Cuando comenzó a caminar con Dios, se le dijo a Abraham:
Génesis 12:1-4 LBLA
(1) Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré.
(2) Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
(3) Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.
(4) Entonces Abram se fue tal como el SEÑOR le había dicho; y Lot fue con él. Y Abram tenía setenta y cinco años cuando partió de Harán.
Poco tiempo después, él tuvo miedo por su vida cuando iba a entrar a Egipto durante el tiempo de hambre, y le pidió a su esposa Sarai que mintiera a los egipcios para protegerlo a él:
Génesis 12:10-13 LBLA
(10) Y hubo hambre en la tierra; y Abram descendió a Egipto para pasar allí un tiempo, porque el hambre era severa en la tierra.
(11) Y sucedió que cuando se acercaba a Egipto, dijo a Sarai su mujer: Mira, sé que eres una mujer de hermoso parecer;
(12) y sucederá que cuando te vean los egipcios, dirán: “Esta es su mujer”; y me matarán, pero a ti te dejarán vivir.
(13) Di, por favor, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y para que yo viva gracias a ti.
¿No confiaba Abram en que Dios lo guardaría y le cumpliría Sus promesas? ¿Necesitaba Abram mentir para asegurar el favor y protección de Dios? Su mentira fue descubierta al final; Faraón reprendió a Abram por su engaño y lo envió por su camino (Génesis 12). Aun así, Dios estaba con Abram, a pesar de su debilidad y temores; ningún daño le vino, aunque él había ofendido al mismo gobernador del país que lo alojaba.
Más tarde, Abraham volvió a mentir en circunstancias similares por temor a lo que el hombre podría hacerle (Génesis 20), y de nuevo lo descubrieron. Abraham temía a Dios, pero él también le temía al hombre. Como el agua y el aceite, las dos cosas no se mezclan. Pero Dios no había terminado con él.
Ahora, yo creo que cualquier padre daría su propia vida al instante con todo gusto por salvar la vida de su hijo. Cuando Abraham llegó a la madurez, él estaba preparado para no solamente perder su vida, sino para obedecer a Dios y sacrificar a su propio hijo amado y prometido Isaac, lo cual él, en fe procedió a hacer:
Génesis 22:1-3 LBLA
(1) Aconteció que después de estas cosas, Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí.
(2) Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré.
(3) Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho.
Siguiendo más adelante (lea toda la historia, si lo desea):
Génesis 22:10:12 LBLA
(10) Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.
(11) Mas el ángel del SEÑOR lo llamó desde el cielo y dijo: ¡Abraham, Abraham! Y él respondió: Heme aquí.
(12) Y el ángel dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora sé que temes a Dios, ya que no Me has rehusado tu hijo, tu único.
Fruto de Fe: De evitar el costo a pagar el precio. Abraham creció desde la falta de fe, preservándose a sí mismo a expensas de su esposa Sarah, hasta una fe fructífera, listo para obedecer al mayor de los costos, amando a Dios primero y confiando que Él podía regresar a la vida a su amado hijo Isaac.
Sarah, una mujer santa y obediente a Abraham, trató de cumplir la promesa de Dios a ellos haciendo sus propios arreglos:
Génesis 16:1-5 LBLA
(1) Y Sarai, mujer de Abram, no le había dado a luz hijo alguno; y tenía ella una sierva egipcia que se llamaba Agar.
(2) Entonces Sarai dijo a Abram: He aquí que el SEÑOR me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos. Y Abram escuchó la voz de Sarai.
(3) Y al cabo de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer.
(4) Y él se llegó a Agar, y ella concibió; y cuando ella vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora.
(5) Y Sarai dijo a Abram: Recaiga sobre ti mi agravio. Yo entregué a mi sierva en tus brazos; pero cuando ella vio que había concebido, me miró con desprecio. Juzgue el SEÑOR entre tú y yo.
Pero Dios, Quien también “llama las cosas que no son como si fuesen” (Romanos 4:17), fortaleció a Sarah en su fe para que concibiera a Isaac, aun “fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel Quien lo había prometido” (Hebreos 11:11).
Génesis 21:1-7 LBLA
(1) Entonces el SEÑOR visitó a Sara como había dicho, e hizo el SEÑOR por Sara como había prometido.
(2) Y Sara concibió y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez, en el tiempo señalado que Dios le había dicho.
