Dios Sana Hoy, a Su Manera

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A causa de charlatanes y artistas exaltados que predican sanidad en el Nombre de Jesucristo, como Benny Hinn, Oral Roberts, Peter Popoff y Reinhard Bonnke, por ejemplo (y hay muchos, muchos más), hay algo que debo dejar tan claro como pueda. Aunque yo sé que la sanidad divina es relevante hoy en día como siempre lo fue, y he sido testigo y recibido muchas sanidades milagrosas tanto para mí mismo como para otros, debo sonar la alarma y decir que uno se equivoca al buscar satisfacción en estos tele-evangelistas y “sanadores” populares. Dios no está con ellos. Lo repito: Dios no está con ellos. A Él le molestan dolorosamente estas blasfemas copias de Balaam e hijos de Nimrod. Ellos son anti-Cristo, algunos de ellos deliberadamente, a sabiendas, y está demostrado, mientras que otros sinceramente creen estar sirviendo a Dios pero están engañados.

De estos últimos, el Señor ha dicho:

“Muchos Me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23)

Toda sanidad está disponible de parte de Dios para los de fe verdadera.

¿Sana Dios físicamente a la gente, así como de otros males hoy? Muchos no lo creen. Mientras muchos no creen que Dios sane para nada, algunos creen o están dispuestos a considerar que Él da sanidad espiritual o interior, y que eso es todo. El propósito de este escrito es notificar a todos quienes les sea dado oír y creer, que toda sanidad, física, mental y espiritual, está de verdad disponible de parte de Dios, a su debido tiempo, para todos los de fe verdadera y obediencia a Él. Lo que Dios ha dicho es claro:

“Y dijo: Si escuchas atentamente la voz del SEÑOR tu Dios, y haces lo que es recto ante Sus ojos, y escuchas Sus mandamientos, y guardas todos Sus estatutos, no te enviaré ninguna de las enfermedades que envié sobre los egipcios; porque Yo, el SEÑOR, soy tu sanador.” (Éxodo 15:26 LABLA)

Aquí tenemos otra promesa de Él eternamente segura para los que son Suyos:

“Si se humillare Mi pueblo, sobre el cual Mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren Mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces Yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14)

Déjeme hacerle una pregunta simple para cualquiera que profesa creer: Si usted llenara las condiciones requeridas según las Escrituras, ¿hará o no hará Dios lo que Él prometió? Si no es así, usted debería conseguirse otro Dios, uno que hable la verdad y guarde Sus promesas. Si Él no está incluyendo o hablando de sanidad física, ¿de qué está hablando entonces? ¿Puede decirme usted?

Pero yo sé, por experiencia, que Quien habla aquí es el Señor Dios y que podemos confiar completamente en que Él cumple con Su parte del trato. Él es fiel. Si usted no está experimentando Su promesa, usted necesita seriamente considerar que hay algo malo por parte suya donde usted no está cumpliendo con las condiciones que Él requiere. Es así de simple. Nada ni nadie más tiene la culpa.

La fe y la obediencia son la clave para las bendiciones de Dios.

El Señor me dijo una vez, en 1976, que Él estaba sufriendo porque Su pueblo estaba sufriendo. Ellos estaban sufriendo, me dijo Él, porque no estaban obedeciéndolo a Él por falta de conocimiento. La fe y la obediencia son la clave para la bendición de Dios en todo aspecto de la vida. De ahí que, como lo declaran las Escrituras, casi toda enfermedad se debe a falta de fe y de obediencia.

Quienes no creen argumentan que las palabras de Éxodo eran sólo para el antiguo Israel. ¿Hay justificación para ese argumento? Veamos lo que el apóstol Pablo tenía que decir al comparar (contrastar) la Ley con lo que seguía después de la Ley:

2 Corintios 3:7-12 LBLA
(7) Y si el ministerio de muerte escrito y grabado en piedras fue glorioso, tanto que los hijos de Israel no podían fijar los ojos en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su parecer, la cual había de fenecer,
(8) ¿cómo no será más glorioso el ministerio del espíritu?
(9) Porque si el ministerio de condenación fue glorioso, mucho más abundará en gloria el ministerio de la justificación.
(10) Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación a la gloria más excelente.
(11) Porque si lo que perece fue glorioso, mucho más glorioso será lo que permanece.
(12) Así que, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza.

Los “creyentes” incrédulos dicen, en esencia, que cuanto más gloria tenemos, menos sanidad. Ellos dicen que Dios les prometió sanidad a los que estaban bajo la Ley pero en cuanto a los que tienen el Espíritu, deben prepararse para pasar enfermos o hasta para morirse de cáncer o del corazón. Cuando Cristo no estaba por dentro, había sanidad, pero ahora que el Mismo Dios, el Príncipe de la Vida y la Salud, vive por dentro, hay enfermedad y muerte sin salida. ¿Tiene sentido eso? ¿No sería mejor para algunos que Cristo no hubiera venido, viendo que Él desapareció la salud? ¿No estaban mejor los hebreos bajo Moisés, por lo menos en este aspecto, si vamos a creer el razonamiento de los que niegan que sea la voluntad de Dios sanarnos y darnos salud hoy?

No hay duda de que la voluntad de Dios es que tengamos bienestar.

Muchos leen los Salmos y buscan allí consuelo e inspiración, sea que piensen que la sanidad de Dios es sólo para los días antiguos o no. Entonces, si vale la pena leerlos para consolación, ¿por qué no creerlos? Aquí está una declaración para todo tiempo:

“Salmo de David. Bendice, alma mía al SEÑOR; y bendiga todo mi ser Su santo Nombre. Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es Quien perdona todas tus iniquidades, El Que sana todas tus dolencias; El Que rescata del hoyo tu vida, El Que te corona de favores y misericordias.” (Salmo 103:1-4 RVG)

No hay duda que tanto el Nuevo Testamento como el Viejo Testamento declaran con seguridad la sanidad de parte de Dios. No hay duda que la voluntad de Dios es que tengamos bienestar. Jesús dijo:

“El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10 LBLA)

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 1:2)

¿No deberíamos considerar entonces que cuando tenemos un cáncer o alguna enfermedad horrible, que esa no es la voluntad de Dios, sino la obra del destructor, así como lo dijo Jesús? ¿Por qué somos tan rápidos para hacer mentiroso a Jesucristo y aceptar la tiranía maligna del destructor, creyéndole y honrándolo a él, como sólo se debe al Señor? ¡Qué tontos podemos ser! La incredulidad es incuestionablemente cosa de tontos, y por o con esa incredulidad, ¡la pagamos caro!

¿De qué sirve que prediquemos a Cristo, pero que nos quedemos cortos de la vida?

¿Ha cambiado Jesucristo Su manera de pensar, Su voluntad o Sus caminos? Esto es lo que dice el escritor de Hebreos:

“¡Jesucristo nunca cambia! Él es el mismo ayer, hoy y para siempre” (Hebreos 13:8 CEV)

En el Nuevo testamento, el escritor de Hebreos simplemente repite lo que se declara en el Viejo Testamento:

“Porque Yo, el SEÑOR, no cambio; por eso ustedes, oh hijos de Jacob, no han sido consumidos.” (Malaquías 3:6 NBLH)

¿De qué sirve si predicamos de Jesucristo a otros, pero con el ejemplo representamos algo que se queda corto de la vida abundante que Él vino a dar? ¿No terminamos siendo tontos así, si no es que hipócritas y mentirosos? ¡Por supuesto que sí! ¿Para qué excusarnos? ¿Para qué racionalizar? ¿Por qué no admitir nuestra incredulidad? ¿Por qué no admitir que estamos diciéndole mentiroso a Jesucristo, y declarando como inevitable ganador al diablo?

¿Tal vez sea que Él sólo cubre ciertas enfermedades y otras no? Veamos:

“Quien perdona todas tus iniquidades; Quien sana todas tus enfermedades.” (Salmo 103:3)

¿Cuáles es la clave para la sanidad? Aquí está lo que dice Jesús:

“Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.” (Mateo 9:29)

“Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.” (Marcos 9:23)

¿Por qué no recibimos? Esto es lo que Santiago, quien sanó a muchos, dice:

“Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es llevada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, el tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor.” (Santiago 1:6-8)

¿Les daría Jesús a sus discípulos el poder para sanar si no fuera Su voluntad sanar?

Jesús habló estas palabras en cuanto a la sanidad y la incredulidad:

“Pero en verdad les digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y cuando hubo gran hambre sobre toda la tierra; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta, en la tierra de Sidón. Muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el Sirio.” (Lucas 4:25-27 NBLH)

También esto está escrito:

“Y no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos.” (Mateo 13:58 LBLA)

Jesús dijo esto:

“Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas.” (Marcos 11:24)

La fe es la clave. El apóstol Juan, quien sanó a muchos, dice esto:

“Y ésta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.” (1 Juan 5:14-15)

Surge la pregunta: ¿Es la voluntad de Dios que recibamos sanidad? Yo respondo con una pregunta: ¿Les daría Jesús a Sus discípulos y a los creyentes el poder para sanar si no fuera Su voluntad que la gente sea sanada? ¿Para que molestarse? Pero esto es lo que Él les prometió a todos los creyentes:

“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.” (Marcos 16:17-18 RVG)

Necesitamos obedecer Sus mandamientos.

¿Es la sanidad para hoy? Muchos alegan que solamente era para los primeros días. Sin embargo, estas mismas personas declaran que ellos solamente creen lo que dice la Biblia, nada más. ¿Entonces dónde, pregunto yo, encuentran ellos en la Biblia que la sanidad era solamente para los primeros días?

¿Dijo Jesús: “Estas señales seguirán a los que crean en los primeros días,” o “Estas señales seguirán a los que hayan creído solamente hasta que la Biblia sea completada”? ¿Hizo Él distinciones? ¿O son los hombres los que hacen esas distinciones, por incredulidad y negación del Señor, Quien sana sus dolencias?

Para responder esa pregunta, si usted no encuentra evidencia de que Jesús hiciera esas distinciones, entonces son los hombres quienes las han hecho. Si es así, ¿a quién le va a creer usted? ¿Creerá usted las mentiras de los hombres y morirá, o creerá usted la Palabra de Dios, Su Verdad, y vivirá?

Si los doctores terrenales, siendo malos, tratan de sanar a sus pacientes que vienen a ellos, a menudo con éxito, ¿cuánto más el Padre Celestial va a sanar a quienes vengan a Él? ¿Les creerá usted a los pacientes enfermos que no confían en el Gran Médico, o le creerá usted al Gran Médico, Quien está deseoso y listo para sanar a los enfermos?

Jesús dijo:

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres os hagan, así también haced vosotros a ellos; porque esto es la Ley y los profetas.” (Mateo 7:11-12)

¿Por qué no habríamos de creer? ¿Por qué no creemos? Les diré por qué. Es por causa del pecado. Después de Su pregunta, Jesús dio la respuesta: Hacer con los demás como queremos que los demás hagan con nosotros. Esto incluye a Dios, especialmente. Necesitamos obedecer sus mandamientos si esperamos que Él nos conceda nuestras peticiones. Jesús dijo esto:

“Y Aquél que Me envió está conmigo; no Me ha dejado solo, porque Yo siempre hago lo que Le agrada a Él.” (Juan 8:29)

Debemos confesarlo todo; los pecados y los dioses falsos bloquean el camino.

Confesión de Pecado

También está escrito:

“Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace Su voluntad, a éste oye.” (Juan 9:31)

Debemos ponernos claros con Dios, confesándolo todo. Los pecados y los falsos dioses bloquean el camino para Su favor. De verdad, esas cosas traen Su ira. ¿Sabe usted cuál es su pecado o ídolo? Aunque algunos lo saben, muchos no. Yo he tenido dioses y pecados en mi vida de los cuales yo no me daba cuenta. No saber nuestro pecado no nos excusa. Pecado es pecado y no puede quedarse sin ser tratado. ¿Qué hacemos entonces si no sabemos de nuestro pecado? Debemos pedirle a Dios que nos revele nuestro pecado a nosotros:

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:23-24)

“Has puesto nuestras iniquidades delante de Ti, nuestros pecados secretos a la luz de Tu presencia.” (Salmo 90:8)

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros.” (Juan 1:8-10 LBLA)

Ahora considere otra promesa que hizo Jesús:

“El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ése es el que Me ama; y el que Me ama será amado por Mi Padre; y Yo lo amaré y Me manifestaré a él.” (1 Juan 14:21)

¿Dejará Él desfalleciendo en enfermedad y aun sufriendo hasta la muerte por enfermedad a alguien que le ama y le obedece a Él y a quien Él se ha revelado? Sólo la incredulidad pensaría así. ¡Cómo difama la incredulidad al carácter de Dios! ¿Es Él fiel a Su palabra o no lo es?

Otra vez, Jesús dijo:

“El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10 LBLA)

La fe es el conocimiento de Dios y de Sus caminos, amistad con Dios.

¿Por qué no está pidiendo usted? Dice Santiago:

“Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” (Santiago 4:2)

¿Por qué está pidiendo usted?

“Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3)

La Fe

Pero, ¿qué es la fe? La fe no es fuerza de voluntad, como algunos piensan. La fe no es asunto de concentración. La fe no es un asunto mental. La fe es un don espiritual de Dios. Déjeme definir la fe: La fe es el conocimiento de Dios y de Sus caminos. La fe es amistad con Dios. La verdadera fe se traduce en obediencia. La obediencia nace del amor hacia Dios. Jesús dice: “El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que Me ama….”

La fe es confianza en, dependencia o descanso en, Dios, a pesar de las evidencias externas contrarias. La fe es también un profundo sentido de nuestra propia indignidad. Cuando los discípulos vinieron a Jesús pidiéndole que les aumentara la fe, esto es lo que Él les respondió:

Lucas 17:5-10 RVR
(5) Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
(6) Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
(7) ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
(8) ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
(9) ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
(10) Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.

La fe no es asunto de doctrina religiosa o filosofías.

Todos buscamos a Dios por las cosas que queremos o necesitamos, pero eso no es fe. Santiago dice:

“Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril?” (Santiago 2:19-20 LBLA)

Se oye a la gente decir con tanta frecuencia: “O, yo creo en Dios…yo soy católico,” o “Yo soy de la fe presbiteriana,” o “Yo voy a la iglesia,” o “Yo fui bautizado,” o “Yo me crie en la Iglesia Unida,” o “Mi mamá nos leía la Biblia,” o “Mi papá es pastor,” o “Cuando llegamos al punto, todos creen,” o “Yo soy un anciano de la iglesia,” o “Yo canto en el coro de la iglesia,” o “Yo sirvo en la directiva de la iglesia,” o muchas otras “credenciales de esas,” para indicar que ellos son cristianos o creyentes en Dios.

Creer en Dios no tiene nada que ver con la religión, o con la afiliación denominacional, o con cualquier tipo de obras externas. La fe no es asunto de doctrina religiosa o filosofías o de posición oficial. El papa de Roma no cree. Billy Graham no cree. Casi todos los predicadores, pastores, sanadores por fe y evangelistas no creen. ¿Sorprendido? Es verdad.

Los fariseos y otras denominaciones de los días de Jesús no creían, ¿o sí? Tampoco creían los del Sanedrín. La fe es algo individual; es una esencia espiritual, un don de Dios, concedido a quien a Él le place, en donde uno confía en el Dios Viviente y le ha abierto el corazón a Él. Bendecido es el que cree. Como alguien dijo una vez: “Ir a la iglesia no te hace un creyente igual que ir a un parqueo no te convierte en un carro.”

La sanidad de los pecadores por fe no es igual que el camino de la fe.

En todo esto debemos señalar que existe una dimensión de la fe, la cual, aunque no es la perfecta voluntad de Dios, es no obstante efectiva en la sanidad de muchos. Esta es la clase de fe que vemos en los nueve de diez leprosos que fueron sanados por Jesús, los que no regresaron a darle gloria a Dios. Ellos obtuvieron lo que querían, lo cual recibieron por fe, pero la fe de ellos no fue perfeccionada porque no regresaron al Dador y a la Fuente, no sólo para dar gracias, sino para apegarse a Él y a vivir por Él. Ese es el verdadero fin de la fe de Cristo; la reconciliación con, y el regreso a, Dios.

La sanidad de los pecadores mediante la fe, la cual Cristo no negó a nadie que viniera a Él (Él hace que el sol brille para buenos y malos), no es igual que el camino de la fe para la salvación. Puede ser parte del mismo, pero uno debe recorrer todo el camino, perseverando hasta el final, como lo dijo Jesús, para ser salvo. Este es el significado de la siguiente advertencia que Él le dio a un hombre a quien sanó por fe:

“Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, no sea que te venga alguna cosa peor.” (Juan 5:14 RVG)

Sí, es bueno ser sanado. Pero no confunda el regalo de la sanidad de Dios con la salvación, y con el caminar en Su rectitud. El Señor nos advierte que no pequemos más. Más importante aun, si no se trata la naturaleza de pecado, la cual es la responsable por la enfermedad y por la muerte, entonces peores resultados se cosecharán en el camino, aun en las generaciones venideras. El señor ha venido a deshacer no sólo nuestros pecados, sino la naturaleza de pecado, de una de vez por todas, destruyendo al hombre de pecado que reside en cada persona. Entonces es que se cumple lo dicho:

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21:4)

Los nativos empezaron a experimentar sanidad casi inmediatamente.

Ser liberados de la naturaleza de pecado es la intención y ministerio de Cristo, lo cual sólo puede ser realizado por Él en Sus ministros. Las sanidades por fe, las cuales también son administradas por Sus siervos, pueden venir también a través de los que no son Suyos. Hay algunos ejemplos notorios de sanidades que se dieron como resultado de que las personas tuvieron fe para recibir la sanidad, independientemente de la fe de aquellos por medio de quienes se dieron las sanidades.

Por ejemplo, en el siglo dieciséis, un español, Cabeza de Vaca, relató cómo él y sus compañeros fueron instrumentos en la sanidad de muchos nativos norteamericanos. Los españoles, habiendo sufrido un naufragio, eran pocos en número y a merced de los nativos. Cuando uno de los nativos los buscó por sanidad, para lo cual ellos no tenían conocimiento médico o fe, se vieron entre la espada y la pared sin saber dónde ir.

Al no saber qué más hacer, como fieles católicos, ellos hicieron la señal de la cruz sobre los nativos y oraron lo mejor que pudieron, sin esperar mucho pero encomendándose a Dios. Los nativos comenzaron a experimentar sanidades casi inmediatamente. Se corrió la noticia. Más nativos vinieron por sanidad y De Vaca hasta cuenta que él oró por un nativo que resucitó de los muertos.

Parece que había sencillamente un gran poder en la creencia que tenían los nativos de que los españoles tenían el poder para hacer sanidades. A su vez, esto inspiró a De Vaca en lo que Dios podría y querría hacer por ellos. Según era su fe, así fue hecho con ellos.

Esto puede explicar la efectividad de los placebos. La gente cree lo que sea con tal les ayude, lo cual mueve los poderes espirituales e invisibles de los hombres, quienes son hechos a imagen de Dios. Hay poder en el creer, aun si se es un hombre caído. Como les dijo Pablo acerca de Dios a los supersticiosos atenienses:

“Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.” (Hechos 17:28 RVR)

La madre creyó, y su fe restauró a su hija.

Otro ejemplo de lo que parece ser una sanidad sobrenatural le ocurrió a Charles Templeton, un evangelista canadiense de mediados del siglo veinte. Esto es lo que Templeton reportó sobre el incidente, del cual él escribió años más tarde, luego de admitir que él realmente nunca creyó y que era agnóstico. En este caso parece que la madre que pidió oración creía de verdad, y fue su fe la que sanó a su hija:

Cuando me lo pedían, yo había orado por los enfermos muchas veces, sin ningún éxito. Yo nunca prediqué sobre la sanidad por fe, rara vez me referí a eso y critiqué públicamente a evangelistas que se especializaban en eso. Yo lo consideraba algo secundario y, en manos de charlatanes, peligroso.

No obstante, un domingo por la tarde fui a una de esas pequeñas casas en forma de caja, comunes al este de Toronto, a petición de una mujer que asistía a la iglesia. Su pequeña hija había nacido deforme. El músculo grande al lado derecho del cuello estaba pegado al hueso izquierdo del cuello, torciendo la cabeza de la niña hacia la izquierda. Según lo que yo entendía, había como una conjunción del músculo con la vena yugular lo cual imposibilitaba corregir el problema quirúrgicamente. Una vez a la semana, la mujer llevaba la niña al Hospital Para Niños Enfermos para rehabilitación muscular. Repetidamente giraban la cabeza de la niña hacia su derecha para estirar el músculo de modo que, con los años, ella pudiera más o menos mirar al frente. La madre tenía que repetir la terapia por diez minutos al día a pesar de los gritos de la bebé. Como ella no soportaba eso, me insistió que viniera y orara para que la niña sanara.

