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Si la juventud fuera tan importante, ¿no se nos habrían dado los medios para aprovechar y disfrutarla? Pero pruebas y tribulaciones vienen como un diluvio para librarnos, para enseñarnos, para envejecernos.
Vino añejo, ¡que bueno! Fruta verde, ¡que insatisfactorio! Sin embargo, esta fruta verde no lo sabe. Codicia su juventud, su fuerza, su firmeza, su expectativa de longevidad y no le importa ser consumida. Sí, prefiere muchos más hacer el consumo.
A la juventud se le debe decir que está allí para ser consumida y no para consumir, que debe esperar aquello que le parecería tan repulsivo como si esperara algo tan deseable.
Resistiendo la realidad, el joven es consumido y se pierde a sí mismo. Abrazando la realidad, el tiempo revela la belleza de la madurez y el que una vez fue joven encuentra una nueva juventud imperecedera.
La inmadurez dice:
Mi voluntad, no la Tuya, se haga.
Lo quiero,
Lo quiero a mi manera,
Lo quiero todo,
Lo quiero ahora.
La inmadurez dice:
Tengo la edad suficiente,
Yo puedo hacerlo,
Me lo merezco,
Me va a llegar.
La inmadurez se indigna
En la corrección,
En la instrucción
Y la disciplina.
La inmadurez
Guarda resentimiento,
Busca venganza,
Saldando las cuentas
Más a su favor.
Sólo toma lo bueno,
Despreciando lo malo,
No discerniendo la diferencia
Entre los dos.
La inmadurez supone
Saber,
Saber más,
Saberlo todo,
Despreciando el conocimiento
Y los caminos que llevan a él.
La sabiduría es extranjera
Despreciada, aborrecida;
La locura es abrazada
Como la vida querida de uno.
Sin embargo, la inmadurez termina
Ya sea por madurez o destrucción,
Pero termina.
Moon River, Feb. 24 del 1991