Spanish – English
Gran parte de nuestra conversación contradice nuestra verdadera naturaleza y convicciones. Decimos que amamos a Dios, hablamos de agradecerle y alabarlo cuando “estamos en la iglesia” o en un entorno religioso tratando de impresionar a otros, pero bajemos la guardia y escuchemos las palabras de nuestras bocas y nuestros corazones. Se supone que estos corazones son los nuevos que recibimos en nuestro “nuevo nacimiento”. Con un conjunto de palabras proclamamos que somos nuevas criaturas, agradecidos con Dios en todas las cosas. Con otro conjunto de palabras, dejamos saber a otros dónde estamos realmente. A menudo, el brazo levantado en alabanza tiene un puño cerrado y los labios de acciones de gracias ocultan el crujir de dientes.
Debido a que las condiciones nunca son perfectas, el espíritu de queja nunca puede ser calmado o apaciguado. Por lo tanto, el dejar de quejarnos no puede depender de un cambio en las condiciones, sino que debe venir únicamente por un cambio en espíritu y actitud. La fuente o causa de la queja nunca son las circunstancias, sino siempre el sujeto que se queja.
En cualquier momento dado, nuestras vidas se pueden ver desde una de las dos perspectivas, positiva o negativa, como dos lados de una moneda. Cada lado realmente existe y tenemos la razón de cualquier forma, pero nos convertimos en lo que contemplamos. Por lo tanto, tenemos que decidir qué contemplar.
¿No es horrible?
¿No está caliente afuera?
¡Suficiente para freírnos el cerebro!
Está tan seco y polvoriento…
Si tan sólo lloviera un poco.
¿Quieres lluvia? ¡Planea un picnic!
¿De dónde salieron todas estas moscas?
Claro, está lloviendo… ¡acabo de lavar mi carro!
¡Si no es lluvia, es tormenta!
¡Qué húmedo que está!
¡Lodo por todos lados!
¡Esas nubes son tan deprimentes!
Lluvia, lluvia, vete ya,
¡Vuelve mejor otro día!
Y sin todos estos mosquitos,
¡Qué bien estaría!
Y ese viento, ¿nunca cesará?
¿No es horrible?
¿No es horrible?
A esta quejadera me refiero.
¿Contra quién te quejas?
¿Quién está en control?
¿Te das cuenta?
¿No es horrible?
Lethbridge, Sept. 1984