengo que admitir que puedo ser así, pero asimismo declaro abiertamente que también tengo flores, disponibles para los que han recibido la gracia para mirar las flores y no las espinas. Aunque Dios me ha dado el deseo y la habilidad de ocuparme en mi propia salvación, no tomo ni crédito ni culpa por las flores o por las espinas. Dios ha destinado las dos cosas… por Su gracia.
Para lectura adicional sobre este tema: Aguas Santas, La Obediencia, Los Hijos de Corrección (disponibles en español), y La Ley y la Gracia (disponible sólo en inglés).
Víctor Hafichuk
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero