Esta es una de las doctrinas más dañinas que se predican en el cristianismo evangélico. Es un reflejo de nuestra sociedad instantánea, impaciente, intolerante y voluntariosa, otra expresión de la carne pecaminosa preservándose a sí misma, buscando una forma de guardar la imagen para aplacar a Dios, sobrevivir y parecer justos delante de los hombres. Es una doctrina de demonios.
Esta doctrina ha engañado a la gente haciéndoles creer que son salvos. Y ese es un invento de demonios para atraer más personas a los círculos sociales. Como mucha gente cree en esta mentira, otros están convencidos que ha de ser verdad. La idea es: “Los muchos tiene la razón invariablemente y los pocos están seguramente equivocados porque son pocos.” Pero Dios nunca ha trabajado, no trabaja, y nunca trabajará de esa manera. (Lea Cristianismo Falso.)
Si todas estas iglesias formales en el mundo dependieran de la verdad y la cruz para añadir miembros, ellas no existirían. Para atraer a las masas, tienen que presentar como agradable lo que ofrecen, y hasta deleitoso. “Tómese esta pastilla endulzada, tráguesela con agua (bautismo), y todos sus problemas se resolverán instantáneamente.” Es un evangelio fácil para que lo acepte el hombre carnal; después de todo, él no tiene que arrepentirse, en la forma que Dios define el arrepentimiento.
En ninguna parte de las Escrituras siquiera se da la idea de que tengamos que “aceptar” a Jesucristo como Salvador y ya somos salvos automáticamente. Esa noción deja al hombre carnal sentado en el asiento del conductor, lo cual es exactamente su naturaleza y deseo no regenerado. ¡Qué pretensioso y arrogante es el pensamiento de que nosotros, no Dios, tengamos la última palabra! La verdadera conversión no es aceptación; es muerte.
Cuando Saulo de Tarso se dirigía a Damasco, él fue detenido en su camino ¿por quién… el Salvador? No, fue el Señor. Saulo dijo inmediatamente: “¿Quién eres, Señor?” Y cuando él supo Quién estaba hablándole, sus siguientes palabras (nótelas) fueron: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” La salvación pertenece a los judíos y ellos saben de qué hablan. Ellos entendían que el primer aspecto de la relación del hombre con Dios era en sumisión y obediencia a Él como Señor.
¿Es Salvador Jesús? Por supuesto que lo es, y Él es el único Salvador que existe. No hay otro. Pero solamente hay una manera en que Él puede salvarnos, y no es si nosotros “lo aceptamos a Él como Salvador” (Él es Salvador sea que lo aceptemos o no); es solamente si le creemos, es decir, si ponemos toda nuestra confianza en Él. Y esa fe en Cristo siempre se manifestará en obediencia – sumisión a Su Señorío, la señal de la cruz en acción.
La fe no es una simple verbalización de unas palabras piadosas, como muchos lo interpretan de pasajes como el de Romanos 10:8-10. No es la simple afirmación verbal e intelectual de que Jesús es Salvador o Señor lo que cambia nuestro estatus con Dios. Si una vana profesión de fe cambia algo, es para empeorar, porque la gente toma sobre sí misma Su Nombre en vano, trayendo sobre sí mismos mayor condenación de lo que tenían antes de profesarlo a Él.
Lo primero que hizo Saulo de Tarso cuando el Señor se le apareció (Hechos 9) fue obedecer. Él no simplemente se puso de rodillas (tampoco es que muchos se pongan de rodillas delante de Él ahora), “recibió a Jesús como Salvador,” y procedió a confesarlo a Él delante de otros. Tampoco se requirió que Saulo demostrara su sinceridad respondiendo a un “llamado al altar.” No, el Señor le dio un mandato, el cual él obedeció, por tanto confesando así a Jesús no sólo de labios, sino con su vida. De repente se esfumó su misión religiosa de obediencia a sus superiores. Y note también que Romanos 10:8-10 habla de confesar a Jesús como Señor, no como Salvador:
“Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios Lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.” (Romanos 10:9-10 NBLH)
Cuando por fe y con la boca de nuestras vidas confesamos que Jesucristo es Señor, continuando en obediencia a Su voluntad (de otra manera no es fe genuina), entonces Jesús continúa con el proceso de salvarnos. La salvación viene por sumisión a la autoridad de Dios, por el reconocimiento de corazón de Su soberanía en todas las cosas por medio de Su don de fe. En obediencia somos salvos, así como consistentemente lo declaran Pablo, Pedro, Juan, Santiago y otros.
Como está escrito: “Él da el Espíritu Santo a quienes le obedecen a Él.” Tres días después de su conversión, Saulo recibió el Espíritu Santo. ¿No dijo Jesús: “El que tiene Mis mandamiento y los guarda, ese es el que Me ama… y Mi Padre le amará, y vendremos a Él y haremos morada en él”?
“Y nosotros somos testigos Suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el Cual ha dado Dios a los que le obedecen.” (Hechos 5:32 RVG)
¿Qué de Cornelio, quien era un hombre piadoso (Hechos 10)? ¿Era suficiente creer en la manera simple que se enseña hoy en nombre de la “simplicidad en Cristo”? No, cuando él recibió instrucciones del Cielo, a él se le dio un mandamiento: “Envía a hombres a Jope y trae a Pedro.”
¿Y qué de Naamán, el sirio (2 Reyes 5)? ¿Le dijo Eliseo que creyera simplemente, o se le ordenó que fuera y se lavara en el Jordán siete veces? ¿Qué clase de fe se requiere para simplemente “creer”? Pero él necesitó fe para obedecer, y le costó hacerlo. La obra de la cruz fue “crucial” para la salvación, siendo la cruz un requisito en un punto de obediencia.
¿Qué de la viuda que tuvo que compartir su última comida con alguien que le pidió, aunque no había esperanza de otra comida después de esa (1 Reyes 17)?
Aún aquellos a quienes Jesús les dijo: “Vete, tu fe te ha salvado,” tuvieron que actuar en algún asunto de obediencia por fe.
“¡Toma tu lecho y anda!” le ordenó Jesús al paralítico, aunque Jesús y el hombre sabían que habría problemas con las autoridades religiosas, puesto que ellos prohibían tal actividad en el Sabbat.
¿Qué de Abraham y su hijo, Isaac (Hebreos 11:17-19)? ¿No creyó él que Dios resucitaría a Isaac de entre los muertos? ¿Era suficiente “creer” y dejarlo así? No, Dios le dio un mandamiento de prueba, y Abraham tuvo que ofrecer a Isaac en obediencia a Dios. Yo no conozco una obra más difícil que la de un padre que tenga que sacrificar a su único y amado hijo.
Santiago reprende a aquellos que creen que simplemente pueden “aceptar a Jesús como Salvador” y se van limpiándose la boca como que si hubieran comido hasta saciarse. Martín Lutero predicó sola fide (la fe sola salva), y no es de extrañarse que Lutero, con todo su conocimiento y “sabiduría,” no incluyera el Libro de Santiago en su Biblia. (Él también tenía problemas con Judas, Hebreos y Apocalipsis.)
Lutero salió de las obras sacrificiales, de auto-flagelación y penas para la salvación en la iglesia Católica, y pasó al extremo opuesto, creyendo simplemente en el servicio de labios, llamándole a eso fe. Salió de un engaño y entró en otro. Y la iglesia falsa aceptó sus enseñanzas y las llamó “la reforma.”
Niños necios, que buscan el camino fácil, les digo que nada excepto la cruz servirá. Nada excepto la sentencia de muerte bastará. Los falsos predicadores diluyen los requisitos de Dios para poder seducir a las almas a entrar en sus organizaciones. Y la gente los ama por eso. Estos predicadores les dicen a los simples: “Yo oraré por ti,” y los simples terminan devorados. La consciencia queda aliviada, la carne es librada, y el pecado tiene permiso de quedarse.
“¿Por qué me llaman ‘Señor’ y no hacen lo que les digo?” pregunta Jesucristo (Lucas 6:46), aunque el énfasis en Su Señorío es también objeto de duda con esta gente. Pero para ponerlo de otra manera, Él pregunta: “¿Por qué Me aceptan como Salvador y no Me reconocen como Señor?”
Él es el Señor Jesucristo y no solamente el Salvador Jesucristo. Pero el hombre rebelde no quiere oír acerca de señorío sobre él, acerca de la sumisión y la obediencia. Muchos ignoran que necesitan obedecer a Cristo en asuntos personales. Ellos creen que hacen Su voluntad con hablarles de Él a otros, con ir a la iglesia y leer las Escrituras.
Las Escrituras declaran: “Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es SEÑOR,” no Salvador (Isaías 45:23; Romanos 14:11). Señor de todos, especialmente de ese mismo, del que se está arrodillando.
Una verdadera conversión está marcada por un punto de obediencia. Al joven rico no se le permitió simplemente “aceptar a Jesús como Salvador” (Mateo 19:16). Algo bastante práctico y aplicable se requirió de él. Solamente si él obedecía podíamos saber si el hombre confiaba en Dios.
¿Es la inmersión en agua suficiente como señal de obediencia? Muchos sostienen la errada creencia de que el bautismo en agua es suficiente prueba de fe, obediencia y salvación. Algunos creen que ocurre algo místico o salvador con este ritual. Pero, ¿fueron las aguas del bautismo suficientes para Judas, para los 70, para Ananías y Safira (Hechos 5), o para Simón (Hechos 10)? ¿Es suficiente para los mormones, para los Adventistas del Séptimo Día, para los seguidores de Armstrong o para los Testigos de Jehová? No, los elementos físicos no sirven de nada. (Lea de nuestra sección sobre Water Baptism.)
Cuando el pueblo venía a él para ser bautizados, Juan el Bautista les pedía frutos de arrepentimiento. Él les pedía la evidencia que respaldara su adoración de labios y deseo de ser bautizados en agua:
“Pero cuando vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les dijo: Generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.” (Mateo 3:7-9 RVG)
¿Tienen algún valor para Dios las confesiones coaccionadas de que Cristo es Salvador o aún Señor? Las conversiones de lecho de muerte o de crisis que uno oye son casi todas, sino todas, falsas. ¿Fue salvo el ladrón en la cruz en el último momento? Lea El Libro de Lucas Alterado – Un Cuento de Conversión en el Lecho de Muerte.
¿Cree usted que su anciana madre o su obstinado hijo, quienes vivieron resistiendo la voluntad de Dios toda la vida, fueron salvos por confesar a Jesús en el lecho de muerte? No cuente con eso – el Señor no salva bajo presión, y Él no honra a alguien que simplemente está colocando sus apuestas. Él tampoco persuade por medio del temor al infierno. En ninguna parte de las Escrituras encontramos esa doctrina diabólica.
Dios no salva a alguien que busca salvar su vida carnal, alguien que clama: “¡Dios, sácame de este relajo, y haré lo que Tú digas!” Pero si en circunstancias atribuladas uno dice: “¡Hágase Tu voluntad!” con todo fervor y sobriedad, puede haber una indicación de que algo bueno está sucediendo; el Señor puede haber estado trabajando en esa persona por algún tiempo anterior a la crisis. Pero ellos no morirán externamente; lo harán por dentro, siendo llamados a la obediencia y a vivir en, y para, Cristo.
Aparte de eso, la idea de que uno debe ser salvo sólo en esta vida es otra doctrina de demonios.
Los de ustedes que piensan ser salvos, es mejor que busquen cómo ser señoreados por el Señor de señores y solamente por Él. Los frutos de ustedes, o más exactamente, Sus frutos en ustedes, o la falta de los mismos, dirán cuál es su verdadero estatus delante de Dios.
Lea The False and Misleading Gospel of “Accepting” Jesus Christ.
Considere la alternativa a creer en esa doctrina: ¿Cómo podría hacerle daño que usted buscara someterse al Señorío completo del Señor Jesucristo? ¿No sería eso mucho mejor?
|
|
|