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“He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz; pero por amor a mi alma Tú la libraste del hoyo de corrupción; porque echaste tras Tus espaldas todos mis pecados. Porque el sepulcro no Te exaltará, ni Te alabará la muerte; ni los que descienden a la fosa esperarán Tu verdad. El que vive, el que vive, éste Te alabará, como yo hoy: El padre dará a conocer Tu verdad a sus hijos.” (Isaías 38:17-19 RVG)
La amargura es mucho más que una emoción, mal sentimiento o actitud. ¿Qué es entonces? La amargura es una destructiva falta de entendimiento; es el resultado de no tener la perspectiva de Dios. No ver las cosas a la manera de Él significa tanto y es tan poderoso que, si se le deja hacer su trabajo, puede contaminar y destruir un cuerpo y hasta un alma.
La amargura es no estar de acuerdo con Dios. Es un rechazo de Su voluntad y de Su juicio, aunque quien lo rechaza no puede ver o saber que está en desacuerdo. Algo que todos debemos saber, una verdad que nos acompaña donde vayamos, es que sea lo que sea que ocurra en nuestras vidas, o lo necesitamos o lo merecemos.
El problema es que la gente no cree ni confía que Dios tiene todo bajo control.
Necesario: Aunque Job no merecía sus trágicas y horrendas pérdidas, él necesitaba lo que le ocurrió. Él mismo reconoció esto cuando todo terminó:
“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y en ceniza.” (Job 42:5-6 RVG)
Job fue librado de confiar en su propia justicia y virtud, y recibió una confianza de reposo inalterable en Dios. En este estado todo le fue restaurado al doble.
Merecido: Pablo dijo a los gálatas:
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos; y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:7-10 RVG)
Lo opuesto también es verdad – todo lo que no sembramos, no lo cosechamos. ¿Por qué tendría alguien que recibir pago o recompensa sin ganársela? Pablo dijo que si alguno no trabaja que no coma. Este es un hecho de la vida. Por lo tanto, uno no recibiría el mal si no lo hubiera sembrado. La ley de Dios es verdad en las dos formas, si Dios es justo y tiene el control.
El problema es que la gente no cree ni confía que Dios tiene todo bajo control. Aunque profesan fe en Cristo y a Jesús le llaman “Señor,” en sus corazones no creen que Él es Señor, que Él es, en otras palabras, completamente, activamente, personalmente soberano en todos los asuntos en la existencia universal.
Ellos tienen más fe en “coincidencias” y “accidentes.” Permítame decir esto: No existe tal cosa como los accidentes o las coincidencias al azar o por suerte. Como dicen: “Los accidentes no ocurren; son provocados.” Todas las cosas tienen una causa, y aunque podemos tener causas de las causas, la cadena de causas y efectos no es infinita – el problema se detiene en Dios, la Causa Primera de todas las cosas. Eso es porque todo empezó con Él:
“Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3 RVG)
“Porque por Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por Él y para Él.” (Colosenses 1:16 RVG)
Él es Señor, no sólo de título, sino Señor en verdad. Él dirige el show.
Todas las cosas continúan, existen, se sostienen y operan por Él:
“Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas por Él subsisten.” (Colosenses 1:17 RVG)
Todas las cosas también terminan con Él:
“Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, dice el Señor, Quien es y Quien fue y Quien ha de venir, el Todopoderoso.” (Apocalipsis 1:8 RVR)
Él es Señor, no sólo de título, como la Reina de Inglaterra o el Presidente de los Estados Unidos, o cualquier otra entidad de realeza o de autoridad gubernamental, quienes son muy limitados en lo que pueden hacer. Jesús es Señor en verdad. Él dirige el show. Él lo decide todo. Él determina el destino del ave de menor valor:
“¿No se venden dos pajarillos por un cuadrante? Y ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.” (Mateo 10:29 RVG)
Para ir más lejos, Él hasta determina el destino de un cabello:
“Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.” (Mateo 10:30 RVR)
Fíjese en el cabello que cae sobre sus hombros o sobre su suéter. Crea esto: ese cabello llegó allí sólo por el consejo predeterminado de Dios y por Su presciencia (conocimiento previo). No hay circunstancia o partícula que exista u opere sin Su total supervisión e involucramiento.
Entonces si estas cosas son ciertas, ¿por qué nos amargamos? Nos amargamos porque las cosas no salen o no resultan a la manera que preferiríamos que salieran. No estamos de acuerdo con Dios. Pero si Dios tiene el control total, haciendo que “todas las cosas sean según el consejo de Su propia voluntad” (Efesios 1:11 RVG), entonces seguramente habrá una buena razón por qué las cosas suceden, “buenas” o “malas,” a menos que Él fuera un tonto o alguien que estuviera jugando con nosotros. Si es verdad que todas las cosas son con un propósito, determinado por un Dios sabio y perfecto, entonces debemos darnos cuenta que todas las cosas son necesarias:
“Nosotros, y todos los que aman a Dios y son llamados de acuerdo a Su propósito, sabemos que Él hace que todo trabaje para bien.” (Romanos 8:28)
Al dar gracias en todo, confesamos que Jesucristo es soberano sobre todas las cosas.
Además, si verdaderamente podemos creer a las Escrituras, las cuales declaran que Dios es amor, es decir, Su voluntad es sólo el bien para toda Su creación, entonces ¿cómo podemos, con buena consciencia, no aceptar todas las cosas de Él como ultimadamente buenas? Por eso es que debemos cumplir con nuestras responsabilidades y acciones primordiales como creyentes, es decir:
“Den gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para ustedes Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18 NBLH)
Dando gracias en todo, lo percibido como mal o como bien, confesamos que Jesucristo es Señor, que Él tiene todo bajo control, que Él es soberano sobre todas las cosas, y que Su Reino es supremo. Acción de gracias a Dios en todas las cosas es la máxima confesión de que Jesucristo es Señor.
¿No le dijo Él a Pilato?:
“Ninguna autoridad tendrías sobre Mí si no se te hubiera dado de arriba…” (Juan 19:11 NBLH)
Todas las cosas son determinadas desde arriba –nunca desde abajo.
Cuando viene el bien, sepa que Dios ha bendecido. Cuando viene el mal, sepa que también viene de Dios. Al sufrir grande y repentina pérdida, Job declaró:
“Desnudo Salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó. Sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1:21 RVG)
Y cuando el mal vino y la esposa de Job le dijo a él: “¿Por qué no maldices a tu Dios y te mueres?” Job respondió:
“Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2:10 RVG)
Su soberanía está por siempre manifiesta en toda Su creación.
Job reconoció que no fue primariamente “el diablo quien lo hizo.” Él comprendió que Dios era el Regidor del Cielo y de la tierra, de lo invisible y de lo visible, de lo espiritual y de lo físico. Los primeros dos capítulos de Job dejan bien claro que él tenía razón en esto, y que Dios va en el asiento del conductor.
La soberanía de Dios se describe y se despliega a través de todas las escrituras por preceptos, estatutos, testimonios, mandamientos, juicios, leyes, profecías y registros históricos confirmados. Su soberanía está por siempre manifiesta en toda Su creación.
¿Puede la amargura justificarse entonces? Obviamente no. ¿Cuál es entonces la solución a la amargura? Sólo hay una. Debemos pedirle a Dios que nos dé la sabiduría y el entendimiento. Debemos poner nuestra confianza en Él que nos conceda ver las cosas como Él las ve. Debemos rendirnos a Su voluntad, negándonos a nuestras preferencias, deseos y a nosotros mismos. Si hemos de amargarnos, que sea contra el estar amargados.
Dios recompensa y castiga de acuerdo a nuestra relación con Él.
Tal vez usted niegue que haya hecho algo que aun remotamente se relacione con su sufrimiento. Hay otra dimensión de nuestro sufrimiento, como se expresa en el Segundo Mandamiento:
“No tendrás dioses ajenos delante de Mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque Yo, Jehová tu Dios, soy Dios celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares de los que me aman y guardan mis mandamientos.” (Éxodo 20:3-6 RVG)
Dios recompensa y castiga en todas las cosas de acuerdo a nuestra relación con Él. Él también pasa esas bendiciones y maldiciones a las siguientes generaciones hasta que se completa el proceso. Sepa esto: No sólo descendemos de nuestros ancestros; somos nuestros ancestros. Usted es su padre y su madre, y si ellos o sus padres han adorado a otros dioses contrarios al Primer y Segundo Mandamientos, entonces usted ha adorado a otros dioses antes de nacer en este mundo y tiempo. Por eso es que los profetas y el pueblo confesaban los “pecados de sus padres”:
“Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, Yo también habré andado en contra de ellos, y los habré metido en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado; entonces Yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré; y haré memoria de la tierra.” (Levítico 26:40-42 RVG)
La amargura puede ser la causa de malas circunstancias.
¿Hay algún vínculo entre los males en su vida y sus ancestros? Dios lo sabe y sólo Él se lo puede mostrar a usted. Rompa ese vínculo, por Su gracia, y eventualmente encontrará usted que le será quitada la maldición que le vino a usted por los pecados de sus ancestros; digo, eventualmente, porque todas las cosas deben correr su curso, pero Él es justo y misericordioso, y romperá esa cadena por usted cuando usted se haya arrepentido totalmente, así como Él lo prometió. Yo lo sé; Él lo ha hecho por mí, y sé que Él lo ha hecho por otros, por los que se ha registrado en las Escrituras y por otros después de esos. Los testimonios en estos asuntos son seguros.
Tal vez no reconozcamos que aunque no hayamos cometido un pecado consciente y deliberado, podemos haber permitido actitudes erróneas hacia las circunstancias que no elegimos. Las circunstancias negativas no vienen solamente porque nosotros las hayamos causado directamente sino por nuestra actitud hacia las mismas. En otras palabras, las circunstancias adversas pueden no ser la causa de la amargura; la amargura puede ser la causa de las circunstancias adversas; así es normalmente.
¿Sabía usted que la amargura también destruye el cuerpo? La amargura causa problemas digestivos, nerviosos y de otro tipo. Causa problemas en el corazón, obesidad, diabetes y cáncer. De manera indirecta, causa malas relaciones, las cuales llevan a contiendas, las cuales llevan al daño y a la muerte. La amargura es un asesino de primer orden. Por lo cual sométase a la corrección de Dios, no importa lo que pueda ser, por su bien y por el bien de quienes le rodean.
“A la verdad ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por él son ejercitados. Por lo cual alzad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, antes sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios; no sea que brotando alguna raíz de amargura, os perturbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:11-15 RVG)
¿Por qué no dar gloria al Príncipe de la Vida?
La tierra de la amargura es una tierra oscura, fría y desierta; es la tierra de los muertos y de los moribundos. ¿Para qué elegir estar allí? ¿Para qué contaminarse? ¿Por qué darle gloria al príncipe de las tinieblas y de este mundo; por qué morir? ¿Por qué no darle la gloria al Príncipe Soberano de la luz y de la Vida?
Reciba de Él y viva. Después de todo, usted le debe a Él; a Satanás, el homicida, mentiroso y ladrón, usted no le debe nada. Quítese toda amargura –una actitud errada y anticristo. Recuerde que la cruz es la suma total de Su actitud hacia usted, y no lo olvide. Comprender el significado de la cruz libertará el alma y el cuerpo del infierno y lo llevará al Reino de la Luz, de la sanidad, de la paz, de la prosperidad y del gozo.
Un poema con su introducción:
La Amargura
Cuando a usted se le concede ver la encarnación de la amargura concentrada en dirección suya, dudo que pueda haber un espectáculo más odioso, especialmente cuando se encuentra dentro de alguien a quien usted ha conocido íntimamente por décadas y quien se supone que siente lo opuesto –amor- por usted. Esto viene por revelación pero también por manifestación externa al final, pues todas las cosas deben salir a la luz y ser tratadas, y esto está ocurriendo en los últimos días. Solamente el entendimiento de Dios puede darnos la fuerza para perdonar y la fe para perseverar.
Pero la amargura le viene a todo creyente y al final todos deben ponerse claros con ella de una vez por todas. Este es el inicuo siendo revelado (2 Tesalonicenses 2:8) y tratado hasta la muerte. Aunque es el peor de todos los tiempos, los que creen tienen una causa para levantar la cabeza, pues la redención está cerca. La manifestación de ese misterioso hombre de amargura es una muestra de que el Señor está presente, porque es en Su venida cuando el hijo de perdición es expuesto y destruido. Pero ¿Cómo es destruido? Siendo redimido, transformado, resucitado, reconciliado con Dios a través del Hijo de Dios. Es un evento grande y terrible.
La amargura clama, “¡Tú me debes!”
Y no descansará hasta que
Ella obtenga lo que quiere.
No será convencida de otro modo
Ni servirá un sustituto.
“¡No estoy de acuerdo!” clama ella a Dios.
“O no sabes lo que haces,
O, no puedes hacer lo que debes.
¡Así que yo tendré que hacerlo!
Yo tengo que controlar las cosas;
Yo debo protegerme a mí misma
Y obtener lo que deseo.
No puedo confiar en nadie que lo haga por mí.
Pero yo sé que no puedo,
Y aun tengo que tratar
Y tratar y tratar hasta que
Finalmente lo veas a mi manera.
Yo soy sabia en mi propia opinión.”
La amargura es testaruda;
Ella cierra sus ojos y se tapa los oídos.
Ella se dice a sí misma lo que quiere ver;
Ella se dice a sí misma lo que quiere oír,
Pero está engañada creyendo
Lo que no es cierto.
Su corazón adora su ambición y deseo
Percibido como encarnado en la promesa de este mundo.
Nada la puede convencer de algo más.
Y el Señor viene
Y le concede todo su deseo
Y más de lo que pide.
Él le abre los ojos para ver
Y ella los cierra, viendo.
El quebrantamiento confiesa, “¡Yo te debo!”
Y no puede reposar hasta que
La deuda es pagada de una vez por todas.
Él le abre los ojos para ver
Y ella reposa, en paz.
Contenta es su nuevo nombre.
Víctor Hafichuk
Ahora Vea: El Perdón: Un Antídoto para la Amargura
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero