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¿Por qué no nos ofenden los insultos y los males que nos hacen? Es porque Dios ha removido el poder y la carga del orgullo en nosotros. Él ha crucificado nuestros egos, el cual es un impedimento para cualquier hombre o mujer que desee ser libre y vivir la vida al máximo. El mundo piensa que el orgullo es algo bueno, pero Dios lo llama malo; hay pocas cosas que Él desprecia más que el orgullo del hombre. Está escrito:
“Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes es la sabiduría” (Proverbios 11:2 RVG).
“Por la soberbia sólo viene la contienda, mas con los que reciben consejos está la sabiduría” (Proverbios 13:10 LBLA).
“Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18 LBLA).
“La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra” (Proverbios 29:23 Biblia Jubileo 2000).
El mundo piensa que el orgullo es bueno. ¡Qué equivocado está! ¡Si tan solo supieran las personas cuánto les cuesta el orgullo! Pero casi todas las personas, aun si reconocen su orgullo, son demasiado orgullosos para enfrentar el hecho de que el orgullo no es bueno; así que se aferran a su orgullo e inevitablemente sucumben a la ira, la depresión, la autocompasión, el resentimiento, la amargura, el miedo, la preocupación, la venganza, todo lo que implica, y los ata firmemente a la pérdida, al fracaso, la derrota, la humillación, el dolor, la decepción, la miseria, el sufrimiento, la destrucción y la muerte en sus múltiples formas diarias.
– Víctor Hafichuk (Febrero 5 del 2009)