Yo fui sin mucho ánimo, sintiéndome como un charlatán. La bebé estaba en su cuna en la habitación. Me puse un poco de aceite de oliva en los dedos, me arrodillé con la mamá, puse mis manos sobre la niña y oré. Yo no esperaba que la niña se sanara. Mientras oraba puras palabras labiosas, yo pensaba en la mujer – en su dolor, en lo desmoralizada que quedaría al no ver ningún cambio en la bebé y en los meses de agonizante terapia que estaban por delante. Al terminar, nos pusimos de pie y regresamos a la sala. Yo buscaba en mi mente las palabras con que pudiera darle aliento a la mujer y calmar su decepción. Nos sentamos por unos minutos, hablando, yo en una silla y ella en un sofá al frente. Yo le pregunté, “¿No era hacia la izquierda que tenía torcida la cabeza la niña?” La bebé estaba mirando hacia la derecha y luego me miró de frente. La mujer se desmayó, y en lo que ella empezó a deslizarse por el suelo, agarré a la niña y la puse en el sofá. Cuando la mujer volvió en sí, ella estaba casi histérica. Le dije que informara al hospital lo que había ocurrido.

Cuatro años después, New World (Nuevo Mundo), una imitación canadiense de la revista Life (Vida), me buscó para que les relatara la historia. Ellos planeaban hacer un apartado en su edición de Semana Santa bajo el titular, “Lo Que Mi Fe Significa Para Mí.” Yo los mandé donde la mujer y al Hospital Para Niños Enfermos. Ellos sacaron la historia y una foto de la mujer con la niña, ahora una jovencita y manifiestamente normal, en una página completa.

Recibir sanidad por fe es una bendición del Cielo, como cuando el sol brilla o cuando llueve sobre el hombre. Lo que es mejor aun es recibir a Cristo, y caminar en Su perfecta voluntad, la cual incluye la salud del cuerpo, alma y espíritu.

Cuando solamente Dios importe, todo será suyo.

El Secreto

¿Qué de las necesidades y sentimientos de Dios? ¿Qué de Su voluntad? Salomón escribió: “El rico tiene muchos amigos.” Dios es rico y entonces tiene muchos amigos. Ellos son invariablemente aduladores, y una curiosa mezcla de amigos de “buenos tiempos/malos tiempos.” Cuando las cosas van bien (para ellos), ellos ignoran a Dios. Cuando las cosas se ponen duras, claman a Él. Rara vez se piensa en lo que a Él le importa.

La gente parece pensar que porque Él es Dios, Él no necesita amigos, pero Abraham, el padre de la fe y de los que creen, fue conocido como el amigo de Dios. Él creyó. Él tuvo fe. A él le importaba Dios, por la gracia de Dios.

Este es el secreto para la vida y para todo. ¿Está usted listo? Esto podría ser lo más importante que yo haya dicho y lo más importante que usted podría haber oído. Aquí lo tiene:

Por terribles y tormentosas que sean las circunstancias en que nos encontremos, hay un problema. Cuando ya estemos preparados para oír de parte de Dios, saber cuál es el problema, reconocerlo, enfrentarlo y comprometernos a hacer lo que sea para resolverlo en una manera aceptable para Dios, quemando los puentes tras nosotros, es decir, sin ningún motivo posterior u ocasión para regresarse, hemos cruzado la “línea de la solución.”

La entrega incluye cualquier cosa y todo lo que Dios decida hacer, hasta la muerte si es necesario. Me recuerda la canción de Kris Kristofferson, “Me and Bobby McGee,” cuya letra dice: “Libertad es sólo otra palabra para no queda nada que perder.” Palabras verdaderas.

Cuando usted llegue al lugar donde solamente Dios (Jesucristo) importa, cuando usted lo busque por lo que Él quiere y no por lo que usted quiere, todo será suyo. “No se haga mi voluntad, sino la Tuya.” Con esas palabras, Jesús venció a la misma muerte y a los poderes de las tinieblas. Con esas palabras, ejercitadas hasta el final, todo poder en los Cielos y la tierra le fue dado a Él. Él se hizo Señor de señores y Rey de reyes. Hoy, Él reina porque Él rindió Su voluntad y abrazó la del Padre.

Ese es el secreto hacia la Tesorería de Dios, donde uno encuentra el deseo del corazón regenerado y todas las cosas necesarias… garantizado. Usted no puede hacer lo que mejor le parece a usted y esperar que Dios lo honre. Él no es ingenuo o tonto, pero Él le ama tanto a usted que no lo va a dejar salirse con tal actitud.

Si abrigamos cualquier esperanza en alguien o algo diferente a Dios, si aun tenemos nuestra dependencia en otro lugar, no recibiremos nuestra recompensa de Dios. Él nos permitirá agotar todas nuestras avenidas que percibimos abiertas para nosotros antes que Él responda. Santiago dice:

“Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Santiago 4:8)

Dios no trabaja con independientes, sino con Su Cuerpo.

Hay quienes creen que no necesitan que otros oren por ellos. “Si yo quiero algo de Dios, yo lo obtendré yo mismo.” ¿Qué dice Santiago acerca de esto?

“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:14-16).

Pablo dice que Dios no trabaja con “llaneros solitarios,” los independientes, sino con Su Cuerpo:

1 Corintios 12:5-31
(5) Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
(6) Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
(7) Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
(8) Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
(9) a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
(10) A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
(11) Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere.
(12) Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
(13) Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
(14) Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
(15) Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
(16) Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
(17) Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
(18) Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso.
(19) Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
(20) Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo.
(21) Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
(22) Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
(23) y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
(24) Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba,
(25) para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.
(26) De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
(27) Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
(28) Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
(29) ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros?
(30) ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?
(31) Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.

El orgullo lo deja a uno muerto en sus caminos.

¿Por qué muchos no obtienen la sanidad necesaria? Esta es la respuesta de Dios para algunos:

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” (Santiago 4:6)

El orgullo lo deja a uno muerto en sus caminos. Está escrito que:

“Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia.” (Salmo 73:6)

Las Escrituras dicen así:

“Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace Su voluntad, a éste oye.” (Juan 9:31)

Donde hay temor de Dios, no hay orgullo. Donde hay orgullo, no hay temor de Dios. Y donde no hay temor de Dios, no hay obediencia a Dios, y Él no oye las oraciones de los desobedientes. Por eso es que muchos le oran a Él por sanidad y no reciben.

“Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de Tus mandamientos.” (Salmo 119:21)

Excusas y Justificaciones

Satanás

Es común oír a personas culpando a Satanás, a los malos espíritus y a las maldiciones por sus enfermedades. Pero ¿es Satanás el culpable? Aunque él es el destructor y trae el mal, ¿no tiene él permiso de hacer eso? Y si lo tiene, ¿por qué?

La verdad es que Satanás solamente puede hacer lo que se le dé “licencia” para hacer. Si nosotros pecamos, él tiene derecho de hacernos el mal. Él es el mensajero y siervo de Dios para el mal. Por lo tanto, es tontería culparlo a él.

Si hemos de culpar a alguien o a algo aparte de nosotros, culpemos a Dios, porque Él es Quien gobierna todas las cosas. Él está sobre Satanás. La pelota se detiene con Él.

Sin embargo, nosotros sabemos que Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente, completamente justo en Sus juicios, de modo que no podemos culparlo a Él justificadamente. Si Dios es un Gobernador Soberano sobre todas las cosas, tanto las buenas como las malas, solamente podemos llegar a la conclusión lógica de que tenemos que primero y principalmente examinarnos a nosotros mismos al buscar la causa de nuestros males y angustias.

Eso nos deja con que somos los únicos culpables cuando nos viene el mal, si es que debemos culpar a alguien.

Si Satanás está involucrado, bien puede ser que Dios lo haya enviado.

Cuando leemos el libro de Job, encontramos que Job fue bendecido en todas las formas. Él tenía un cerco de protección, se quejó Satanás, de modo que él no podía tocar a Job. Dios reina. La única manera para que Satanás pudiera tocarlo era si Dios lo permitía. Además, cuando Satanás fue comisionado a hacer ese mal, sólo podía llegar hasta cierto punto; él no podía tocar la vida de Job (Job 2:6). Lo que se le permitió hacer a él, fue con un propósito, y para cuando había hecho su trabajo, Job se aborreció a sí mismo por su auto-justicia y “se arrepintió en polvo y cenizas.” (Job 42:5-6). Job entró en la vida victoriosa de Dios al entrar en su reposo.

Por lo tanto, uno debe ser cuidadoso al considerar reprender a Satanás como ignorantemente lo hacen muchos con gran gusto y desafío, haciendo un show del “ejercicio de su autoridad y poder en Cristo”:

“No obstante, de la misma manera también estos hombres, soñando, mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las majestades angélicas. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Mas éstos blasfeman las cosas que no entienden, y las cosas que como animales irracionales conocen por instinto, por estas cosas son ellos destruidos.” (Judas 1:8-10 LBLA)

Si Satanás está involucrado, bien puede ser que Dios lo haya enviado como lo envió a Job:

“Entonces el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él. Y Satanás salió de la presencia del SEÑOR.” (Job 1:12)

Y:

“Y el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida.” (Job 2:6)

Eso también es igual con los malos espíritus:

“Y para que no me enaltezca desmedidamente por la grandeza de las revelaciones, me es dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera. Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí; y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:7-9)

“Y el SEÑOR dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante del SEÑOR, y dijo: Yo le induciré. Y el SEÑOR le dijo: ¿De qué manera? Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y Él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí el SEÑOR ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y el SEÑOR ha decretado el mal acerca de ti.” (1 Reyes 22:20-23).

No estoy diciendo que no haya lugar para echar fuera demonios o aun para reprender a Satanás; lo hay, para los creyentes (Marcos 16:17). Sólo estoy diciendo que eso debe hacerse por revelación y dirigidos por el Espíritu de Dios, para no terminar ofendiendo.

La historia de Job prueba la obra milagrosa de Dios en la vida de uno, incluyendo la sanidad.

Job

Algunos usan a Job como ejemplo para justificar su falta de sanidad. Pero aquí tenemos algunas marcas de los sufrimientos de Job las cuales no concuerdan con los enfermos que se excusan, y se comparan con Job:

Primero, Job sufrió en todas las formas, todo al mismo tiempo, de repente, en lo financiero, en su familia, en lo social, físicamente y mentalmente.

Segundo, la vida externa de Job fue ejemplar, muy diferente a las vidas de muchos que se comparan con Job.

Tercero, Job no pereció. Por el contrario, todas las cosas le fueron restauradas al doble, aun sus años.

Cuarto, Job sirvió como un ejemplo clásico para todos. Su rigurosa prueba ordenada por el Cielo fue una demostración del trato de Dios con alguien que confió en su propia virtud y justicia.

Quinto, la historia de Job prueba, no niega, la obra milagrosa de Dios en la vida de uno, incluyendo la sanidad. Los que pasan hundidos en muchos problemas, usualmente mueren con ellos, contrario a Job, quien llegó a un nuevo entendimiento de Dios.

Dios le puso ese problema a Pablo para mantenerlo humilde.

Pablo

Su Aguijón en la Carne

Algunos usan lo del “aguijón en la carne” de Pablo como excusa, asumiendo que era una enfermedad física, lo cual no era así. Pablo declaró esto con claridad:

“Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: ‘Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Corintios 12:7-10 NBLH)

No se menciona enfermedad o dolencia. Pablo tuvo abundante revelación de Dios. ¿Quién puede argumentar, leyendo sus muchas cartas y con tantos salvos por oír su mensaje del evangelio? Dios puso ese problema sobre Pablo para mantenerlo humilde. Rara vez los que sufren enfermedad tienen abundancia de revelación o cualquier otro gran tesoro o virtud espiritual. Invariablemente, los veo llenos de incredulidad, atrapados en sus doctrinas babilónicas sectarias y en su oscura religiosidad, sin saber nada, pero creyendo que saben mucho.

Su Vista

Una especulación común en los círculos evangélicos es que Pablo tenía problemas con su vista. Abrazar esta idea parece originarse en un deseo de “probar” que si los hombres de Dios, que fueron grandes ejemplos de fe, podían enfermarse, por consiguiente no es un problema a los ojos de Dios si otros creyentes están enfermos. Veamos los pasajes relacionados:

“Vosotros sabéis que en flaqueza de la carne os prediqué el evangelio al principio, y no desechasteis ni menospreciasteis mi prueba que estaba en mi carne, antes me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde está entonces vuestra bienaventuranza? Porque yo os doy testimonio de que si hubiese sido posible, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.” (Gálatas 4:13-15 RVG)

En este instante, no vemos más que una expresión usada para describir la gran compasión que los Gálatas tenían por Pablo, por cualquier razón. Es así de simple. No dice cuál era la prueba en su carne. ¿Para qué inferir algo que no está allí? ¿Para qué asumir? ¿Para qué especular? Les diré para qué. Es para encontrar alguna excusa para justificarse a uno mismo en aferrarse a sus dioses y pecados. Esa es la razón.

¿No sería mucho mejor y más fácil arrepentirse, creer y recibir la sanidad?

Los siguientes versículos han sido usados para perpetuar esta excusa para el arrepentimiento y la enfermedad consecuente:

“Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano.” (Gálatas 6:11 RVR)

“Miren con qué letras tan grandes les escribo de mi propia mano.” Gálatas 6:11 NBLH)

“Ahora, en estas ultimas palabras, quiero enfatizar letra negrilla escrita por mi propia mano la inmensa importancia de lo que les he escrito.” (Gálatas 6:11 El Mensaje)

“Mirad qué larga carta os he escrito de mi mano.” (Gálatas 6:11 SSE)

“Miren el tamaño de las letras de estas palabras porque las estoy escribiendo esto yo mismo.” (Gálatas 6:11 GW)

He citado varias traducciones para demostrar que no hay razón valida para concluir que Pablo se estaba refiriendo a alguna enfermedad o dolencia oftalmológica. Obviamente, los traductores debaten sobre qué quería decir Pablo. ¿Se refiere Pablo a un problema con su vista? ¿Por qué habría él de mencionarlo siquiera, y sin ninguna explicación? ¿Con qué buena razón?

Él no era alguien que andaba buscando reconocimiento, atención o simpatía, especialmente en sus cartas, y tampoco era él un labioso. ¿Y qué si él se refería a su vista? ¿Puede alguien legítimamente concluir que era una enfermedad o dolencia? Yo entiendo que lo que Pablo estaba diciendo, en esencia, era: “Miren, yo personalmente me estoy esforzando bastante para tratar estos asuntos. Estas cosas sobre las cuales les escribo son de suma importancia.” Yo lo veo así de simple y pienso que la versión RVR lo dice mejor.

¿No son estos argumentos y tontas especulaciones un clásico caso de estar buscando una aguja en un pajar? ¿No sería mucho mejor y más fácil arrepentirnos, creer y recibir la sanidad, en vez de aferrarnos a nuestros dioses, razonando, justificándonos y poniendo a Dios como alguien desinteresado, impotente, ausente, tonto y hasta mentiroso?

Ese es el mayor regalo que tienen los verdaderos creyente, acceso a Dios por Su Espíritu.

Timoteo

En un punto Pablo le aconsejó a Timoteo que ya no tomara agua, pero que también “usara un poco de vino por causa de [su] estomago y frecuentes enfermedades.” (Timoteo 5:23). Algunos se preguntan por qué Pablo no oraba por la sanidad de Timoteo, sugiriendo que las sanidades milagrosas iban en disminución. Tonterías. ¿Para qué buscar argumentos complicados cuando los sencillos bastan?

Había un remedio físico del que fácilmente podía disponer Timoteo para sus problemas digestivos. En cualquier circunstancia que nos encontremos, debemos ponernos a hacer lo que podamos con las cosas que Dios ya ha provisto. También es interesante que las palabras nos digan que no debemos buscar la carne (agua), sino el Espíritu (vino) para nuestra salud y bienestar. Ese es el mayor regalo que tienen los verdaderos creyentes, acceso a Dios por Su Espíritu.

Trófimo

Hay quienes defienden la legitimidad de sus enfermedades delante de Dios y el prójimo citando a un siervo del Señor que estaba enfermo:

“Erasto se quedó en Corinto, pero a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto.” (2 Timoteo 4:20)

Pero, ¿para qué usar esto como excusa? ¿Alguien sabe cuales eran los detalles? ¿Podría ser que a Trófimo le faltaba fe o que guardaba pecado? Por supuesto, es posible. No se nos dice, pero ¿por qué buscarle tres pies al gato? Tal vez lo que él tenía era un resfriado o una gripe, algo que se pasa rápido. ¿No habrá sido algo simple? De otra manera, uno pensaría que Pablo debió haber indicado mayor gravedad.

Quienes lo usan como ejemplo para justificarse a sí mismos a menudo van a la tumba.

Epafrodito

Otros usan aun otro ejemplo como excusa (Cómo encuentran formas de negar su culpa por sus pecados y firmemente apegarse a sus horribles males):

Filipenses 2:25-30 25 RVR
(25) Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades;
(26) porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado.
(27) Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.
(28) Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza.
(29) Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él;
(30) porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí.

Todavía tengo que ver a uno que haya estado así de enfermo, particularmente muriendo de cáncer o del corazón, por causa de su celoso servicio al Señor (no que no los haya habido así). Sin embargo, Epafrodito fue sanado, ¿no es cierto? Quienes lo usan como ejemplo para justificarse a sí mismos a menudo van a la tumba. Irónicamente, ellos son alabados por su fe, coraje, mansedumbre, “paciencia de Job,” y “testimonio de Cristo” frente a la muerte. La verdad es que ellos perecen por incredulidad, temor, orgullo, arrogancia disfrazada de paciencia, y negación de Cristo y Sus promesas, Su Palabra. ¡Cuán engañosas son estas cosas para los que no tienen ojos para ver ni corazón para aprender!

Raquel

La esposa de Jacob, Raquel, murió al dar a luz a Benjamín. Este trágico evento es a veces usado como ejemplo para justificar la enfermedad y la muerte entre los creyentes. Es de preguntarse por qué Dios permitiría que Raquel muriera de tal manera. ¿No pudo haberlo evitado Él? Seguro. Entonces ¿por qué no lo hizo? ¿Fue el pecado la causa de su muerte o no? Las respuestas están allí mismo para que conste.

Ella rompió todos los mandamientos del “Libro.”

Génesis 31:11-35 RVG
(11) Entonces el ángel de Dios me dijo en el sueño: “Jacob”; y yo respondí: “Heme aquí.”
(12) Y él dijo: “Levanta ahora los ojos y ve que todos los machos cabríos que están cubriendo las hembras son rayados, moteados y abigarrados, pues yo he visto todo lo que Labán te ha hecho.
(13) “Yo soy el Dios de Betel, donde tú ungiste un pilar, donde me hiciste un voto. Levántate ahora, sal de esta tierra, y vuelve a la tierra donde naciste.”
(14) Y Raquel y Lea respondieron, y le dijeron: ¿Tenemos todavía nosotras parte o herencia alguna en la casa de nuestro padre?
(15) ¿No nos ha tratado como extranjeras? Pues nos ha vendido, y también ha consumido por completo el precio de nuestra compra.
(16) Ciertamente, toda la riqueza que Dios ha quitado de nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos; ahora pues, todo lo que Dios te ha dicho, hazlo.
(17) Entonces Jacob se levantó, montó a sus hijos y a sus mujeres en los camellos,
(18) y puso en camino todo su ganado y todas las posesiones que había acumulado, el ganado adquirido que había acumulado en Padán-aram, para ir a Isaac su padre, a la tierra de Canaán.
(19) Y mientras Labán había ido a trasquilar sus ovejas, Raquel robó los ídolos domésticos que eran de su padre.
(20) Y Jacob engañó a Labán arameo al no informarle que huía.
(21) Huyó, pues, con todo lo que tenía; y se levantó, cruzó el río Éufrates y se dirigió hacia la región montañosa de Galaad.
(22) Y al tercer día, cuando informaron a Labán que Jacob había huido,
(23) tomó a sus parientes consigo y lo persiguió por siete días; y lo alcanzó en los montes de Galaad.
(24) Pero Dios vino a Labán arameo en sueños durante la noche, y le dijo: Guárdate que no hables a Jacob ni bien ni mal.
(25) Alcanzó, pues, Labán a Jacob. Y Jacob había plantado su tienda en la región montañosa, y Labán y sus parientes acamparon en los montes de Galaad.
(26) Entonces Labán dijo a Jacob: ¿Qué has hecho, engañándome y llevándote a mis hijas como si fueran cautivas de guerra?
(27) ¿Por qué huiste en secreto y me engañaste, y no me avisaste para que yo pudiera despedirte con alegría y cantos, con panderos y liras?
(28) ¿Por qué no me has permitido besar a mis hijos y a mis hijas? En esto has obrado neciamente.
(29) Tengo poder para hacerte daño, pero anoche el Dios de tu padre me habló, diciendo: “Guárdate de hablar nada con Jacob ni bueno ni malo.”
(30) Y ahora, ciertamente te has marchado porque añorabas mucho la casa de tu padre; pero ¿por qué robaste mis dioses?
(31) Entonces Jacob respondió, y dijo a Labán: Porque tuve miedo, pues dije: “No sea que me quites a tus hijas a la fuerza.”
(32) Pero aquel con quien encuentres tus dioses, no vivirá. En presencia de nuestros parientes indica lo que es tuyo entre mis cosas y llévatelo. Pues Jacob no sabía que Raquel los había robado.
(33) Entró entonces Labán en la tienda de Jacob, en la tienda de Lea y en la tienda de las dos siervas, pero no los encontró. Después salió de la tienda de Lea y entró en la tienda de Raquel.
(34) Y Raquel había tomado los ídolos domésticos, los había puesto en los aparejos del camello y se había sentado sobre ellos. Y Labán buscó por toda la tienda, pero no los encontró.
(35) Y ella dijo a su padre: No se enoje mi señor porque no pueda levantarme delante de ti, pues estoy con lo que es común entre las mujeres. Y él buscó, pero no encontró los ídolos domésticos.

Raquel robó los dioses de su padre (imágenes). Ella rompió todos los mandamientos del Libro:

    • Ella no honró el Segundo Mandamiento que dice, “No te harás imagen tallada….”
    • Ella deshonró el Quinto Mandamiento al deshonrar a su padre.
    • Ella rompió el Octavo mandamiento, “No robarás.”
    • Ella rompió la ley, “No codiciarás los bienes de tu prójimo.”
    • Ella cometió adulterio espiritual al tener esas imágenes, rompiendo así el Séptimo Mandamiento.
    • Obviamente, el Primer Mandamiento lo rompió al tener dioses extraños delante de Él.
    • Ella rompió el Tercer Mandamiento al tomar Su Nombre en vano con lo que hizo.
    • El Sabbath se trata de reposar en Dios y de honrarlo a Él. ¿Cómo santifica uno el Sabbath, honrando a Dios, si uno es ladrón y mentiroso?

Con razón Santiago dice que cuando uno rompe una ley, las rompe todas (Santiago 2:10-11).

Además, las palabras de Jacob se cumplieron, aunque Jacob no sabia que hablaba de la mujer a quien él amaba. Él dijo: “Quienquiera que tenga tus dioses, no vivirá.” Dios honró esas palabras. No debemos hablar palabras a la ligera.

Sufrimientos Comunes con los del Mundo

Hay serios sufrimientos que no son de Dios entre los creyentes y que son comunes con los del mundo porque estos creyentes (o mal llamados creyentes) viven como vive el mundo y por lo tanto están sujetos a las mismas consecuencias. No es porque estas cosas sean aceptables para Dios o “naturales,” o inevitables. Los creyentes tienen responsabilidades especiales delante de Dios, diferente a los incrédulos. No es la voluntad de Dios que perezcamos con el mundo, puedo asegurárselo, como lo declaran las Escrituras sin ambigüedad.

Esta es una Escritura que muchos usan para justificar su enfermedad:

“Pero resístanlo firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en sus hermanos en todo el mundo.” (1 Pedro 5:9 NBLH)

Ellos interpretan estas palabras equivocadamente con un poco de ayuda de otras traducciones. La comparación que se quiere hacer allí es con los creyentes en Cristo que están en otras partes del mundo, y no con incrédulos que se consideran hermanos en el sentido general de la hermandad de la humanidad. Esa interpretación que menciono sería conveniente para librarse uno de responsabilidad por su miseria en esta vida a través de la incredulidad y la desobediencia a Dios, pero es una interpretación contraproducente, y a menudo mortal también.

Si algo es posible para nosotros, Dios permite que lo busquemos y aprendamos.

Mientras escribo esto, conozco a un hombre que está pereciendo por cáncer y otra enfermedad, alguien que ha ofendido al Señor, pero cree ser muy espiritual. Él es ignorante, orgulloso, jactancioso, terco, cerrado e hipócrita, pero profesa fe en Jesucristo y hasta tiene un rotulo en su patio, predicando de arrepentimiento, un rotulo que dice: “Prepárate para el encuentro con tu Dios.” Hemos tratado de hablar con él pero él cree que estamos locos o endemoniados. Él no cree ni una cosa que digamos, ni siquiera cuando solamente le sugerimos medios de sanidad física efectivos y probados.

Medios Físicos y Naturales para la Sanidad

Un principio que a menudo vemos operando es que si algo es posible para nosotros, Dios nos deja buscarlo y aprender, o Él simplemente nos provee esas posibilidades. Si somos humildes y abiertos, las recibiremos. Si no, perecemos.

Lo notable de esto es que algunos buscarán una intervención milagrosa y rehusarán todo lo demás, pensando que podrían comprometer su fe en que Dios los sane, y así perecen. Otros sólo buscan lo científico o lo explicable, poniendo su confianza en la medicina convencional y en la atención médica libre, sin creer en la eficacia de la buena medicina alternativa o natural, ni en lo milagroso, y ellos perecen, aunque a menudo profesan creer.

Déjeme darle un ejemplo donde hubo pecado inconsciente y, al ser confesado, se dio un remedio físico. A mi hijo le apareció una enfermedad dermatológica en la cara. Comenzó a regarse y a infestarse, aunque probamos varios productos naturales para tratarla. Nada funcionaba. Lo llevamos a un doctor quien diagnosticó que se trataba de tiña y le recetó una crema, la cual no funcionó. Mientras tanto, mi hijo confesó que él guardaba falta de perdón contra mí. Él lloró y admitió que él estaba equivocado pero también que él estaba atado a esa falta de perdón. Dijo que había tratado de perdonar pero no había podido vencer. El hermano Mark y yo le preguntamos si quería que oráramos por él. Él aceptó, oramos por él y varios de nosotros recibimos que él estaría bien.

El espíritu de Jonathan ha cambiado.

Sin embargo, su rostro siguió empeorando. Nos fuimos donde el doctor otra vez, y él estaba perplejo. Decidió tomar el “siguiente paso” y prescribió una crema esteroide “suave” para ver si eso funcionaba, y la cara de Jonathan empezó a aclararse.

Lo que sucedió fue que el Señor bloqueó el remedio hasta que hubo confesión de pecado y arrepentimiento. Cuando la situación fue tratada, el Señor hizo un camino para la sanidad. ¿Lo sanó milagrosamente? Aunque aparentemente Él no pasó por encima de las leyes naturales, milagrosamente abrió el camino para que mi hijo me perdonara siendo él incapaz de hacerlo por sí mismo, y usó medios naturales y medicina convencional para efectuar la cura.

El espíritu de Jonathan cambió y yo estoy agradecido. La enfermedad en la piel era la notificación de Dios de que era tiempo de hacer algo acerca de su problema interior el cual se había agazapado por años. Nunca se trata de lo externo ni de lo visible. Siempre es el problema interior y escondido… siempre.

¿Por qué medicina convencional? ¿Para qué cremas esteroides que pueden ser tóxicas? ¿Por qué no medicina alternativa con sustancias naturales, la cual nosotros preferiríamos más?

A menudo, cuando yo he preferido un milagro por fe o por lo menos tratamientos naturales, el Señor nos ha llevado a manos de cuidados médicos, así como quiroprácticos, terapeutas físicos, dentistas, neurópatas, homeópatas, nutricionistas, etc., y sus métodos han dado resultado. Al hacer las cosas de esta manera, el Señor me ha demostrado Su soberanía: “Yo estoy sobre todas las cosas, incluyendo los establecimientos médicos.” Todo se trata de Él y no de algo externo, sea que percibamos que es algo bueno o malo.

Cuando algo es imposible, allí es donde entra Dios; allí es donde Él es glorificado. “Con los hombres, algunas cosas son imposibles, pero con Dios, todas las cosas son posibles.”

A menudo se dice que sin salud, no vale la pena vivir la vida. ¡Qué cierto es! La Biblia dice esto:

“Porque sol y escudo nos es el SEÑOR Dios; gracia y gloria dará el SEÑOR; no quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11 SSE)

“El SEÑOR conoce los días de los íntegros, y su herencia será perpetua. No serán avergonzados en el tiempo malo, y en días de hambre se saciarán.” (Salmo 37:18-19 LBLA)

Salmo 91:1-11 LBLA
(1) El que habita al abrigo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente.
(2) Diré yo al SEÑOR: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío.
(3) Porque Él te libra del lazo del cazador y de la pestilencia mortal.
(4) Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas hallas refugio; escudo y baluarte es su fidelidad.
(5) No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día,
(6) ni la pestilencia que anda en tinieblas, ni la destrucción que hace estragos en medio del día.
(7) Aunque caigan mil a tu lado y diez mil a tu diestra, a ti no se acercará.
(8) Con tus ojos mirarás y verás la paga de los impíos.
(9) Porque has puesto al SEÑOR, que es mi refugio, al Altísimo, por tu habitación.
(10) No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada.
(11) Pues Él dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.

¿No son esas palabras son una confrontación contra los enfermos y moribundos que profesan fe en Dios, aun contra aquellos que no lo profesan, pero especialmente para quienes sí lo hacen? ¿No son esas promesas maravillosas para los que creen?

Si un hombre falla, no quiere decir que Dios tenga la culpa.

El Fracaso del Hombre No Prueba que Dios esté Equivocado

Déjenme aclarar algo aquí. Yo estoy hablando la verdad, y las Escrituras verifican o dan testimonio de lo que estoy diciendo. Ahora, si yo, habiendo predicado estas cosas, muriera de algún mal como cáncer o del corazón, ¿demostraría eso que yo estoy equivocado en lo que predico? ¿Se comprobaría que la Biblia, o nuestra interpretación de ella, están equivocadas?

La respuesta es un inequívoco y resonante, “¡Dios no lo permita!” Si yo muero de alguna enfermedad o de un evento trágico, no será porque la gracia de Dios no haya estado disponible. Será porque yo he fallado, en incredulidad y desobediencia, para agarrarme de esa gracia. Es así de simple.

Si un hombre falla, no quiere decir que Dios tenga la culpa o que Él no esté dispuesto, o listo, o que no sea capaz de sanar, o que la Biblia quiera decir algo diferente a lo que estoy predicando aquí. Nunca debemos descartar la verdad por las circunstancias.

Eso es lo que sucede con la mayoría de la gente. Miran a los creyentes profesantes morir, entonces automáticamente ellos niegan el testimonio de Dios. Ellos creen en lo que ven. Juzgan por las apariencias. Ellos no le creen a Dios. ¿Es de extrañarse que ellos no reciban?

Deje que esto penetre en sus oídos:

“¿Y qué si algunos de ellos no han creído? ¿La incredulidad de ellos hará nula la fe de Dios? ¡En ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en Tus palabras, y venzas cuando seas juzgado.” (Romanos 3:3-4 RVG)

Si sufrimos de mala salud cuando la voluntad de Dios es buena salud, busquemos el problema en nosotros mismos y no desacreditemos a Dios ni a Su Palabra fiel.

Ella pronto reconoció su indignidad.

Instancias de Enfermedad Sin Pecado

Existen los casos en que la voluntad de Dios es sanar y los casos en que no es Su voluntad. Estos son algunos ejemplos de muerte, enfermedad o impedimento físico con ausencia de pecado, donde no era la voluntad de Dios sanar:

El Hijo de la Viuda Sanado por Elías

1 Reyes 17:17-24 LBLA
(17) Y sucedió que después de estas cosas, se enfermó el hijo de la mujer dueña de la casa; y su enfermedad fue tan grave que no quedó aliento en él.
(18) Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo que ver contigo, oh varón de Dios? Has venido para traer a memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo.
(19) Y él le respondió: Dame a tu hijo. Y él lo tomó de su regazo y lo llevó a la cámara alta donde él vivía, y lo acostó sobre su propia cama.
(20) Clamó al SEÑOR y dijo: Oh SEÑOR, Dios mío, ¿has traído también mal a la viuda con quien estoy hospedado haciendo morir a su hijo?
(21) Entonces se tendió tres veces sobre el niño, clamó al SEÑOR y dijo: Oh SEÑOR, Dios mío, te ruego que el alma de este niño vuelva a él.
(22) El SEÑOR escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió.
(23) Y Elías tomó al niño, lo bajó de la cámara alta a la casa y se lo dio a su madre; y Elías dijo: Mira, tu hijo vive.
(24) Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres hombre de Dios, y que la palabra del SEÑOR en tu boca es verdad.

Resalté las palabras de la viuda para señalar que ella pronto reconoció su indignidad. Entre tantas viudas en esos días de hambruna generalizada, ella fue la única que tuvo fe. La verdadera marca de fe, agradable a Dios, es un consciente, honesto y humilde reconocimiento de indignidad delante de Dios. En ese caso, Dios se estaba glorificando a Sí mismo en Elías y tanto la mujer como su hijo fueron salvos.

Lázaro

Lázaro también se enfermó, y hasta se murió, pero no había pecado involucrado. Su enfermedad fue para la gloria de Jesús:

“Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” (Juan 11:4)

Por favor lea toda la historia.

El Hombre Ciego

Así fue también con el hombre ciego, de quien Jesús dijo:

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.” (Juan 9:1-3)

Por favor lea toda la historia.

Alabar a alguien que muere por enfermedad es alabar a la carne y al Diablo.

En los tres ejemplos mencionados, hubo enfermedad y muerte pero no por causa del pecado. Que los pecadores tengan cuidado de excusarse a sí mismos y a sus enfermedades con estos ejemplos. Reconozcan que todos estos fueron sanados.

Muchos van a la tumba y, distinto a Lázaro, allí se quedan, con la familia y los amigos alabándolos por su valor, paciencia, desapego y fe cuando en realidad no ha habido nada de eso. Es cierto, todos lamentamos la pérdida de nuestros seres queridos, especialmente cuando sufren y mueren, pero las mentiras, las excusas y las adulaciones no les van a ayudar a ellos. Tampoco ayudarán a los sobrevivientes ni a nadie más, y ciertamente no agradarán a Dios. Alabar a alguien que muere por enfermedad es alabar a la carne y al Diablo.

Enfermedad Sin Pecado la Cual Dios No Sana

Hay varias excepciones o valoraciones acerca de todo lo que he dicho aquí. Es decir que hay casos donde el pecado no está directamente involucrado en algunas situaciones de enfermedad o sufrimiento pero también donde no es necesario que Dios sane:

“Enfermedad de la Muerte” – Una Condición que Viene con la Muerte

En tales casos, las personas no están muriendo porque estén enfermas; están enfermas porque están muriendo. Jacob y Eliseo son ejemplos de ese tipo:

“Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín.” (Génesis 48:1)

“Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la cama, y expiró, y fue reunido con sus padres.” (Génesis 49:33)

2 Reyes 13:14-21 LBLA
(14) Cuando Eliseo se enfermó con la enfermedad de la cual había de morir, Joás, rey de Israel, descendió a él y lloró sobre su rostro, y dijo: ¡Padre mío, padre mío, los carros de Israel y sus hombres de a caballo!
(15) Y Eliseo le dijo: Toma un arco y flechas. Y él tomó un arco y flechas.
(16) Entonces dijo al rey de Israel: Pon tu mano en el arco. Y él puso su mano sobre el arco; entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey.
(17) Y dijo: Abre la ventana hacia el oriente, y él la abrió. Entonces Eliseo dijo: Tira. Y él tiró. Y Eliseo dijo: Flecha de victoria del SEÑOR, y flecha de victoria sobre Aram, porque derrotarás a los arameos en Afec hasta exterminarlos.
(18) Entonces añadió: Toma las flechas; y él las tomó. Y dijo al rey de Israel: Golpea la tierra; y él la golpeó tres veces y se detuvo.
(19) Y el hombre de Dios se enojó con él, y dijo: Deberías haber golpeado cinco o seis veces, entonces hubieras herido a Aram hasta exterminarlo. Pero ahora herirás a Aram sólo tres veces.
(20) Y murió Eliseo y lo sepultaron. Y las bandas de los moabitas solían invadir la tierra en la primavera de cada año.
(21) Y cuando estaban sepultando a un hombre, he aquí, vieron una banda de merodeadores y arrojaron al hombre en la tumba de Eliseo. Y cuando el hombre cayó y tocó los huesos de Eliseo, revivió, y se puso en pie.

La gente está dispuesta a agarrarse de cualquier ejemplo para justificar sus pecados o enfermedades.

Muchos que profesan fe en Cristo no creen en la enfermedad como necesariamente causada por el pecado, ni creen en la sanidad divina como un evento legítimamente común o viable en la vida del creyente de hoy. Es algo muy notorio que la gente está dispuesta a agarrarse de cualquier ejemplo remoto o aislado para justificar sus pecados o sus enfermedades, y citan a Débora, una juez de Israel, para justificar a las mujeres en liderazgo de autoridad sobre los hombres. Entonces ellos usan la enfermedad de muerte de Eliseo como argumento de que su propia enfermedad no ha sido por causa de pecado. Ellos no perciben que Eliseo murió de la “enfermedad de la muerte,” y no por una enfermedad que cause la muerte, como lo he relatado antes.

Se alega que verdaderamente fue una enfermedad lo que causó la muerte a Eliseo porque la Reina Valera lo relata de esta manera:

“Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” (2 Reyes 13:14)

Sin embargo, otras versiones lo ponen un poco diferente:

“Cuando Eliseo se enfermó con la enfermedad de la cual había de morir, Joás, rey de Israel, descendió a él y lloró sobre su rostro, y dijo: ¡Padre mío, padre mío, los carros de Israel y sus hombres de a caballo!” (2 Reyes 13:14 LBLA)

“Estaba Eliseo enfermo de aquella su enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carros de Israel y su gente de a caballo!” (2 Reyes 13:14 SSE)

“Cuando Eliseo se enfermó con la enfermedad de la cual había de morir, Joás, rey de Israel, descendió a él y lloró sobre su rostro, y dijo: “¡Padre mío, padre mío, los carros de Israel y sus hombres de a caballo!” (2 Reyes 13:14 NBLH)

“Eliseo cayó enfermo. Fue la enfermedad de la cual pronto moriría.” (2 Reyes 13:14 El Mensaje)

Hay más de una forma de interpretar esas palabras. La definición de Strong para “enfermo,” y la palabra raíz para “enfermedad,” como se usa en 2 de Reyes, es:

Una raíz primaria (compare H2342, H2490); propiamente ser frotado o desgastado; de allí (figurativamente) estar débil, enfermo, afligido; o (causativo) doler, enfermar; también sobar (en adulación), rogar: – implorar, (estar) enfermo, (puesto en) dolor, ser agraviado, (ser) gravoso, enfermedad, orar, poner a, poner en dolor, hacer oración, estar (caer, hacer) enfermo, doliente, estar adolorido, hacer demanda (X súplica), mujer en dolores de parto, se (llegar a ser) débil, estar herido.

¿Puede alguien acusar a un doblemente ungido de morir con la enfermedad de los egipcios?

¿No creen que esa definición apoye la enfermedad de la muerte? ¿Desgastado? Sí, la apoya. No hay problema allí. Eso no significa que la palabra no pueda usarse para otras aflicciones, como sucede en otras ocasiones en las Escrituras, pero ciertamente no deja por fuera lo que he dicho de la condición de Eliseo, comparable tal vez con el Rey David, cuyo cuerpo estaba dejando de funcionar a edad avanzada (1 Reyes 1). Además, ¿dónde esta la prueba de que Eliseo se haya enfermado de otra forma, con una “enfermedad de los egipcios,” por ejemplo? Cualquiera que especule así sólo esta haciendo eso, especulando.

Pero concedamos por un momento que la muerte de Eliseo fue en verdad por causa de enfermedad. ¿Se atrevería alguien a acusar a un doblemente ungido de morir de una enfermedad de los egipcios, una condenación que viene solamente si uno no guarda los mandamientos de Dios (Éxodo 15:26)? La Palabra de Dios dice que todo asunto debe establecerse por dos o tres testigos (Deuteronomio 19:5). Eliseo es sólo un ejemplo en toda la Biblia donde el pecado no se identifica fácilmente como causa de enfermedad o muerte, dado que él fue un gran profeta. No conozco otro ejemplo igual.

Sin embargo, sigue la pregunta: ¿Cómo es que Eliseo moriría por enfermedad mientras que Moisés, por ejemplo, moriría evidentemente fuerte y entero, y Elías, el antecesor de Eliseo, que tuvo solamente la mitad de la unción, no moriría? Yo creo que la respuesta es que Eliseo tenía que ser humillado. La Biblia establece claramente que ningún hombre es justo, ni uno (Romanos 3:10-18). Ahí se incluye a Eliseo. ¿Pecó él deliberadamente? No. ¿Fue que él no hizo algo que se requería que él hiciera? No. ¿Fue un pecado de actitud? No. Él estuvo listo para obedecer en todas las cosas. Sin embargo, la disposición es otra cosa, y allí está la clave.

La inclinación de Eliseo se quedó corta de la voluntad de Dios.

Cuando Elías le preguntó a Eliseo qué quería pedir, él pidió, y recibió, una doble unción. Ahora, ¿por qué alguien habría de pedir una unción que duplicara otra que ya era extraordinaria? El egoísmo, el orgullo y una mala ambición hacen tales peticiones. Por eso es que Elías, aunque no descartó la petición de Eliseo, le dijo: “Cosa difícil has pedido” (2 Reyes 2:9-10). No habría sido difícil para Dios darle diez veces la unción de Elías. ¿Qué era lo difícil sobre eso, entonces?

Píenselo: Eliseo maldijo a unos jóvenes, de los cuales 42 murieron (2 Reyes 2:23,24)…algo inusual, lo cual demuestra algo del espíritu que Jesús reprendió en Jacobo y Juan (Lucas 9:52-56). Aunque la gracia de Dios fue innegable sobre la vida de Eliseo, aun así Eliseo tuvo que morir de una muerte humillante. Dios estaba tratando con su inclinación. “Él salvó a otros, pero no pudo salvarse a sí mismo.” (Mateo 27:39-43).

El trato que tuvo Elías con los dos capitanes y sus cincuentas sobre quienes él hizo descender fuego del cielo (2 Reyes 1:10-14) es diferente a la maldición que Eliseo pronunció sobre los muchachos que lo insultaron. Elías no estaba reaccionando. Cuando los capitanes vinieron a arrestarlo por mandato de un rey malvado, no vinieron a él por algo personal. De hecho, se dirigieron a él como “hombre de Dios.” Por otra parte, Eliseo reaccionó con los muchachos por causa de ataques personales, aunque en ambos casos se usó el poder de Dios.

Yo creo que Eliseo murió humilde. ¿No era para hacerse humilde, y tal vez para él, humillante, que teniendo el doble de la unción de Elías muriera enfermo, mientras que Elías ni siquiera murió? La inclinación de Eliseo se quedó corta de la voluntad de Dios. “Los que viven por la espada, mueren por la espada.” También, “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”

Esto nos lleva a otro punto importante. Hay pecados de comisión, de omisión y de actitud, los cuales matan. Estos deben ser confesados y desechados. En obediencia a Dios, tenemos la oportunidad y probabilidad de Su perdón y sanidad, como Él lo ha prometido. Sin embargo, hay otros casos, como el de Eliseo, asuntos de inclinaciones, los cuales sacan “lo mejor para bajar a Cristo.” Todos estamos en “maldad,” nuestra injusticia eleva la justicia de Dios. Le servimos a Él con y en nuestras debilidades.

¿Cuál es entonces el punto de todo esto? Si todos estamos en maldad, ¿qué probabilidad tenemos de permanecer saludables hasta la muerte?

El punto es que el arrepentimiento y la sanidad están disponibles para la gran mayoría de los casos, si tan solo la gente cree y obedece. Si ellos quieren usar la excusa del caso de Eliseo, aunque diferente, que así sea, o, si su caso es similar o igual al de Eliseo, que así sea. Si las personas que insisten en una muerte innecesaria desean justificarse a sí mismos en sus pecados, ¿quién puede, o querrá, discutir con ellos? Además, Dios ha hecho vasijas de misericordia y vasijas de ira.

No me voy a mortificar si fracaso al tratar de disuadir a las vasijas de ira, pero agradezco el privilegio de poder presentar la verdad a las vasijas de honor, para que ellos sean salvos.

Las consecuencias del pecado en nuestro linaje comienzan a disminuir, a debilitarse y a desaparecer.

Las Condiciones por Heredad y los Pecados de los Padres

Cuando David pecó con Betzabé, el hijo que tuvieron se enfermó y murió. El hijo de David, Amnón, violó a su media hermana, Tamar, por lo que Absalón, su hermano de padre y madre, otro de los hijos de David, mató a Amnón. Más tarde, Absalón trató de usurpar el trono de su padre y fue muerto por un general de David. Luego, cuando David estaba a punto de morir, su hijo mayor, Adonías, trató de tomar el trono y suceder a David en el reinado de Israel. Sin embargo, Salomón fue el sucesor elegido por Dios y por David, y cuando Adonías conspiró para quitarle el reino a Salomón, Salomón lo mandó a matar.

Con por lo menos tres de estos primeros hijos de David, la muerte vino por causa de los pecados de David años atrás, y no era algo reversible. Ninguna cantidad de oración habría cambiado la venganza de Dios por la terrible falta de David al cometer adulterio y matar al esposo de Betzabé, Urías, quien fue un fiel guerrero por David. De hecho, David había ayunado y orado por el hijo que le nació a Betzabé, pero fue en vano.

El mandamiento es seguro:

“No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque Yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que Me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que Me aman y guardan Mis mandamientos.” (Éxodo 20:4-6)

Sé que yo he sufrido muchas cosas como herencia de mis padres. Sin embargo, Dios es fiel y porque me ha concedido la salvación, Él me ha mostrado gracia, limitando los efectos de los pecados de mis ancestros y hasta neutralizándolos. Cuando comenzamos a caminar por fe, las consecuencias del pecado en nuestro linaje empiezan a disminuir, a debilitarse y hasta a desaparecer. No obstante, puedo testificar que no sucede todo de un solo y no ocurre en el momento en que uno se arrepiente y se hace creyente, ni siquiera cuando ya se ha recibido al Espíritu de Dios. El proceso para mí ha sido gradual, a través de las décadas.

Enfermedades de Limpieza y Fortalecimiento del Sistema Inmune Comunes a Todos

¿Por qué no hay una cura conocida o remedio para el resfriado? ¿Cómo es que el hombre puede hacer tantas cosas, pero fallar en esto? ¿Por qué a veces nos sentimos más energizados después de un resfriado?

Lo que yo entiendo sobre el resfriado es que cuando estamos físicamente agotados, el cuerpo acumula toxinas que deben ser descargadas, los sistemas necesitan repararse y renovarse, y al cuerpo le falta energía para realizar esas tareas junto con todo lo demás que hacemos en el día a día. Entonces, el cuerpo dice: “Ya es suficiente; tenemos que hacer algo aquí, o nos veremos en problemas más serios.” Usted “pesca” un resfriado y se apaga o se debilita considerablemente; se produce secreción; sucio, salen materiales dañados y toxinas; el cuerpo pasa por un proceso general de limpieza y luego usted se recupera. Esto sucede tan frecuentemente como sea necesario.

Lo único que parece ayudar es el reposo, mucha agua y algunos elementos que promueven la recuperación, como antioxidantes, buena vitamina C, jugo de limón con miel, y otras ayudas como baños de vapor o sauna o baños calientes con buena agua para ayudarle a expulsar la suciedad y las toxinas.

Sin embargo, los resfriados vienen frecuencia e intensidad según sea nuestra salud, estilos de vida y actitudes.

Las Consecuencias de los Pecados “Antes de la Fe” Siguen casi Invariablemente

A mí me sacaron las amígdalas cuando tenía entre 8 y 9 años. Uno no puede escaparse de las consecuencias de quitarse partes y órganos del cuerpo puestos allí por Dios, no importa que tan inútiles los profesionales médicos incrédulos crean que sean (a menos que el Señor haya hecho algo allí por mí sin que yo lo supiera).

Cuando yo tenía 13 o 14 años, me lesioné el cuello en una caída donde cuatro o más vértebras se me dañaron. He sufrido bastante dolor físico y mental hasta la fecha desde esa lesión.

También me lesioné seriamente la pierna derecha en una caída mientras esquiaba a mis 25 años, dos años antes de hacerme creyente. Pero debo decir que el Señor me ha dado mejorías poco comunes e inesperadas las cuales me permiten vivir una vida normal.

Nuestras mayores “maldiciones” pueden ser nuestras mayores bendiciones.

La lesión en mi pierna en mis días antes de ser cristiano fue la mano firme del juicio de Dios para apartarme de mi ocupación en actividades de este mundo. Era mi tiempo para venir a Él. ¿Tenía que ser tan drástico Él? ¡Definitivamente! De otro modo, Él no lo habría hecho. Aunque yo no creía en ese tiempo, ¡cuánto deseaba despertarme una mañana con mi pierna completamente sana en esos primeros días de la lesión! Hasta soñaba con eso, y luego me despertaba decepcionado.

¿Sana Dios milagrosamente algunos de estos casos? Por supuesto que sí, y yo soy testigo de los mismos aunque no lo he visto hacerlo a menudo. También he oído falsos testimonios, varios, salidos de falsos ministros mercenarios, quienes se deleitan tan descaradamente con las ingenuas multitudes de nuevos “creyentes” para su propia gloria y ganancia. Hinn y Popoff son clásicos ejemplos.

Yo visto a Dios sanar milagrosamente a creyentes de serias lesiones que les ocurrieron siendo creyentes. Él les estaba mostrando a estas personas Su Presencia, soberanía, poder, amor y fidelidad, tratando con la incredulidad de ellos, atacando la influencia de las doctrinas y prácticas religiosas incrédulas de los hombres.

Debo decir también que Dios ha moderado mis sufrimientos por la lesión, dejándome con el nivel que sea necesario, y me ha permitido tener un estilo de vida normal a pesar de la magnitud de mis lesiones en el cuello y en la pierna. Definitivamente, Él ha usado esas heridas para bien, me ha castigado y moldeado con esas incomodidades, y así yo he sido bendecido por las mismas, así como Pablo fue bendecido por su aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que lo abofeteaba para mantenerlo humilde. Además, mi pierna rota precipitó mi viaje espiritual hacia Él de manera que me doy cuenta de que nuestras mayores “maldiciones” pueden ser nuestras mayores bendiciones.