(3) Y Abraham le puso el nombre de Isaac al hijo que le nació, que le dio a luz Sara.
(4) Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios le había mandado.
(5) Abraham tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac.
(6) Y dijo Sara: Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oiga se reirá conmigo.
(7) Y añadió: ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Pues bien, le he dado a luz un hijo en su vejez.
Fruto de Fe: De actuar con duda (obras de la carne) a recibir la promesa de Dios por medio de Su don de fe.
Jacob fue conocido como un tramposo o suplantador en su juventud. Él engañó a su hermano Esaú para que le vendiera su preciosa primogenitura por una comida, y él engañó y le mintió a su padre Isaac, robándole así la primogenitura a Esaú. Luego él huyó de su hermano, por temor de su vida (Génesis 27).
Cuando Dios llevó a Jacob a la madurez de la fe décadas más tarde, él estaba preparado para obedecer a Dios y enfrentar a su hermano:
Génesis 31:13-17 LBLA
(13) Yo soy el Dios de Betel, donde tú ungiste un pilar, donde Me hiciste un voto. Levántate ahora, sal de esta tierra, y vuelve a la tierra donde naciste.
(14) Y Raquel y Lea respondieron, y le dijeron: ¿Tenemos todavía nosotras parte o herencia alguna en la casa de nuestro padre?
(15) ¿No nos ha tratado como extranjeras? Pues nos ha vendido, y también ha consumido por completo el precio de nuestra compra.
(16) Ciertamente, toda la riqueza que Dios ha quitado de nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos; ahora pues, todo lo que Dios te ha dicho, hazlo.
(17) Entonces Jacob se levantó, montó a sus hijos y a sus mujeres en los camellos.
Fruto de Fe: De andar huyendo a enfrentar a sus enemigos.
Cuando Moisés tenía cuarenta años, él no reconocía el diseño y soberanía de Dios y entonces le quitó la vida a un egipcio en su esfuerzo por ayudar a su pueblo Israel:
Éxodo 2:11-15 RVG
(11) Y en aquellos días aconteció que, crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y vio sus cargas: y vio a un egipcio que hería a uno de los hebreos, sus hermanos.
(12) Y miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio, y lo escondió en la arena.
(13) Y salió al día siguiente, y viendo a dos hebreos que reñían, dijo al que hacía la injuria: ¿Por qué hieres a tu prójimo?
(14) Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esta cosa es descubierta.
(15) Y cuando Faraón escuchó esto, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián; y se sentó junto a un pozo.
Por cuarenta años, Moisés vivió en oscuridad en el desierto, hasta el día en que Dios se le apareció y lo comisionó para volver al lugar de donde había huido. Él no solamente enfrentó a aquellos que una vez buscaron su vida, sino que también tuvo la fe y la valentía de entrar al salón del trono del Faraón y pedirle al Faraón que dejara libres a los esclavos hebreos (Éxodo Capítulo 3 en adelante):
Éxodo 3:7-10 LBLA
(7) Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos.
(8) Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los jebuseos.
(9) Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta Mí, y además he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
(10) Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a Mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto.
Éxodo 4:20 LBLA
(20) Moisés tomó a su mujer y sus hijos, los montó sobre un asno y volvió a la tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano.
Éxodo 5:1 LBLA
(1) Después Moisés y Aarón fueron y dijeron a Faraón: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Deja ir a Mi pueblo para que Me celebre fiesta en el desierto.”
Moisés, con la ayuda de Aarón y por la fe y poder de Dios, victoriosamente liberó a los hijos de Israel de Egipto. Donde él fue una vez rechazado por sus hermanos y de donde huyó por su vida, ahora él reinaba sobre una nación de su propio pueblo, la cual él redimió de aquéllos a quienes él había temido, los cuales eran más poderosos que su nación.
Fruto de Fe: Reinando en lugar de huir.
Cuando Samuel era apenas un niño, él fue dirigido por Dios a darle una Palabra a quien lo cuidaba, el sumo sacerdote de Israel. Aunque naturalmente Samuel tenía miedo, él obedeció:
1 Samuel 3:10-18 LBLA
(10) Entonces vino el SEÑOR y se detuvo, y llamó como en las otras ocasiones: ¡Samuel, Samuel! Y Samuel respondió: Habla, que Tu siervo escucha.
(11) Y el SEÑOR dijo a Samuel: He aquí, estoy a punto de hacer una cosa en Israel la cual hará retiñir ambos oídos a todo aquél que la oiga.
(12) Ese día cumpliré contra Elí todo lo que he hablado sobre su casa, desde el principio hasta el fin.
(13) Porque le he hecho saber que estoy a punto de juzgar su casa para siempre a causa de la iniquidad que él conocía, pues sus hijos trajeron sobre sí una maldición, y él no los reprendió.
(14) Por eso he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de su casa no será expiada jamás, ni por sacrificio ni por ofrenda.
(15) Samuel se acostó hasta la mañana; entonces abrió las puertas de la casa del SEÑOR; pero Samuel temía contar la visión a Elí.
(16) Pero Elí llamó a Samuel, y le dijo: Samuel, hijo mío. Y él respondió: Heme aquí.
(17) Y Elí dijo: ¿Cuál es la palabra que el SEÑOR te habló? Te ruego que no me la ocultes. Así te haga Dios, y aún más, si me ocultas algo de todas las palabras que te habló.
(18) Entonces Samuel se lo contó todo, sin ocultarle nada. Y Elí dijo: El SEÑOR es; que haga lo que bien Le parezca.
Muchos años más tarde, en su madurez de fe, Samuel ya no tenía miedo, sino que era valiente y sin disculparse:
1 Samuel 15:32-33 LBLA
(32) Entonces Samuel dijo: Traedme a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente. Y Agag dijo: Ciertamente, la amargura de la muerte ha pasado ya.
(33) Pero Samuel dijo: Como tu espada ha dejado a las mujeres sin hijos, así también tu madre será sin hijo entre las mujeres. Y Samuel despedazó a Agag delante del SEÑOR en Gilgal.
1 Samuel 16:4-5 LBLA
(4) Samuel hizo lo que el SEÑOR dijo, y fue a Belén. Y los ancianos de la ciudad vinieron a su encuentro temblando y dijeron: ¿Vienes en paz?
(5) Y él respondió: En paz. He venido a ofrecer sacrificio al SEÑOR. Consagraos y venid conmigo al sacrificio. Samuel consagró también a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
Fruto de Fe: De tener temor a ser temido. En su madurez, ya no era Samuel quien tenía miedo, sino todos los que lo conocían a él y su poder y posición delante de Dios.
Mientras seguía siendo formado como discípulo, Pedro se dolió grandemente por su temor y su incredulidad. Tres veces seguidas, él tuvo que negar a Aquél que lo amaba:
Mateo 26:69-75 RVR
(69) Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo.
(70) Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
(71) Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno.
(72) Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
(73) Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
(74) Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.
(75) Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, Me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Luego se llegó el día en que Pedro era otro hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo de Jesucristo:
Hechos 2:13-14 RVR
(13) Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
(14) Entonces Pedro, poniéndose en pie con los Once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
¿Qué dijo Pedro? Él predicó a Jesucristo, Su muerte, sepultura y resurrección, sin andar con rodeos con aquellos a quienes antes él temió:
Hechos 2:22-24 RVR
(22) Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de Él, como vosotros mismos sabéis;
(23) a Éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;
(24) al Cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
Continuando:
Hechos 3:17-19 RVR
(17) Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
(18) Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos Sus profetas, que Su Cristo había de padecer.
(19) Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.
Después cuando las autoridades trataron de callarlo, este negador negó a quienes una vez temió, en vez de negar al Señor:
Hechos 4:17-20 RVR
(17) Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.
(18) Y llamándolos [los gobernadores judíos], les intimaron [a Pedro y a Juan] que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
(19) Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;
(20) porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
Pedro siguió predicando hasta el día de su muerte cuando él se sometió a lo que una vez temió. La tradición de la historia nos informa que Pedro al final fue llamado por el Señor Jesús a que regresara al pueblo de donde él iba saliendo, donde sus enemigos buscaban su vida. Él obedeció.
Se reporta que cuando estaban a punto de crucificarlo, él se rehusó a ser ejecutado al derecho, diciendo que él era indigno de ser crucificado como su Señor y Salvador. Su petición fue ser crucificado con la cabeza hacia abajo, y así fue. Del temor a la vergüenza, a la fe, a la victoria, a la gloria.
Fruto de Fe: La negación de sí mismo en lugar de negar al Señor Jesucristo.
Nuestro hermano y apóstol Pablo fue una vez Saulo, el rabioso asesino y vehemente perseguidor a muerte de la infante Iglesia de Dios, el Cuerpo de Cristo. Saulo tenía fe, pero su fe estaba en su interpretación del la Ley de Dios en vez de en el Dador de la Ley. De ahí que, irónicamente, Saulo terminó odiando y persiguiendo al Dador de la Ley.
No obstante, se llegó el día en que el Dador de la Ley se le reveló a Saulo camino a Damasco, cuando Saulo iba en camino a perseguir, arrestar, encarcelar y ejecutar a los creyentes. “Saulo, Saulo, ¿por qué Me persigues?” le preguntó el Señor. En ese momento su vida fue cambiada.
Poco después, Saulo trató de unirse a los creyentes, ahora que él era creyente, pero ellos le tenían miedo, pues sólo lo habían conocido como su mortal enemigo. Pronto se supo, sin embargo, que Saulo era genuinamente una nueva criatura en Cristo.
Aun así, en sus inmaduros esfuerzos espirituales para convencer a los judíos de que Jesús era su Mesías, Saulo (ahora llamado Pablo) estaba causando más problemas de lo necesario a la Iglesia y la causa de Cristo. Por lo tanto, los santos lo apartaron, y por muchos años después, no tenemos registros de él, hasta el día en que Dios había terminado de prepararlo para su llamado a predicar el Evangelio.
Luego él regresó como un hombre de fe maduro, un hombre de Dios, con y por revelación, preparado para sufrir las cosas que él una vez les causó a otros. Donde una vez él había perseguido a los santos por su fe en Cristo, ahora en y por la fe del Hijo de Dios, él estaba dispuesto a ser perseguido, y sufrió dificultades severas e indecibles por la causa de Cristo y del Evangelio.
Fruto de Fe: Ser perseguido en vez de perseguir.
Cuando el Hijo de Dios tenía doce años, aunque Él no le temía al hombre, Él era sumiso, como tenía que ser:
Lucas: 2:41-52 RVR
(41) Iban Sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
(42) y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
(43) Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y Su madre.
(44) Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y Le buscaban entre los parientes y los conocidos;
(45) pero como no Le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
(46) Y aconteció que tres días después Le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la Ley, oyéndoles y preguntándoles.
(47) Y todos los que Le oían, se maravillaban de Su inteligencia y de Sus respuestas.
(48) Cuando Le vieron, se sorprendieron; y Le dijo Su madre: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, Tu padre y yo Te hemos buscado con angustia.”
(49) Entonces Él les dijo: “¿Por qué Me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de Mi Padre Me es necesario estar?”
(50) Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
(51) Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
(52) Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Llegó el día cuando Jesús en Su gloria ya no podía hacer lo que le pedían Sus padres. Cuando Su madre Le informó que se había acabado el vino en la boda, Jesús le dijo a ella:
“¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido Mi hora.” (Juan 2:4 RVR)
Aun así, Él procedió a hacer lo que Él pensó que era mejor, lo cual resultó estar de acuerdo con los deseos de Su madre.
Sin embargo, pronto vendría el tiempo en que las prioridades de Su madre y Su familia no eran las Suyas:
Mateo 12:46-50 RVR
(46) Mientras Él aún hablaba a la gente, he aquí Su madre y Sus hermanos estaban afuera, y Le querían hablar.
(47) Y Le dijo uno: He aquí Tu madre y Tus hermanos están afuera, y Te quieren hablar.
(48) Respondiendo Él al que Le decía esto, dijo: ¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?
(49) Y extendiendo Su mano hacia Sus discípulos, dijo: He aquí Mi madre y Mis hermanos.
(50) Porque todo aquél que hace la voluntad de Mi Padre que está en los Cielos, ése es Mi hermano, y hermana, y madre.
De Jesús, el Hijo de Dios, está escrito: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.” (Hebreos 5:8 RVR)
Fruto de Fe: No más unión, sino división con la familia por la espada. La madurez de Su fe y propósito destinado trajo división entre Jesús y Su propia carne y sangre.
Estos son algunos frutos de madurez en Cristo, como lo ejemplifican por Su vida terrenal el Señor y estos preciosos santos, a quienes Dios llamó, escogió, y los preparó para Su gloria y para nuestro beneficio. Maravilloso y precioso es el don de fe para quienes lo reciben y viven por él. ¡Amén!
Víctor Hafichuk
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero