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Si usted quiere una respuesta de algunos hombres, la respuesta es “Sí.” Si desea una respuesta de parte de Dios, la respuesta es “No.”
Comúnmente se cree que todas las personas son hijos de Dios. Esta declaración se hace por lo general, aunque no siempre, cuando hay una discusión religiosa, y cuando se tiende a la controversia o al desacuerdo. Creo que muchos hacen esta declaración porque no quieren sentirse menos que nadie más, o porque no quieren que la otra persona se crea espiritualmente superior de alguna manera. Además, es agradable, y preferible, pensar que somos hijos de Dios.
Dios tiene un pueblo elegido para Su propio placer, el cual Él atesora celosamente.
¿Es verdad que todo el mundo es hijo de Dios, o no es así? Creo que si es verdad, tenemos menos de qué preocuparnos que si no es verdad. ¿Por qué? ¿No es cierto que los padres por lo general cuidarán mucho mejor a sus propios hijos que a los hijos de los demás? Los padres protegen, nutren y proveen para sus propios hijos. Ellos no hacen eso con los hijos de sus vecinos o con los de extraños, a menos que reciban expresamente el derecho y/o la responsabilidad de hacerlo. Si es verdad que algunos son hijos de Dios, y algunos no lo son, y si es verdad que los que son Sus hijos reciben un mucho mejor cuidado, entonces eso podría hacer una diferencia para aquellos que no lo son. Podría ser una explicación de por qué las cosas no les están yendo tan bien como quisieran.
Algunos argumentarán que Dios ama y cuida de todos. Ciertamente que si no fuera por el Creador y la Fuente de todas las cosas, ninguna criatura podría respirar siquiera. La Biblia está repleta del testimonios de cómo todas las cosas vienen y dependen de Él en cada momento de su existencia. Sin embargo, Dios tiene un pueblo elegido para Su propio placer, y para tareas escogidas, a quienes Él celosamente atesora y guarda. Comparémoslo a un concesionario de autos que tiene muchos carros en venta o alquiler. Sin embargo, él tiene un auto favorito, con características preferidas, el cual conserva para sí mismo, y el que disfruta cada vez que puede.
En un sentido, es cierto que todos somos hijos de Dios, puesto que todos fuimos creados por Él, y fuimos hechos a Su imagen. Todos tenemos atributos que sólo podemos tener si somos creados a Su imagen. En ese sentido, todos somos “hermanos,” cortados por el mismo patrón, ninguno mejor que el otro. Sin embargo, ¿qué tiene que decir Dios Mismo acerca de los que son Sus hijos y los que no lo son? Está escrito:
“A lo Suyo vino, y los Suyos no Le recibieron. Mas a todos los que Le recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales son engendrados, no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:11-13 RVG).
Claro está, sieste testimonio es verdadero, y lo es, entonces hay quienes son hijos de Dios en una manera que otros no lo son. ¿Qué hace la diferencia? Aquí tenemos otro testimonio para explicar:
“Respondió Jesús y le dijo: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.’ Nicodemo le dijo: ‘¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?’ Respondió Jesús: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije Os es necesario nacer de nuevo.’” (Juan 3:3-7)
Si ellos no Lo conocían, no eran Sus hijos.
El apóstol Pablo, un judío escogido por Dios para ser Su hijo, Su discípulo y apóstol, escribió esto a otros hijos de Dios, los creyentes en Roma:
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquél que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados.” (Romanos 8:9-17)
Para Pablo, esto no era una cuestión de opinión o especulación. Él sabía de qué estaba hablando. Él, al igual que todos los verdaderos creyentes, había conocido al Señor Jesucristo, Quien lo preparó y le encargó predicar las buenas nuevas de salvación a todos los hombres, especialmente a los gentiles, que no conocen al Señor Jesucristo. Si ellos no lo sabían, se deduce que no eran Sus hijos, porque los hijos normalmente conocen a sus padres, y los padres a sus hijos. Dios “conoce a los que son Suyos,” como lo declaran las Escrituras. Jesús, por ejemplo, dijo:
“A Éste abre el portero, y las ovejas oyen Su voz; y a Sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas Le siguen, porque conocen Su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.” (Juan 10:3-5 RVR)
No son pocos los que creen que pueden desarrollar su propia persona nueva, o la “conciencia de Cristo por dentro.” Ellos piensan que, por su propio poder y voluntad, pueden llegar a ser como Dios ellos mismos, que son su propio dios, por naturaleza espiritual, y por lo tanto capaces de cumplir su destino como dioses. Durante miles de años, muchos han tratado de alcanzar la perfección por medio del ascetismo, por la meditación, por la concentración mental, el yoga, el ayuno, la oración, la dieta, medicamentos, y por buenas obras. Han buscado y seguirán buscando, la realización espiritual siguiendo un gurú, un chamán, o algún otro tipo de guía espiritual.
Ellos lo han intentado al unirse a alguna comunidad espiritual como una orden monástica o religiosa, mediante el estudio de varias religiones y materiales sobre el desarrollo espiritual. (Note que rara vez las personas buscan y estudian la Biblia cuando tratan de encontrar su propio camino). Muchos han recurrido a la canalización (la comunicación con el mundo espiritual), la nigromancia (comunicación con los muertos), la brujería, espiritismo, la levitación, el viaje del alma, cabañas de sudor, y otras formas de desarrollar “el ser interior.”
Jesús dijo que debemos nacer de nuevo. ¿Qué parte jugó usted en su primer nacimiento?
En estos últimos días, muchos, especialmente aquellos descontentos y desilusionados con el falso cristianismo, pero también otros, están buscando el judaísmo, fascinados por los rituales, y el misticismo de una lengua extranjera y antigua (la lengua de la Biblia, nada menos). Ellos descubren escritos que según ellos tienen conocimiento oculto, el cual ofrece una llenura espiritual que presumiblemente la Biblia por sí sola no puede brindar en su totalidad.
Todos estos terminan en fracaso al final, muchos en tragedia. Es imposible “levantarse a uno mismo de los cordones de sus propios zapatos.” Todos necesitamos un salvador, y Ése es Jesucristo, y no otro. Aunque se ha sabido que Jesucristo ha salvado a muchos, eso nunca lo ha hecho Buda, o Krishna, o Mahoma, o cualquier otro, ni siquiera uno. Jesucristo es el Salvador de ellos también. Sólo Dios puede revivir. Sólo Él puede traer vida. Sólo Él puede resucitar a los muertos. La Biblia enseña claramente que toda la humanidad está muerta, en trasgresión de las leyes de Dios, en pecado. Jesucristo es de Quien profetizaron muchos profetas y sabios del Antiguo Testamento (una cuestión de constancia, y no de interpretación o especulación) que Él daría Su vida en rescate por todos, y para redimir a todos del pecado y de la muerte.
Jesús dijo que debemos nacer de nuevo. Permítame que le pregunte: “¿Qué parte jugó usted en su primer nacimiento? ¿Tomó usted alguna decisión? ¿Estaban sus padres un poco adelante de usted? ¿Estaba usted siquiera consciente de lo que estaba sucediendo, no digamos de lo que usted estaba haciendo?” ¿No lo recuerda? Cuando usted estaba completamente fuera de control en su primer nacimiento, ¿cómo puede presumir que usted mismo se dio a luz? Eso simplemente no sucede.
Cuando el Espíritu de Dios vino sobre María, concibiendo en ella al que iba a ser llamado el Salvador de toda la humanidad, incluso ella no tuvo control sobre el asunto. Aquél que nació de ella fue sujetado a circunstancias fuera de Su control. ¡Cuánto más somos nosotros incapaces de nuestro nacimiento espiritual!
¿Tienen algo de qué presumir los que son hijos de Dios? ¿Puede y creen ellos ser mejores que los demás? No, en absoluto. Hay quienes creen que han nacido de nuevo, y que piensan que son mejores, pero si ellos fueran realmente nacidos de nuevo desde arriba, por el Espíritu de Dios, ellos no pensarían que son mejores. Por naturaleza, si son hijos de Dios, sabrían que en todo lo que les pasó, ellos no tuvieron ninguna parte en hacer que sucediera. Por lo tanto, saben que no tienen nada que presumir, nada de qué jactarse. Además, ellos son muy conscientes de su responsabilidad para con Dios y el hombre, y deben someterse a esa responsabilidad, o sufrir las consecuencias reservados especialmente para los hijos de Dios. Como está escrito:
“Por tanto, debes comprender en tu corazón que el SEÑOR tu Dios te estaba disciplinando así como un hombre disciplina a su hijo.” (Deuteronomio 8:5 LBLA)
Los que no son Sus hijos no reciben el mismo grado de disciplina.
