La Vida Familiar, el Perdón y el Fin del Infierno

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Hola Mark,

Tu madre nos ha explicado brevemente tu situación en general, y también nos ha contado sobre el incidente reciente entre ustedes dos, que, según ella, la sacudió significativamente. Tú y tu madre han tenido grandes conflictos, muchos de los cuales han surgido de sus pecados y errores pasados. Quiero que sepas que ustedes dos no están solos en relaciones entre padres e hijos con problemas y dificultades. Realmente no conozco a nadie que se haya salvado.

Temía cada día, sabiendo que era inevitable.

Por mi parte, de niño, no era deseado cuando nací. Llegué temprano, el primogénito, y parece que le arruiné los buenos momentos de mis padres al cargarlos con la responsabilidad de criar a un hijo. Mi madre tenía solo 19 años, y en su juventud e ignorancia, yo obviamente era un “campo de prueba”, lo cual le sumaba al desprecio. Su madre estaba a kilómetros de distancia y tenía sus propios problemas con una familia grande, así que mi madre tuvo que hacerlo sola. Vivíamos en el campo, y cuando llegó el tiempo de ir a la escuela, mis padres me enviaron donde mi tía-abuela y tío-abuelo durante un año y medio porque la escuela estaría más cerca.

La experiencia fue agridulce. Aunque ellos me adoraban, al no tener sus propios hijos, yo sentía mucha nostalgia por mis padres, me sentía solitario, sin juguetes y sin niños con quién jugar. Mi tía y tío creían en comer, y me dieron delicias hasta que, a los siete años, tenía el doble del peso que debería haber tenido. Como resultado, se burlaban y me rechazaban en la escuela. También mojaba y ensuciaba mis pantalones, lo que aumentaba el asco que la gente me tenía, tanto los maestros como los estudiantes a menudo me tenían como objeto de su entretenimiento a costa mía.

Encima de eso, en el camino a casa también había un acosador de octavo grado, que nunca dejó de atormentarme. Temía cada día, sabiendo que era inevitable. Encima de eso, mi primo estaba en ese camino, y mientras que en privado él era mi amigo, en público estaba del lado del acosador y de los que me despreciaban y se reían de mí, de modo que la traición siempre estaba allí. Los padres de otros niños también se unían a la diversión en contra mía. ¿Por qué ni mis padres ni mis tíos hacían nada al respecto? No lo sé. Sí recuerdo que cuando me quejaba y llamaban a los padres y al profesor, todo quedaba explicado y a mí no me creían. Fue un infierno Mark; fue un infierno.

Finalmente, cuando regresé a casa para ir a otra escuela para el tercer grado, acompañando a mi hermano en primer grado, sentí el aguijón de la separación. Fue más que un aguijón; fue desgarrador. Mi tía y mi tío se habían convertido en mis padres. Fui separado de mis verdaderos padres, a quienes no les importé lo suficiente como para mantenerme en casa, y luego de mis tíos quienes lloraron cuando me fui (aunque yo no lo supe en ese momento). Estaba destrozado. Agregado a eso, mis padres pudieron ver que me había apegado a mis tíos, y creo que estaban heridos o celosos, por lo tanto, siempre me sentía culpable por no amar a mis padres más que a mis tíos.

Desobedecer a Dios es donde comienza el infierno, y obedecerle es donde termina.

Además, mis padres peleaban constantemente. Por ejemplo, un día estaban discutiendo si uno orina o defeca primero cuando va al baño. Se enojaron tanto que mi papá agredió físicamente a mi madre. Yo los interrumpí, aproximadamente a los 8 o 9 años, y grité: “¡¿Qué tan estúpidos pueden ser ustedes dos?! ¡Discutiendo y peleando por si alguien orina o defeca primero en el inodoro!” Todavía enojados, y mi papá casi volviéndose hacia mí con su ira, dejaron de pelear, me dijeron que me callara y se fueron. No me hicieron daño, al no tener el corazón para hacerlo, sabiendo que eran tan tontos. Yo relato esta historia para darte una muestra del tipo de atmósfera en el que me crie. No me malinterpretes; hubo algunos momentos felices, y no todo fue un infierno, pero mayormente, lo fue.

Sin embargo, ¿no hemos sido así todos nosotros, en un momento u otro? La ira no tiene razonamiento. Los que están separados de Cristo están atados por sus pecados. Mis padres no eran diferentes a las demás personas. Sí, ellos tenían religión (Católica), pero también eran productos de sus padres, quienes eran un producto de los suyos, hasta Adán, que pecó en el Jardín del Edén, desobedeciendo a Dios. Desobedecer a Dios es donde comienza el infierno, y obedecerle es donde termina.

En años posteriores, cuando venían problemas, mi madre me culpaba a mí. Un día, mientras yo vivía en Winnipeg, una ciudad a doscientas millas de distancia de mi casa, mi hermano fue en una “farra de diversión” y, con un amigo, disparó por el vecindario de noche con una pistola de perdigones…parquímetros, ventanas de automóviles, las ventanas del pabellón de exhibición, ese tipo de cosas. ¡Mi madre estaba en el teléfono diciéndome que yo era el responsable! Yo no podía haber estado más alejado del incidente, ya sea en palabra o en hecho. A menudo me culpaban y sospechaban de mí por muchas cosas.

Ella tuvo un ataque de nervios uno de esos años, me echó la culpa y se negó a verme en el hospital, dándole instrucciones al médico que me mantuviera alejado. Cuando mi papá me contó esto, me sorprendió, me confundió y me dolió mucho. Yo sabía que no era un candidato para “El Niño Mejor Comportado” en la cuidad o en la cuadra o incluso en la casa con cuatro hermanos, pero honestamente yo no sabía qué había hecho que la llevara a ella o a cualquiera a un colapso. Realmente nadie podía decirme. Estaba herido no sólo por algo de lo que supuestamente yo era responsable, sino por mi madre, que estaba herida. Cuando intenté hacer las paces, fue inútil. No había ni perdón, ni compasión, ni comprensión, ni amor, nada. Mark, la vida era una mierda. No necesito llamarle de otra manera. “Llama las cosas por su nombre”.

Todo lo que había sucedido en mi vida, todo el sufrimiento, había sido con un propósito.

Siempre fuimos pobres y cuando me marché a la universidad, la pagué tocando la guitarra en bares (lo cual me costó mi rendimiento escolar). Uniéndome a Hudson’s Bay Company dos años después, comencé a ganar dinero y le compré a mi familia regalos caros, especialmente en la Navidad. Para este tiempo, ellos también tenían dinero, pero yo recibía algo como un par de calcetines de parte de ellos. Esto continuaría por años, sin puntos ganados o lecciones aprendidas. Yo siempre estaba tratando de ser querido o apreciado, pero fue en vano.

Luego el Señor se apoderó de mi vida (puedes leer sobre esto en breve aquí: Nuestros Testimonios). Mi vida cambió milagrosamente, pero tomó años, incluso décadas después de que Jesucristo se me apareciera por primera vez, para darme cuenta de lo siguiente:

Todo lo que había sucedido en mi vida hasta ese entonces (y desde ese entonces), todo el sufrimiento, vergüenza, angustia, pobreza, la separación de los padres, el ostracismo, la soledad y todos los aspectos negativos en todos mis años habían sido con propósito.

Al ir a la Biblia, encontrarás que José, el hijo menor de Jacob, sufrió a manos de sus hermanos mayores. Envidiosos, ellos pensaron matarlo, pero en vez de eso lo secuestraron y ganaron dinero vendiéndolo como esclavo. A los 17 años, de repente, sin previo aviso o preparación, fue separado de su padre por más de dos décadas, su padre que lo adoraba, y José fue hecho esclavo y prisionero en Egipto.

Pero salió bien de ahí – porque Dios estaba detrás de eso todo el tiempo (Léelo todo en Génesis 37 y en adelante). Entonces me di cuenta de que todo el sufrimiento por el que yo había pasado tenía un propósito. Dios estuvo ahí todo el tiempo. Todo fue destinado a ser, para bien (Dios está por encima del bien y del mal). Cuando José eventualmente gobernó en Egipto y sus hermanos acudieron a él en busca de comida, ¿se vengó? Ciertamente él estaba en posición de hacerlo. ¿Estaba amargado? No. Él tenía entendimiento de Dios. Esto fue lo que él les dijo a ellos:

Génesis 45:4-11 NBL
(4) Y José dijo a sus hermanos: “Acérquense ahora a mí.” Y ellos se acercaron, y les dijo: “Yo soy su hermano José, a quien ustedes vendieron a Egipto.
(5) Ahora pues, no se entristezcan ni les pese el haberme vendido aquí. Pues para preservar vidas me envió Dios delante de ustedes.
(6) Porque en estos dos años ha habido hambre en la tierra y todavía quedan otros cinco años en los cuales no habrá ni siembre ni siega.
(7) Dios me envió delante de ustedes para preservarles un remanente en la tierra, y para guardarlos con vida mediante una gran liberación.
(8) Ahora pues, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, sino Dios. Él me ha puesto por padre de Faraón y señor de toda su casa y gobernador sobre toda la tierra de Egipto.
(9) Dense prisa y suban adonde mi padre, y díganle: Así dice tu hijo José: Dios me ha hecho señor de todo Egipto. Ven a mí, no te demores.
(10) Y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos y los hijos de tus hijos, tus ovejas y tus vacas y todo lo que tienes.
(11) Allí proveeré también para ti, pues aún quedan cinco años de hambre para que no caigas en la miseria tú, ni tu casa y todo lo que tienes”.

José también dijo esto:

“Y les respondió José: No temáis: ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Genesis 50:19-20).

Dios ha sido fiel y me ha dado paz y alegría.

Mark, por favor lee todo lo que te he dado aquí. Debo de confesar que, durante todos esos años, no fui amable ni indulgente con mis padres. Estaba resentido con ellos por “todo lo que me habían hecho”, por no amarme, por todos los errores que yo percibí que habían cometido. Ahora, entendiendo que todas estas cosas fueron hechas para bien, lamento haber tratado a mis padres y a otros de la manera que lo hice, tuviera la razón o no (y no la tenía). Lamento no por lo que ellos me hicieron a mí, sino por lo que yo les hice a ellos. Yo había vivido una vida viéndome a mí mismo como una víctima, pero ahora veo que, como todo los demás, como todo ser humano que alguna vez ha vivido en la faz de la tierra, yo había sido un perpetrador. Por favor lee Víctimas y Victimarios.

¿Llevo una carga por ese lamento? Aunque lo tengo, Dios ha sido fiel y me ha dado paz y alegría. Él me ha dado la victoria en este mundo. Él ha sido bueno conmigo. Creo que tu madre admitiría fácilmente sus errores y cómo te impactaron, y dudo que haya un día en el que ella no lamente lo que ha hecho. Tú necesitas perdonar, ya sea obvio que ella tuviera o tenga la culpa o no.

Reconoce que ella estuvo bajo la ira de Dios toda su vida, provocada por sus padres. Ella, al igual que tú, fue una víctima de sus circunstancias, pero la única salida es confesarse uno mismo no como una víctima, sino como un pecador, un victimario. Jesús dijo: “Si no perdonas a los que te han hecho daño, tampoco tu Padre Celestial te perdonará.” Te lamentarás si no perdonas. Te lo garantizo. Eso va no sólo para tu madre indigna, sino también para tu padre, tus padrastros, tus hermanos, empleadores, amigos y todos los demás. Ninguno de nosotros es digno, ni yo, ni tú, ni nadie. Sólo Dios es digno.

Dios quiere que evitemos destruirnos a nosotros mismos – PERDONA.

¿Quieres una nueva vida? ¿Quieres paz? ¿Quieres la victoria? Perdona. Comienza ahí. Genuina y permanentemente, perdona completamente a todos. Si no puedes perdonar, pídele a Dios que te ayude. Si estás en serio, por las razones correctas (simplemente porque es lo correcto), Él responderá y estarás de camino a la Vida. Seamos sinceros, en este momento, estás muerto, y eso nunca cambiará (excepto en la superficie o en apariencia), hasta que escuches y creas lo que te estoy diciendo.

La otra cosa que debes de hacer es arreglar las cosas con todos aquellos que no te han perdonado, con aquellos a quienes has ofendido o abusado de alguna manera. Jesucristo nos perdonó, aunque le costamos Su vida (se la estábamos quitando mientras que Él nos la daba… irónico, ¿eh?). Debemos perdonar y buscar que nos perdonen.

No importa que hayas sido una víctima. No importa que no te hayan tratado bien. No importa que tu madre no fue una madre modelo, ni que esté lejos de eso. Yo ya no tengo mala voluntad hacia nadie. Sólo quiero el bien para ellos. Los que hacen el mal no entienden. Ellos no saben lo que están haciendo, y créeme, ellos sufrirán las consecuencias.

No necesitas preocuparte por eso. ¿Tú crees que tu madre no está sufriendo las consecuencias de sus pecados pasados? ¡Por supuesto que sí! Todos lo hacemos. La Biblia es muy clara con respecto a eso. Es por eso que Dios no nos permite venganza o retribución. Él quiere que evitemos destruirnos a nosotros mismos y nos dice cómo hacerlo: PERDONAR. Ninguna otra cosa funciona.

Padre, Te pido que le des a Mark perdonar a los demás. Te pido que le tengas misericordia a medida que él les muestre misericordia a los demás. Gracias. Que el Señor te conceda tanto arrepentimiento como gracia. Carol, ¿podrías pasarle esta carta a Mark? Mark, tu madre no tuvo nada que ver con esta carta, excepto pasártela, si es que ella te la pasa, lo cual deseo y espero que haga.

Víctor