Fue a la edad de 27 años que yo llegué a ser creyente. Me quitaron el apéndice justo unos meses después de mi conversión. Usted se preguntará: “¿Por qué tuviste un problema con el apéndice siendo creyente si tú crees en la sanidad?” El problema del apéndice fue una condición que resultó de años de abuso cuando fui incrédulo; yo seguía viviendo en ignorancia sobre la dieta y el cuidado apropiado de la salud al momento de mi conversión, y yo aun no estaba consciente de la disponibilidad de la sanidad divina; nadie que yo conociera creía en la sanidad y nadie me lo estaba enseñando. “Mi pueblo perece por falta de conocimiento.”

Yo también tenía muchas caries dentales antes de ser creyente, las cuales me disminuyeron en gran medida después de creer, pero mis caries y rellenos no desaparecieron. Y por tres décadas, anduve 13 rellenos de amalgama (mercurio) en mi boca. El mercurio, he oído decir, es una de las sustancias más toxicas conocidas por el hombre.

En mi ignorancia, yo andaba cargando un veneno terrible día y noche. También cuando niños recibimos vacunas, las cuales son literalmente inyecciones de veneno en el torrente sanguíneo, con efectos dañinos, a menudo desastrosos, como el autismo y hasta la muerte. No podemos escapar de las consecuencias del error y del mal proceder en ignorancia, aunque no tengo ninguna duda de que Dios haga concesiones en casos de ignorancia. La Biblia lo dice así:

“Para el que es nativo entre los Israelitas y para el extranjero que reside entre ellos, ustedes tendrán una sola ley para el que haga algo inadvertidamente. Pero aquél que obre con desafío, ya sea nativo o extranjero, ése blasfema contra el SEÑOR, y esa persona será exterminada de entre su pueblo.” (Números 15:29-30)

Las toxinas anteriores tienen que limpiarse. Toma tiempo.

Hablando de ignorancia y de sus consecuencias, la dieta y el ambiente juegan un poderoso papel en nuestra salud. Aunque podríamos estar no pecando voluntariamente, conscientemente contra Dios, igual estamos pecando. Al hacerlo así, sí segamos las consecuencias.

Muchos que profesan fe en Cristo viven en descuido, irresponsabilidad, religiosidad, auto-justicia e ignorancia, pensando que están mejor que los del mundo, pero pereciendo con el mundo por pensar y actuar igual que los del mundo en muchos aspectos, contaminándose a sí mismos y a sus seres queridos, a sus animales y ambientes en muchas formas, directa o indirectamente (apoyando prácticas destructivas). Está escrito que Dios destruye a los que destruyen la tierra (Apoc. 11:18). Lea La Dieta Física del Cristiano (disponible sólo en inglés).

De nuevo, no podemos empezar de cero por las consecuencias que traemos de nuestros pecados pasados, por lo menos no de un solo, si es que se logra en esta vida. Compare la salvación al cierre de una fábrica que echaba tóxicos y que se establece una nueva, una limpia. Las toxinas anteriores siempre tienen que limpiarse y hasta que sean quitadas, el ambiente y los que están expuestos al mismo siguen sufriendo. Toma tiempo. Sin embargo, para los que usan esta verdad como excusa para su renuente enfermedad, sepan que Dios siempre trae mejoría y progreso desde el momento de en que hay fe y obediencia.

Hay otros casos de sufrimiento y tragedia relacionados con este tema de la sanidad, aunque remotamente. Respondamos algunas preguntas:

El Suicidio

¿Qué de la muerte por suicidio? ¿Se justifica a veces? La respuesta es “No.” Aunque como un verdadero creyente, yo no voy a imponer mi voluntad personalmente o democráticamente sobre los que desean determinar su propio camino en este asunto, lo que sí sé es que la opción correcta para cualquiera es buscar a Dios en este asunto que he mencionado aquí, no importa lo que estén sufriendo, y Él les va a proveer todo lo necesario en esa situación, no importa lo grande que sea la necesidad.

(Lea La Pregunta Sobre el Suicidio – disponible sólo en inglés.)

Ni un gorrión y ni un cabello cae en tierra sin que Dios lo diga.

Daños y Muerte Accidentales

No hay accidentes. Mi lesión de esquí no fue un accidente. Yo era un tonto, con sobrepeso y borracho, tratando de impresionar a otros. El orgullo era mi vestidura. Lo usaba por dentro y por fuera. Allá iba yo para abajo, como lo hacen todos los orgullosos, tarde o temprano. Ni un gorrión y ni un cabello cae en tierra sin que Dios lo diga:

“¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.” (Lucas 12:6-7).

Teníamos una amiga cuyo suegro murió en un accidente de tractor. Cuando le dije que él no había muerto sin una causa, que él no vivía una vida agradable al Señor, y que él no fue directamente “a los brazos de Jesús” (¡Qué fantasías tan carnales las que tienen los cristianos profesantes!) aunque el profesaba fe, ella corto toda relación con nosotros. (Eso es amar a los enemigos, ¿verdad?)

Nuestros pecados, no nuestro destino o suerte o los demonios o errores o tractores defectuosos o caballos asustados o conductores borrachos, ni ninguna otra cosa traen una muerte fuera de tiempo, prematura o accidental.

Solamente recibimos lo que necesitamos o lo que merecemos, en todos los casos, o Dios no está en control y nos ha dejado al capricho del universo.

Nuestros pecados matan a otros. Los pecados de otros nos matan a nosotros. “Ningún hombre es una isla por sí mismo.” Ultimadamente, no existe tal cosa como consecuencias sufridas inocentemente.

Muerte Prematura

Aparte del enorme privilegio del martirio, Dios quiere que vivamos una vida plena y vibrante, llena de años, aunque no necesariamente con las riquezas de este mundo en abundancia. Todas las necesidades deben ser satisfechas cómodamente. Sin embargo, la muerte prematura, por los medios que sea, no es la norma, no es natural y no es la voluntad de Dios, excepto cuando es necesario por algo que no ha estado bien.

Yo perdí un hermano (física y espiritualmente) en sus tempranos veintes por leucemia. Pocas semanas después que él se fuera, el Señor me dijo que Él tuvo que llevarlo porque él no estaba dispuesto a romper con el mundo. Meses después, Él envió a una mujer, a quien yo no conocía, con palabras que confirmaron lo que Él me había dicho.

“Lo saciaré de larga vida, y le mostraré Mi salvación.” (Salmo 91:16)

Y la sabiduría dice: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días, y años de vida y paz te añadirán. Misericordia y verdad no se aparten de ti; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.” (Proverbios 3:1-4)

Tales horrores en la tierra son el resultado del pecado.

¿Qué de la muerte de infantes, vidas cortadas antes de empezar? Sabemos que un bebé aún no ha oído o conocido algo que podría causarle que sufriera por desobediencia. Por tanto es el resultado de los pecados de los padres y madres o de los que fueron antes que ellos.

Por ejemplo, ¿ha estado fumando y bebiendo estando embarazada usted, madre? ¿Hubo adulterio u otro pecado en su vida antes de tener al niño, así como le pasó a David? ¡Qué serio es el asunto del pecado! ¡Todos necesitan tomar nota de eso! Tales horrores en la tierra son el resultado del pecado.

Pero Dios tiene misericordia de los que se arrepienten, y Él restaura, de una u otra manera. Él lo ha hecho así a menudo. Por eso es que Dios envía a hombres a predicar el arrepentimiento. Ellos, habiendo sido preparados por Dios, conocen el dolor y el sufrimiento de primera mano. Escuche lo que dijo un hombre de Dios que sufrió en su vida, por su cuenta, y luego por los pecados de otros (contendiendo con el infiel pueblo de Dios):

“Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló el SEÑOR, y no se arrepintió; y oiga gritos de mañana, y voces al mediodía; porque no me mató en el vientre, y mi madre hubiera sido mi sepulcro, y su vientre concebimiento perpetuo. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” (Jeremías 20:14-18 SSE)

El Martirio

Los que mueren o sufren aflicción en cualquier forma por Cristo y el Evangelio están, por supuesto, sufriendo no por el pecado, sino contra el pecado, aunque ellos aprenden obediencia por las cosas que sufren, así como lo hizo el Señor. Hay un buen sufrimiento para con Dios, con el cual Él se agrada:

“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:7-8)

“Estimada a los ojos del SEÑOR es la muerte de sus santos.” (Salmo 116:15 RVG)

¿Persecución?

Hay persecución porque amamos a Dios. Como le escribe Pablo a Timoteo:

“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.” (2 Timoteo 3:10-12)

Cuando recibimos el castigo del Señor humildemente, Él se conmueve.

También hay persecución cuando no amamos a Dios, aunque parezca, o finjamos, que lo hacemos, engañando así a otros, pero no a Dios:

“Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá” (Hechos 5:36-37)

La Gran Importancia de Dar Gracias y Alabar a Dios por Todo

Hay algo más que debo agregar a estas cosas, y es de gran importancia. Yo he encontrado otro secreto de vida. Cuando recibimos el castigo del Señor humildemente, sin quejas ni resistencia, mansamente sometiéndonos a Su vara de corrección, Él se conmueve como en ningún otro momento. Además, si podemos darle gracias y alabarle a Él por Sus castigos, en cualquier forma que vengan, Él soltará las cadenas de nuestros miembros y Él hará temblar la tierra para abrir las puertas de la prisión para nuestra liberación. Está escrito:

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh Dios.” (Salmo 51:17 RVG)

Cuando damos gracias y alabamos a Dios por todas las cosas, la victoria es nuestra:

“El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios.” (Salmo 50:23 RVG)

Es importante saber que aun la enfermedad y el dolor sirven para bien. Como dice la Palabra de Dios:

“Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a Su propósito son llamados.” (Romanos 8:28)

Como dicen las Escrituras:

“Dad gracias en todo; porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18 RVG)

Allí lo tiene, le he dado los secretos para todo éxito. Por Su gracia usted los hará suyos, y prosperará no sólo usted sino todos los que crean, porque está escrito:

“Y si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; o si un miembro es honrado, todos los miembros con él se regocijan.” (1 Corintios 12:26)

Cuando usted pierde, nosotros perdemos; cuando usted gana, nosotros ganamos. Por lo tanto, no solamente predicamos por causa suya y por la del Señor, sino también por nosotros. ¿Para qué estar sufriendo innecesaria e indefinidamente?

Contendiendo fervientemente por la fe con substancia, la fe de una esperanza segura, la fe que recompensa, consuela y sana,

Víctor Hafichuk

Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero

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