“Porque el Señor al que ama castiga, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis el castigo, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? Pero si estáis sin castigo, del cual todos son hechos partícipes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Hebreos 12:6-8 RVG)
Los que no son Sus hijos no reciben el mismo grado o tipo de disciplina. Los hijos de Dios están llamados a la fe, a la pureza, a la castidad, a la santidad, a la piedad, y a actuar y pensar correctamente. Todo esto se requiere de ellos mientras viven en un mundo lleno de tentación y de mal, un mundo totalmente acondicionado para oponerse a ellos, ya que les odia. Sí, ellos, como hijos de Dios, son aborrecidos por el mundo, porque el mundo aborrece a Dios. Dios lo dice:
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que Yo os dije: El siervo no es más que su señor. Si a Mí Me han perseguido, también a vosotros perseguirán; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra.” (Juan 15:19-20 RVG)
“Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece.” (1 Juan 3:13 RVG)
“El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (Mateo 10:24-25 RVG)
“No puede el mundo aborreceros a vosotros [quienes aún no tenían Su Espíritu]; mas a Mí Me aborrece, porque Yo doy testimonio de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a esta fiesta: Yo no subo todavía a esta fiesta; porque Mi tiempo aún no se ha cumplido.” (Juan 7:7-8 RVG)
Hay muchos que profesan ser hijos de Dios y dicen creer en el Señor Jesucristo. Si ellos creen que son mejores que otros, si habitualmente maltratan a otros, si no son aborrecidos por el mundo, si no confiesan a Jesucristo abiertamente ante el mundo, si ellos no son diferentes de otras personas que viven en el mundo y que no profesan a Cristo, entonces es muy probable que no sean hijos de Dios. Hay muchas de estas personas.
Si usted es un hijo de Dios, ¡siga adelante! No se rinda; hay mucho para usted más adelante.
¿Son sin tacha los verdaderos hijos de Dios? No. Ellos todavía tienen el ser del primer nacimiento, lo que la Biblia llama la carne, el hombre carnal o terrenal. Todavía tienen fallas, debilidades, flaquezas, obsesiones, problemas, y sí, pecados con los que deben luchar y que deben superar. Al nacer de nuevo, ese es el principio y no la llegada del viaje, a veces para asombro de ellos. Pero es un comienzo, un comienzo poco frecuente, un comienzo trascendental, y uno con grande y SEGURA esperanza de plenitud espiritual. Ellos son llamados a la victoria en el verdadero sentido de la palabra. Y si Dios está con ellos, ¿quién puede estar en contra de ellos? El verdadero hijo de Dios es invencible en última instancia. ¡Toda la alabanza, el honor, la adoración, el poder y la gloria sean a Dios el Padre, a través del Señor Jesucristo, Rey de reyes, Señor de señores, Dios de dioses! ¡Sus hijos serán como Él! ¡Aleluya!
¿Ser un hijo de Dios se trata sólo de ser odiado y aporreado? ¿Es todo sobre dolor y sufrimiento? Aunque esos son elementos muy definitivos de esperar, también hay mucho bien, y un bien que abrumadoramente sobrepasará el “mal”. Si usted es un hijo de Dios, ¡siga adelante! No se rinda; hay mucho para usted más adelante. Dios lo promete así. La Biblia está llena de promesas verdaderas y seguras. En verdad, no hay vida fuera de Jesucristo. Uno sólo puede saber eso si uno ha estado en ambos lados. Para mí volver a lo que era antes de ser un hijo de Dios, a pesar de haber sido odiado, rechazada, disciplinado, reprendido y castigado, perdiendo familia, fortuna y amigos, sería como comer mi propio vómito. Así es. Preferiría volverme a comer mi propio vómito.
Si usted no es un hijo de Dios, pero está en busca de lo que es correcto y bueno, y que vale la pena, sólo lo encontrará en Jesucristo, su Señor y el mío. Como está escrito:
“Ni hay salvación en ningún otro: porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
“Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en Él cree, no será avergonzado.” (Romanos 10:9-11 RVG)
¿Tiene miedo que Él no lo acepte a usted?
“Porque no hay diferencia entre el judío y el griego, pues el Mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que Le invocan. Porque todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10: 12-13).
“Todo lo que el Padre Me da, vendrá a Mí; y al que a Mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37 RVG).
“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación, del que le teme y obra justicia, Él se agrada” (Hechos 10:34-35 RVG).
Jesús es la Respuesta, pecador, la suya y la mía. Crea, arrepiéntase (salga de su vida de pecado y de los caminos que usted sabe que son malos), venga a Él, y Él comenzará su vida de nuevo.
A Su servicio,
Víctor Hafichuk
Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero